Trigo Sucio, la comedia que aborda el nacimiento del movimiento Me too, se sube a las tablas del céntrico Teatro Reina Victoria de Madrid para visibilizar la denuncia de muchas mujeres que sufrieron abuso sexual por parte de hombres poderosos de la industria cinematográfica.
Trigo sucio es una comedia escrita por David Mamet. Bernabé Rico ha sido el encargado de adaptar la obra a nuestro idioma y Juan Carlos Rubio de dirigirla. Tradicionalmente, el dramaturgo estadounidense trabaja desde el humor para generar reflexión por medio de la ironía, lo que se traduce en una obra bastante cómoda de ver a pesar de su argumento y esto es gracias a unos diálogos muy ágiles que permiten a los espectadores y espectadoras conectar de manera constante con la trama.
La cuestión está en que se trata de un retrato del conocido productor de cine Harvey Weinstein, un personaje que encarna el actor Nancho Novo con admirable exactitud para mostrarnos, desde el primer momento, un protagonista cretino y despreciable que se encuentra presente en todas y cada una de las escenas. Su interpretación es sublime, demuestra una gran soltura y comodidad sobre las tablas y es que el actor gallego hace un trabajo interpretativo digno de enmarcar. Por otro lado, Eva Isanta realiza una interpretación clara y correcta como la secretaría del empresario, una mujer con bastante carácter pero cómplice de todo lo que ocurre en los estudios cinematográficos. Se nota la química existente entre ambos intérpretes, conectan en escena desde el primer momento y logran transmitir mucha complicidad. Candela Serrat trabaja de manera eficaz y su personaje va adquiriendo matices según se va desarrollando la obra. Completa el reparto Fernando Ramallo que, aunque su papel es bastante más pequeño, representa a un guionista atormentado por la industria que no termina de convencerme del todo ya que a veces cae en la tentación de la sobreactuación. El público agradeció y demostró con sonoros aplausos que había disfrutado del elenco al completo.
Para la mayoría de los asistentes, a juzgar por las risas que surgen durante los aproximadamente setenta minutos que dura Trigo sucio, la obra es predominantemente cómica aunque también tiene momentos dramáticos y es aquí donde pienso que Mamet debería haberse implicado algo más tratando el tema con mayor pureza porque algo que conlleva un gran sufrimiento para muchas mujeres no me parece que tenga tanta gracia como se pretende. Es cierto que me encanta cuando el teatro, además de entretener, se utiliza para remover conciencias y hacernos reflexionar sobre la realidad que nos rodea y por eso mismo he echado en falta algo más de firmeza frente a un humor tan amigable.
El montaje es maravilloso, Curt Allen Wilmer transforma el escenario del céntrico teatro madrileño en el despacho del protagonista. Destacan los detalles, desde los carteles de películas famosas hasta las persianas de las ventanas, que nos meten de lleno en las entrañas de Trigo sucio. Sobre las tablas cuelgan dos carteles: on air cuando la trama se está desarrollando y aplausos cuando tiene lugar un cambio de escena aunque en esta ocasión el público no interaccionó (no sé si esa era la intención) con estas mutaciones.
Todos los aspectos técnicos se complementan a la perfección porque el conjunto visual facilita adentrarse en la obra y matiza el entorno en el que se desarrolla cada acción. La iluminación, a cargo de José Manuel Guerra, cumple perfectamente su labor y dota de fuerza a cada movimiento escénico mientras que los recursos auditivos refuerzan de principio a fin este montaje. Y es que Trigo sucio fluye de manera dinámica, incluida la música, para que el público esté inmerso desde su butaca.
En definitiva, no está a la altura de lo mejor de Mamet pero el público se divierte y se ríe, eso sí. Espero que también mediten sobre lo presenciado.
Crítica realizada por Patricia Moreno