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04.05.2021 Críticas  
Cabezas pensantes y mayúsculas

El Teatre Akadèmia devuelve a Alan Bennett a nuestros escenarios y acoge uno de los pilares británicos en literatura dramática de las últimas décadas. Con Talking Heads se promueve que las actrices Imma Colomer, Lurdes Barba y Lina Lambert brillen, como en las mejores ocasiones, interpretando y dirigiéndose recíprocamente en tres de las diez piezas breves del original.

De la BBC televisiva a la radiofónica y vuelta catódica en una segunda ronda (1988, 1991 y 1998, respectivamente). De ahí a la norteamericana PBS y de nuevo a la BBC en 2020 (aquí disponible en la plataforma Filmin). Escenificaciones teatrales, publicaciones impresas e inclusión en programas educativos, literarios y lingüísticos. Un recorrido envidiable y de fuerte calado en la sociedad a la que representa y da voz y que la fantástica traducción de Anna Soler Horta acerca a nuestro códigos de vinculación con el lenguaje oral. Capaz, sin embargo, de mantener las señas de identidad tanto del autor como de su visión del mundo y su consiguiente plasmación dramática. Para esta puesta en escena se han elegido The Hand of God, Nights in the Gardens of Spain y A Bed Among the Lentils. Textos que engloban algunas de las señas más características de la pluma del autor y de sus aproximaciones temáticas, con persistencia de la culpa, la enfermedad, el aislamiento o la muerte. También la localización preferente en un Leeds redibujado por la imaginación de Bennett.

Recuerdos y capacidad de observación. De algún modo, parece como si el autor quisiera dar voz a las mujeres que le precedieron y ofrecerles, cuando no una segunda oportunidad sí (y aunque tarde) la posibilidad de la toma de consciencia y las riendas de una vida en gran parte ya vivida y (mal)gastada. La auto-crítica y la aceptación de la propia responsabilidad y la cobardía en todo el asunto. Extrapolación que mezcla ironía y empatía, risa y silencio compasivo. Desde este lugar se hablará de usura, violencia de género, alcoholismo, especulación inmobiliaria y turística, frustración conyugal, insatisfacción sexual y doble moral eclesiástica. También de la pureza de la amistad y la valía de la mujer hecha a sí misma en un entorno no favorable. De mono y politeísmos y la inclusión multicultural. Todo a partir de una cotidianidad punzante y lacerante.

Como las interpretaciones de Colomer, Barba y Lambert, que consiguen, cada una a su manera y siempre aportando humanidad mordaz y afiladísima, rozar lo hiriente. Un esfuerzo titático por defender cada una de las palabras propuestas por el autor sin perder nunca el foco en el desempeño de sus personajes. Mujeres construidas a partir de lenguaje y de la mezcla de monologo interior y confesional. De una introspección que es a la vez genial recreación de una personalidad propia plagada de miradas y rictus. Ojos que dicen lo que las palabras ocultan y silencios irrompibles y plagados de anticipación. Una profundidad abismal que llega a cortar la respiración y despierta la misericordia de entre la sordidez más asertiva. El silencio más contundente y al mismo tiempo respetuoso. Una escucha propiciada por la dirección escénica de las propias intérpretes que alternarán tareas en los distintos monólogos, nunca supervisándose a sí mismas. Esto multidimensiona el doble y simultáneo plano interno-externo de la representación y, sin duda, enriquece el resultado final.

Así son nuestra Cèlia (Colomer), Rosemary (Barba) y Susan (Lambert). Como entonces lo fueron Eileen Atkins, Penelope Wilton y Maggie Smith. Como en la última y ya mencionada revisión televisiva lo han sido Kristin Scott Thomas, Tamsin Greig y Lesley Manville. No se trata de realizar un ejercicio de citación gratuito sino de destacar la aportación de nuestras actrices a tan particular y prodigioso universo. Trabajos los tres que engrandecen y aportan al universo creado por grandísimas intérpretes dramáticas entre las que ellas también se cuentan. Porque la mirada de aquí hacia el mundo es muy valiosa y la suya un tesoro más que probable y que sirve de vehículo para las intenciones y connotaciones de unos textos que, al mismo tiempo, movilizan y activan exponencialmente el talento y talante de nuestras maravillosas compañeras de viaje.

Hay algo extraordinariamente generoso en esta propuesta. Ya en el texto, pero también en las interpretaciones y extensible a toda la puesta en escena. No nos referimos tanto a un ejercicio exhibicionista sino al triple estudio en la inmersión más desesperada de una soledad que, sobre el escenario, es capaz de interferir en la vida de esas otras personas que también somos el público. Diversión y conmiseración reducidas a la micra más importante del arte dramático: la veracidad. La transmisión de emociones se desarrollará desde la aparente e increíble economía expresiva hasta una confesión final (y vital) no por susurrada menos extraordinaria. Se captarán todos los estados de ánimo, desde la timidez al establecimiento del vínculo interpersonal. Empatía que existe sobretodo de las actrices hacia sus personajes, que dialogan con los mismos a través también de pequeñas pausas agitadas y en momentos claves en los que el silencio es tan delicado como capital. Tristeza a través de la risa o carcajada nerviosa que nos harán desear el final feliz de un modo prácticamente insoportable.

A destacar la iluminación de Dani Gener y el espacio escénico de Julio Vaquero. Una combinación de fuerzas que naturaliza el momento más íntimo y revelador del testimonio desde una vertiente intrínseca e hiperestésica y alejando al conjunto de la necesidad de juicio o veredicto. Una construcción estéticamente impactante que parece cubrir de óxido y cenizas el paso del tiempo perdido y que al mismo tiempo no solo justifica la aproximación teatral a los monólogos sino que hace convivir a los tres personajes en un mismo espacio «objetivo». Detalle que, sin embargo, magnifica de un modo tan sutil y sugerente como en última instancia expresivo el entorno en forma de estado de ánimo.

Realmente, la elección de programar Talking Heads no solo normaliza la presencia de un autor como Bennett en nuestra cartelera sino que re-formatea y actualiza la convivencia y salto constante del monólogo dramático en sus vertientes literaria, televisiva, radiofónica y escénica. Algo en lo que aquí todavía somos inexpertos y que, además, ofrece a esta tríada de actrices-directoras la posibilidad de enfrentarse a tres de sus mejores y más logrados personajes. Porque la reivindicación de la voz femenina también pasa por la visibilazación de la veteranía de la profesión. A este respecto, Colomer, Barba y Lambert tienen mucho que decirnos y lo hacen transversal y magistralmente. A reivindicar de nuevo la labor de Soler Horta y la ilusionante posibilidad de disfrutar de los textos del autor traducidos con fidelidad formal y resolutiva.

Finalmente, y a nivel de posicionamiento, se hermana la sala con espacios punteros como el Bridge Theatre londinense o el Minetta Lane Theatre, situado en el Greenwich Village de Nueva York. Motivos varios que nos sitúan ante el que probablemente ya sea uno de los espectáculos de la temporada.

Crítica realizada por Fernando Solla

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