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20.04.2021 Críticas  
Parental Advisory

La Sala Flyhard de Barcelona estrena el último texto de Carles Mallol para sumergirnos en una expansiva vinculación entre las repercusiones de nuestra sobrexposición a la necesidad, entre voluntaria y compulsiva, de inmortalizar cada instante vital, así como el desapego y desvinculación interpersonales que esto provoca (en este caso) entre los miembros de una unidad familiar.

La vida pornogràfica está especialmente bien hilvanada, tanto en lo referente al desarrollo de la trama como al trasfondo que se quiere evidenciar. Forma y contenido en perfecta sintonía. El texto de Mallol consigue, entre sus muchas virtudes, normalizar el uso de un lenguaje oral más o menos estándar dentro de la corrección/convención dramática y formal que la propia lengua requiere con total verosimilitud. La dramaturgia sabe cómo partir de la anécdota para exponer un abanico temático importante, siempre vehiculado a través de la ficción y aportando tanto contenido como herramientas de ponderación. Nunca de manera discursiva sino a través del debate inherente a un admirable y bien ritmado juego de réplicas y contrarréplicas que se desprenden del ideario de cada personaje.

El posicionamiento aplastante del lenguaje en su faceta individual en detrimento de la social. Una vertiente que, renunciando a su compañera, impide la finalidad comunicativa del mismo y niega la reciprocidad de un sistema o código compatible y reconocible para los distintos y extremos interlocutores. Todo esto también se extrapolará a la relación de los protagonistas con el lenguaje audiovisual y con las connotaciones de perdurabilidad, simultaneidad, usurpación, sustitución o pérdida. Personajes que editarán su vida cotidiana magnificando unos momentos que, en última instancia, resultarán tan ficticios como lejanos y vacíos. La obsesión por el directo en una especie de complot que asimila el marketing de lo consanguíneo y casero con la vivencia frustrada de cada instante compartido. Esa sensación no llegar nunca a un «algo mejor» que no sabemos qué es pero que sentimos debemos alcanzar a toda costa. Tanto el texto como la dirección y las interpretaciones trasmiten esa sensación de querer mostrar siempre lo óptimo y sublimar cada momento como álgido. Uno tras otro y con un empalme que los unifica a la vez que incapacita nuestra inteligencia emocional para distinguirlos como especiales o únicos.

No descubriremos ningún detalle de la trama. No obstante, destacamos la decisión de dividir la pieza en cuatro bloques temáticos semejantes y parejos (en la puesta en escena) a la secuenciación audiovisual: sexo, porno, vida y muerte. El autor fija y focaliza y la dirección de Gorka Lasaosa imprime el ritmo y tono necesarios al conjunto y, especialmente, a las interpretaciones. Esto también se aplica al género elegido, que podríamos definir como comedia negrísima y salvaje. Mallol juega con cierto gamberrismo e invierte tesituras y actitudes con respecto a las presunciones edadistas con las que podemos acercarnos a la sala, también hacia el rol de cada personaje dentro de la familia. Situaciones y reacciones recreadas y contextualizadas de un modo extremadamente realista y localizadas en la cotidianidad del hogar por la escenografía de Anna Tantull que, de repente, se alternan con instantes dotados de una estetización y expresividad fantásticas (a ritmo de la acertada selección musical) y propiciadas por el espacio sonoro, también de Lasaosa, y el estupendo diseño de sonido e iluminación de Xavi Gardés.

Momentos culminantes y al mismo tiempo transiciones entre bloques que aportan (además de frescura y originalidad) una adecuación férrea y útil para que el lenguaje interno de la propuesta destaque sin tapar lo que se quiere explicar. Esto también sirve para definir las interpretaciones de Pablo Hernández, Patrícia Bargalló y Pero Blasco. Todos realizan su viaje y nos mostrarán sus diatribas y dilemas, desde lo que exteriorizan y comparten hasta lo que reside acallado en lo más intrínseco de su moral o consciencia. Hijo, madre y padre (por orden de citación) cuyos intérpretes saben establecer a la perfección el cometido dentro de la propia familia que representan, así como la dirección del rumbo y peso de y en la tensión de cada instante y en función del posicionamiento y urgencia vital de cada situación. La escucha progresiva y aprehensión se transmite al público en todo momento, hasta conseguir interpretar la perplejidad corporeizada a tres bandas frente a una situación que los supera. Un excelente trabajo conjunto (del que destacamos la franqueza y, por momentos, liderazgo escénico de Hernández) que consigue mostrar semejante desbarajuste familiar tanto a nivel individual como conjunto. Realmente, tres embajadores de lujo para semejante propuesta.

Otro de los puntos fuertes de la pieza es, sin duda, esta gracilidad y armonía de Mallol para construir una arquitectura dramática que combina y elige una anécdota para desarrollarla dentro de un género con amplitud y profundidad de miras, matices y posibilidades. Este detalle situaría la función en un recorrido paralelo a Molta aigua (2007) o Stereo (2009). Juegos entre realidad y ficción extremadamente disfrutables, ya sea desde una vertiente más fantasiosa, sádico-dramática o, en este caso, cómica y que se explayan y se divierten, también con el uso del lenguaje. Junto a la presente propuesta, tres enfoques distintos y especialmente exitosos para mostrar y escenificar el intercambio, hastío e insatisfacción crónica y existencial. Visto en perspectiva, las vinculaciones entre dichas obras se convierten en picos dentro de la valiosa trayectoria del dramaturgo.

Finalmente, con La vida pornogràfica nos situamos frente a una propuesta reconocible dentro del universo del autor que, sin renunciar a la indagación en la oscuridad y sordidez intrínsecas en la soledad íntima de cada personaje, nos acerca al tono de la comedia más ácida y punzante. Una valiosa aportación al universo ficcional de Mallol que encuentra en Lasaosa y el resto del equipo artístico y técnico una complicidad inquebrantable tanto hacia las intenciones del texto como hacia su punto de vista. Una lúcida e ingeniosa aproximación hacia la vertiente más ideológica de lo que sobre el papel podría parecer una anécdota dentro de una virtualmente ejemplar y (des)estructurada familia. ¡Bravo!

Crítica realizada por Fernando Solla

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