El Gran Teatre del Liceu de Barcelona representa una de las óperas más esperadas de la temporada. Otello, bajo la batuta de Gustavo Dudamel y con las voces de Gregory Kunde, Carlos Álvarez y Krassimira Stoyanova, es un drama lírico en cuatro actos basado en el Othello de Shakespeare, cuyo potente inicio deja claro que el éxito está asegurado.
Otello de Verdi vuelve al gran teatro Barcelonés con un reparto encabezado por Gregory Kunde y Jorge de León como Otello, Krassimira Stoyanova y Eleonora Buratto como Desdémona y Carlos Álvarez y Željko Lucic como el malvado Yago. Gustavo Dudamel, batuta en mano, dirige su primera ópera en el Liceu (tras ofrecer en octubre dos funciones de Il Trovatore en versión de concierto) para desgranar una partitura llena de intensidad y emociones. La producción cuenta el sello de la Bayerische Staatsoper y con la maravillosa dirección de escena de Amélie Niermeyer quien busca el equilibrio entre la belleza musical, la fuerza dramática y la profundidad de los personajes bajo una estética elegante.
La producción, que se vió obligada a cambiar debido a las limitaciones actuales en los transportes europeos que imposibilitaron la llegada del montaje previsto con la Royal Opera House desde Londres, presenta una escena minimalista y de líneas sencillas que nada tiene que envidiar a la producción original. La escenografía de Christian Schmidt funciona a la perfección desde su inicio en el que nos sorprenden con un montaje inesperado. Junto al potente inicio musical capitaneado por el Coro del Liceu (dirigido por Conxita Garcia) de una fuerza escénica sin igual; pudimos sentir que la ópera se iba a convertir en un éxito de crítica y público. Junto al vestuario de Annelies Vanlaere y la perfecta iluminación de Olaf Winter mezclada en ocasiones con el video de Philipp Batereau; Otello te atrapa desde el primer segundo y no te deja libre hasta que cae el primer telón para cambios de cuadro y escena. Un sencillo y admirable ¡Bravo! tras los primeros 5 minutos presagiaba una noche interesante.
El Otello de Verdi requiere un alto nivel vocal para cotejar una partitura exigente y, para ello, el Liceu nos presenta lo mejor. Empezando por el mismo Otello, podemos disfrutar de los tenores Gregory Kunde y Jorge de León, tenores de alto recorrido en escena y cuya voz firme deja el pabellón bien alto. En la noche del estreno, pudimos disfrutar de la perfección de Gregory Kunde. Su fuerza, constancia y recorrido dramático, hace que se convierta en una apuesta segura en todo lo que hace. Con grandes vítores tras finalizar varias escenas, el público en pie agradeció una representación sublime.
Junto a él, Carlos Álvarez y Željko Lucic comparten el personaje de Yago. En la noche del estreno pudimos disfrutar del barítono malagueño Carlos Álvarez quien nos presentó un Yago retorcido. Un Yago capaz de hacer creer a Otello que Desdémona le es infiel sin que él tenga pruebas de ello. Solamente con la palabra, Yago consigue que Otello crea más en él que en Desdémona. El carácter retorcido que Carlos Álvarez impregna al personaje es adictivo. Álvarez soporta magistralmente el peso de una obra que se basa más en su personaje que en el titular y, gracias al trabajo que el barítono realiza en escena, la ópera llega a buen puerto.
Por último, la spinto búlgara Krassimira Stoyanova y la lírica dramática Eleonora Buratto se reparten el papel de Desdémona; el personaje más sufridor en escena por algo en lo que no tiene control. En la noche del estreno pudimos disfrutar de Krassimira Stoyanova, quien supo infligir en su personaje esa tristeza obsesiva y un descorazonador no saber qué hacer para que Otello la crea a ella y no a Yago. Su personaje, siempre en el punto de mira y pocas veces fuera de escena, es en el que se basa la directora escénica Amélie Niermeyer. En esta versión, el foco de la historia se centra en la víctima y como a ella, recluida en la habitación, le sienta y le afecta lo que está ocurriendo llegando al punto trágico del desenlace. Stoyanova, estoica y afectada por lo ocurrido desde el inicio, nos presenta una actuación dramática sin igual en momentos en los que no es necesario cantar. ¡Brava!
Desdémona, acompañada de la iluminación de Olaf Winter, nos guiará por la partitura y las situaciones que se viven en escena. Ella, siempre de blanco, es un ser puro, lleno de luz y divinidad que encarniza el sentimiento del bien. Solo se mezcla y cambia a tonos oscuros en las piezas en las que interviene Yago para, tras ello, afligida por la pena, permanecer en una estancia sombría llena de devastación. Una idea fantástica que nos revela el drama intrínseco y sentimental de la pieza; la cual se divide entre la convicción de Desdémona en la que se plantea si su relación amorosa tiene futuro y el tormento de los celos que procesa Otello. Una acción que, en ocasiones, se separa en dos planos, uno de iluminado y otro de oscuro, creando un drama psicológico intenso y perverso.
Por último, si bien he hablado del maravilloso trabajo que realiza el Coro del Liceu (¡bravo!), no quiero dejar de hablar del extraordinario trabajo de dirección musical de Gustavo Dudamel y la perfección que, como ya es habitual, nos entrega la Orquesta Sinfónica del Liceu. Desgranando magníficamente la partitura de Verdi, la orquesta nos presenta una auténtica celebración musical bajo una contundencia orquestal sin igual. Siempre es un placer sentarse en la butaca y disfrutar de una ópera pero la cohesión que encontramos bajo la batuta del Liceu es algo extraordinario. Es de alabar el admirable control del tempo musical en el espectacular inicio de la función y, sobretodo, el manteniendo de un pulso firme en una partitura que no decae.
Crítica realizada por Norman Marsà