Un espectador accidental o Las ocho de la tarde es una original y divertida creación teatral producida por Montajes en el Abismo en tiempos de confinamiento que reflexiona sobre la dependencia emocional de las opiniones y juicios ajenos. Estará en cartel en el Teatro Lagrada de Madrid durante estos próximos días.
La pandemia obligó a cerrar los espacios culturales en nuestro país pero el teatro siempre logra sobrevivir a todos los males y va retomando poco a poco su actividad mientras centra sus esfuerzos en recuperarse de ese gran apagón cultural que también oscureció el corazón de todas las personas que amamos esta rama de las artes escénicas. No hay nada que estimule más la creatividad que una realidad tan confusa y llena de incertidumbre como la que vivimos actualmente y es que el confinamiento decretado a raíz del estado de alarma ha potenciado la imaginación de Jorge Jimeno, autor de la obra, y los espectadores y espectadoras lo agradecemos enormemente ya que nos proporciona un rato de auténtica felicidad.
Esta compañía teatral creada en 2011 apuesta por la producción de sus propias creaciones para abordar temas contemporáneos con el humor como protagonista. Ana de la Hoz y Jorge Jimeno tienen la necesidad de contar historias que se aúnan en el entretenimiento y el compromiso social sin necesidad de grandes despliegues que nos distraigan de lo verdaderamente importante y eso lo comprobé por primera vez hace unos años con su maravillosa obra Optometría Violeta. Mi reencuentro con Montajes en el Abismo ha sido mágico porque han demostrado ser supervivientes en estos tiempos llenos de incertidumbre.
Jorge y Ana, además de los fundadores de la compañía, son los personajes protagonistas, reales y ficticios, de esta historia que se fija en el acto de los aplausos, desde ventanas y balcones, de las ocho de la tarde pero yendo más allá del reconocimiento a la labor que el personal sanitario está realizando para acabar con la pandemia. Se preguntan por las razones que llevaron a miles de personas a participar en ese acto, alentadas a contribuir con los objetivos del grupo y su posible relación con las artes escénicas y su potencial para implicarse en la comunidad. Y hasta aquí puedo contar.
El teatro no tiene que servir únicamente para entretener o distraer, también debe ofrecernos la posibilidad de reflexionar y tomar conciencia sobre lo que nos rodea. Y esta es la intención de Un espectador accidental o Las ocho de la tarde que va haciéndose hueco en la pequeña y acogedora sala del Teatro Lagrada que añade un punto de originalidad a la representación y propicia cercanía e intimidad entre los actores y el público. Además, la música en directo de la mano de mano de Iván Sangüesa es todo un lujo y un punto a favor de este espectáculo porque otorga mucha frescura a la representación.
Con esta materia prima, Verónica Pérez realiza una estupenda dirección de actores y obtiene de cada uno lo mejor de sí mismo. Se nota la química existente entre ambos y es que conectan en escena desde el primer momento haciendo que todo encaje a la perfección y demostrando sus ganas de volver a los escenarios. Es un placer dejarse impresionar por Ana de la Hoz y Jorge Jimeno, dos actores que derrochan talento de principio a fin.
La escenografía, a manos de Nerea Moreno y Cecilia Bergamín, de mantiene fija durante toda la obra y comienza con un original juego de sombras que nos abre el apetito teatral en estos tiempos en los que nos hace falta algo así. Todo combinado con una eficaz iluminación a cargo de David González que confluye en armonía con todo lo que sucede sobre las tablas.
En definitiva, es una divertida y necesaria obra que llega directamente al corazón de los espectadores y espectadoras y que no hay que dejar escapar porque va a estar poquitos días por aquí.
Crítica realizada por Patricia Moreno