El Teatro Infanta Isabel de Madrid recupera Próximo, obra escrita y dirigida por Claudio Tolcachir, que nos cuenta una historia de amor entre Lautaro Perotti y Santi Marín con muchos kilómetros, diferencias y anhelos de por medio.
Sobre el amor en los tiempos de Tinder y demás redes sociales todos tenemos algo que decir. Basado en nuestra propia experiencia, en la de nuestros amigos o en las suposiciones que hacemos sobre este tema como de cualquier otro, seamos o no entendidos en él. Pero en las cosas del corazón la cabeza es secundaria y la palabra un instrumento a su servicio. Unas veces transmitiendo la verdad de lo que se piensa y siente, y otras formulando las excusas con que nos protegemos de aquello que nos asusta ya que no sabemos si seremos capaces de gestionarlo o de poner en marcha los cambios que nos exigirá. Porque, qué bien se está en la zona de confort, ¿no?
De todo eso hay en Próximo, producción de Timbre4 que ya se pudo ver a finales de 2019 en el Teatro de la Abadía. En esta historia el smartphone es la tarjeta de acceso al club de la soledad, ese lugar al que acuden los frágiles y los sensibles para conectar porque no cuentan con nadie y las ganas que tienen son tan inmensas que les hacen invisibles ante los demás. Pablo y Elián resultan creíbles, cercanos y humanos en sus diferencias de carácter, de huso horario y de comportamiento. Cada uno es atractivo a su manera. Sus personajes están bien definidos, aparecen sobre el escenario con una personalidad construida y una trayectoria ya rodada a cuya marcha nos sumamos según se encienden las luces.
No hay una introducción al uso. Claudio Tolcachir ha formulado una ficción en la que nos embarcamos escenas después de su capítulo inicial, lo que dará pie a giros de guión que nos permitirán profundizar y ahondar en lo ya conocido. En cómo conectaron en su día el actor de una exitosa serie de televisión y el argentino que vive en las antípodas. Cómo es la vida tras las cámaras del residente en España y cómo la del que trabaja en un hospital sigue pendiente del día a día de su madre en Buenos Aires.
Ese cruce de tramas forma un entramado amable y simpático, con un punto dramático, pero también edulcorado y excesivamente diáfano. Su sencillez está más cerca de una comedia romántica sin mayor pretensión que la de entretener y causar sonrisas, que de un realismo con el que poner en evidencia algunos de los males emocionales que nos aquejan. A su favor juegan las buenas interpretaciones de Lautaro Perotti y Santi Marín con las que le dan multitud de matices a unos personajes más bocetados y esquemáticos que psicológicamente desarrollados. Súmese a su trabajo la manera casi coreográfica en que se mueven sobre el escenario y las sencillas, pero eficazmente resueltas, escenografía e iluminación diseñadas por Sofia Vicini y Ricardo Sica.
Crítica realizada por Lucas Ferreira