Guillem Albà y Joan Arqué llevan a escena el libro de Irene Solà, Canto jo i la muntanya balla (Canto yo y la montaña baila). Con dramaturgia de Clàudia Cedó y música de Judit Neddermann, la compañía nos introduce en un texto seductor donde disfrutar de un híbrido teatral de teatro de gesto, texto y música en directo en el Teatre Biblioteca de Catalunya de Barcelona.
Bajo el manto de la cúpula del Teatre Biblioteca de Catalunya, la naturaleza irrumpe en escena. La aclamada novela de Irene Solà se vuelve realidad y, bajo los ojos (e imaginación) del espectador se convierte en teatro en una apuesta minimalista y atrayente desde su inicio.
La obra de Irene Solà se ha convertido en un fenómeno editorial. Traducida a 16 idiomas, ahora le toca el turno de convertirse en una obra teatral que acerque al respetable la poesía y la narrativa que Solà desprende en sus palabras.
Primero está la tormenta y el rayo y la muerte de Domènec, el campesino poeta. Después, la Dolceta, que no puede parar de reír mientras cuenta las historias de las cuatro mujeres colgadas por brujas. La Sió, que debe subir sola a Mia y a Hilari hasta la cima del Matavaques. Y las trompetas de la muerte que, con su sombrero negro y apetitoso, anuncian la inmutabilidad del ciclo de la vida.
En Canto jo i la muntanya balla toman la palabra mujeres y hombres, fantasmas y mujeres de agua, nubes y setas, perros y corzos que habitan entre Camprodón y Prats de Molló. Una zona de alta montaña y fronteriza que, más allá de la leyenda, guarda la memoria de siglos de lucha por la supervivencia, de persecuciones guiadas por la ignorancia y el fanatismo, de guerras fratricidas, pero que encarna también una belleza a la que no le hacen falta muchos adjetivos. Un terreno fértil para soltar la imaginación y el pensamiento, las ganas de hablar y de contar historias. Un lugar, tal vez, para empezar de nuevo; un lugar para una cierta redención.
La premisa es clara: tratar de acercar la sensación de magia contenida en las páginas de la novela a las arenas del Teatre Biblioteca de Catalunya. Un encanto que se vuelve real en palabras de la compañía que la representa y en el influjo de vida que en ciertas ocasiones se le da a los títeres que acompañan a los protagonistas. Una sabia elección por parte del equipo creativo, Guillem Albà y Joan Arqué, que muestran un gran control de la escena y se atreven a jugar con los títeres en momentos en los que la magia necesita llenar la sala. Guillem Albà, experto en ello, ha sabido incluir este tipo de teatro de forma bien hilvanada en la esencia original del montaje. En ocasiones, bajo el paraguas solemne del texto y su prosa, los títeres insuflan un momento de vida, de atractivo inesperado, que hacen que el público se sorprenda. Un gran as bajo la manga que Albà controla a la perfección.
Por otro lado, destacar la narrativa solemne a la que nos tiene acostumbrados La Perla 29. Esa forma sencilla de narrar con una entonación presencial y cuidada, hace que te introduzcas de lleno en el texto y en escena. Aunque, en algunos momentos, se vuelve tediosa y necesitamos un empujón dentro del un mismo cuadro que nos re-conecte con la función.
Fantástico es el trabajo de los actores y actrices de la obra (Laura Aubert, Diego Lorca, Anna Sahun, Ireneu Tranis, Caterina Tugores y Amaia Miranda); quienes controlan la escena en todo momento (sea cual sea el tipo de teatro que están realizando) y como te introducen dentro de la escena guiándote con sus palabras y miradas para que no pierdas qué está pasado en todo momento. Los cambios constantes de personaje están muy bien diferenciados, incrementando la riqueza del montaje. Destacar la maestría de Laura Aubert en todo lo que hace; es hipnótica. Y la narrativa sincera de Anna Sahun que hace que quieras saber más y más de lo que te están mostrando.
La obra se complementa con la música creada por Judit Neddermann para la ocasión. Una música ambiental, pocas canciones y poca letra, que podemos disfrutar primero en manos de Amaia Miranda a la guitarra pero que, poco a poco, pudimos disfrutar de toda la compañía que sorprende al público tocando diferentes instrumentos musicales. Si bien es cierto que el montaje no es musical, sí eché de menos más contenido de este estilo.
Destacar también, en la parte técnica del espectáculo, el gran trabajo de iluminación de Sylvia Kuchinow, escenografía de Alfred Casas y Laura Clos ‘Closca’, y vestuario de Nídia Tusal. Empezando por la iluminación tenue y oscura que Kuchinow nos ofrece en el inicio (mágico momento de Domènec bajo la tormenta), hasta poder disfrutar de los ambientes internos (y externos) de las casas perdidas en las montañas, un trabajo preciso y, porqué no decirlo: perfecto; que ayuda aun más a meternos dentro de la historia. En la parte de la escenografía, destacar las maravillas que pueden hacerse con unos bancos, unas mesas y un poco de tierra del centenario suelo de la Biblioteca de Catalunya. La creación de Casas y Closca es sencillamente fantástica y efectiva. Sea cual sea la historia que nos cuente la compañía, el compendio de mesas y bancos puede convertirse fácilmente en una montaña, un puente o una muy funcional cajonera. Y, lo mejor de todo, es que no dudas de ello ni un minuto. Es, sencillamente, fascinante. Y, por último, destacar el vestuario diseñado por Tusal; un vestuario que encaja perfectamente con la idea del montaje, que sirve para cualquier cuadro y personaje y que, con un simple cambio dentro del actor o actriz que toma el mando, se convierte en algo nuevo. En tonos apagados y colores tierra, el vestuario se mimetiza con la escena, la iluminación y la idea del montaje. Un gran acierto.
Canto jo i la muntanya balla es un espectáculo al nivel que nos tiene acostumbrados La Perla 29. Ese tono solemne que siempre los ocupa, junto a esa búsqueda incansable de la perfección en el montaje. Aunque en algunos momentos el tono solemne puede hacer que el texto se vuelve monótono, siempre hay un elemento que la eleva de nuevo para que no perdamos un ápice de ella. La Perla 29, y Guillem Albà y Joan Arqué como equipo creativo, han hecho un buen trabajo de adaptación de la novela de Solà.
Crítica realizada por Norman Marsà