Quinta edición del Proyecto Zarza del Teatro de la Zarzuela de Madrid, y quinto casi lleno absoluto en todas las funciones de Amores en zarza, recopilación de zarzuelas clásicas como una actual lista de reproducción lírica de Spotify.
Tras José Luis Arellano, Susana Gómez, Pablo Messiez y Amelia Ochandiano, ahora es Nando López quien asume la labor de dramaturgo de Amores en zarza, un texto original que hila las composiciones musicales de Federico Chueca, Joaquín Valverde, José Serrano, Pablo Sorozábal, Ruperto Chapí y Gerónimo Giménez, dirigidas por Miquel Ortega al piano acompañado de un grupo de cámara.
Esta nueva producción del Teatro de la Zarzuela por jóvenes y para jóvenes de Amores en zarza es llevado a escena por la dirección de Rita Cosentino, que ha conseguido una excelente cohesión del elenco en las seis semanas del proceso de ensayos, y donde lo coral es la clave, sin dar mayor protagonismo a la historia de ninguno de los jóvenes que se preparan en el skate park para coger el Cercanías e irse de verbena a La Latina.
Fantásticas son la escenografía de Elisa Sanz, iluminación de Juanjo Llorens, y coreografía de Nuria Castejón, que hacen que Amores en zarza tenga esa vibración de teatro musical enriquecido por la lírica y la experiencia zarzuelera. Ya con el primer Zarza que fue La Revoltosa la experiencia desde el patio de butacas era la de estar viviendo un musical y me apena que sean tan pocas las oportunidades que se tiene de poder ver un montaje con vocación de merecer un mayor recorrido en cartelera.
Esta nueva dramaturgia juega con composiciones de zarzuelas como el Pasacalle de ‘El año pasado por agua’ de Chueca y Valverde, “A una gitana presiosa” de ‘La alegría del batallón’ de Serrano, “¡Qué partío has perdido, chiquillo!” y “La petenera” de ‘Don Manolito’ de Sorozábal, “Hágame usté el favor de oírme dos palabras” de ‘El año pasado por agua’ de Chueca y Valverde, “Yo soy español” de ‘La patria chica’ de Chapí, “Chinochilla de mi charniqué” y “¿Quién es usté?” de ‘La del manojo de rosas’ de Sorozábal, “Tambié yo me sofoco” de “La boda de Luis Alonso” de Giménez, el Fandango de ‘Los burladores’, “Yo soy español” de ‘La patria chica’ de Chapí, ‘Bailar al fin podemos ya’ de ‘El baile de Luis Alonso’ de Giménez o el Pasacalle de ‘La alegría de la huerta’ de Chueca.
El texto de Amores en zarza de Nando López es timorato y buenista, casi pecando de extremadamente casto y blanco en su contenido. Que un grupo adolescente alegremente diverso en relaciones afectivo-sexuales o raciales tenga un comportamiento tan políticamente correcto se mueve en la frontera de lo irreal y lo conciliador (de más). Entiendo la decisión de este enfoque, y hasta los contactos físicos que aprobarían las Flos Mariae en línea a su credo religioso, pero el espíritu de rebeldía y transgresión que se refleja en los graffittis de la escenografía es lo único “contra la norma” que se ve en escena, y pierde la oportunidad de contacto con el público joven. Agradezco que el didactismo de Nando López aquí se haya dejado de lado, pero también la conexión con la realidad ha sido relegada en pos del consenso y la unidad.
Que el contrapunto cómico de Amores en zarza sean jóvenes de esos que los medios nacionales definirían como “nostálgicos” cuando no dejan de ser fascistas, es todo un acierto, aunque luego la canción “Yo soy español” quede como un ‘We are the world” nacional y unionista (bien traído en texto y dirección escénica pero con una postura demasiado neutra).
Amores en zarza es todo un éxito que se merece una gira, una reposición y una mayor repercusión que la que tendrá, que no hace mas que reafirmar que el Proyecto Zarza se encuentra con una salud excelente y una vocación divulgativa excepcional.
Crítica realizada por Ismael Lomana