Desde el pasado 5 de febrero el Teatro Reina Victoria de Madrid acoge Asesinos todos, una comedia que narra la historia de dos matrimonios que ven amenaza su estabilidad y cuyo principal reclamo es la presencia de Carlos Sobera sobre las tablas.
Se trata de una obra escrita por Jordi Sánchez y Pep Antón Gómez en la que nos presentan a dos parejas, amigos de toda la vida, que a sus cincuenta años empiezan a ver cómo su tranquila vida cambia de manera inesperada. Una comedia teatral tan efectiva para entretenerse como plana y previsible en su estructura que tiene como ingredientes principales el humor y el misterio. Asesinos todos podría apreciarse mejor si en el teatro fuera más sensibles con las medidas de seguridad contra la COVID y en lugar de llamar la atención, con bastante retraso, a quien se deshace de la mascarilla tuvieran el valor de expulsar a esas personas que incumplen una norma cuyo objetivo es garantizar la seguridad de los espectadores y espectadoras.
Comienza la aventura teatral, aparecen dos de los cuatro personajes para anticiparnos qué tipo de humor vamos a presenciar durante los 95 minutos aproximados que dura el espectáculo: lleno de estereotipos. En determinados momentos logran arrancar carcajadas a un público completamente entregado a un montón de diálogos más o menos ingeniosos que cumplen el cometido de entretener y gustan a la mayoría de los asistentes. Su tirón comercial es innegable y en gran medida se debe a la presencia de la estrella televisiva Carlos Sobera y es que el presentador de origen vasco se ha hecho famoso por conducir programas como First Dates y La isla de las tentaciones entre otras propuestas descafeinadas de la actualidad. Una buena apuesta para vender entradas y atraer a un público televisivo a las butacas del Teatro Reina Victoria.
Por otro lado, Elisa Matilla y Neus Asensi forman un enérgico combo en el que se valora la gran química que hay entre ellas porque, independientemente de todo lo demás, es innegable que tienen una enorme complicidad y que están compenetradas a la perfección de principio a fin. Con su manejo de las interpretaciones, su vis cómica y su gestualidad se desenvuelven como peces en el agua sobre las tablas y es que estas dos actrices son la columna vertebral de Asesinos todos.
La mayor carga interpretativa y expresiva reside en Elisa Matilla porque cuando ella sale a escena acapara todo el protagonismo. Tira la casa por la ventana con su actuación para, finalmente, llevarse una ovación de los espectadores gracias a su desparpajo. Completa el reparto Ángel Pardo que, aunque su papel es algo más pequeño, su actuación es bastante floja y no logra convencer demasiado.
Entre todos logran que el ritmo de la obra no decaiga en ningún momento aunque, a mi parecer, tiene bastante más fuerza en la segunda mitad. Como es habitual es las comedias, Asesinos todos muestra un ritmo tembloroso, diálogos más o menos predecibles pero muy cercanos a la jerga actual y, en bastantes ocasiones, caen en los estereotipos y en el humor fácil.
Dejando a un lado las interpretaciones, la escenografía que van moviendo los propios actores encaja de maravilla con lo que va sucediendo sobre las tablas. Silvia de Marta no utiliza un gran despliegue de medios pero es que tampoco hace falta. La ubicación de los elementos posibilita la ejecución de los movimientos y los sutiles cambios de vestuario –de la mano de Guadalupe Valero– ayudan a que el público imagine dónde tiene lugar cada acción. Todo bien acompañado por una correcta iluminación de la que se encarga José Manuel Guerra.
En definitiva, una comedia bastante cómoda dirigida a un público que quiera disfrutar de dos actuaciones frescas y dinámicas buscando el mero entretenimiento en estos tiempos llenos de incertidumbre.
Crítica realizada por Patricia Moreno