Con todo lo que está ocurriendo en la actualidad, y el estado de la cultura en medio, roza lo milagroso que un proyecto escénico llegue al momento de compartirse con el público, y Paloma Negra (Tragicomedia del desierto) ya es de todos durante este mes de febrero en los Teatros del Canal de Madrid.
Ana María (Consuelo Trujillo) vive en el desierto con su hijo Lázaro José (José Bustos), su asistenta Manuela (Zaira Montes) y Max (Juan Vinuesa) un escritor que también vive el exilio republicano en México. Tomás (José Troncoso) y Juana (Yaiza Marcos) se mueven en esa frontera del desierto con todos los demás, recorriendo diariamente los kilómetros que les separan de sus objetos de amor y deseo. Una Paloma Negra abatida y a la intemperie es la más honda representación de estos personajes desubicados, extrañados y anhelantes de libertad o de su idea de la misma.
Quiero aproximarme a Paloma Negra como al material genuino que he querido descubrir con mis ojos, sin contar con referentes, adaptaciones, o ideas preconcebidas. He deseado acercarme a esta tragicomedia con unos ojos nuevos e ilusionados, par adentrarme en ese terreno agreste, infértil y hosco, donde todos lo personajes excavan alrededor de sus pies en busca de unas raíces tan profundas que no saldrán nunca a la luz. Estos exiliados son seres vivos como los cactus que les rodean: con una fina piel llena de espinas, a la intemperie, y un interior carnoso que retiene el poco agua que consiguen recabar, y que ni siquiera pueden desperdiciar en forma de lágrimas.
Alberto Conejero retoma la dirección de un texto propio, David Picazo a las luces, y Alessio Meloni en el espacio escénico, vestuario y atrezzo; música original de Mariano Marín, con piezas interpretadas al piano por José Bustos. Todo un equipo artístico de confianza para apoyar el trabajo actoral de todos los involucrados en «La geometría del trigo», al que añaden a Yaiza Marcos, que aquí es el contrapunto local, la mexicana Juana, que orbita alrededor de los españolazos extranjeros, aunque algunos de ellos sean tan de allí aunque les consideren de allá. Los personajes de José Troncoso y José Bustos experimentan esa realidad que muchos españoles hoy siguen viviendo por la asunción de que si la apariencia física es distinta de la común, el primer pensamiento es que “esa gente no es de aquí”. Extranjeros en su propio país.
Y un poco eso es Paloma Negra, la extrañeza y otredad de unos personajes que viven resignados a vivir la vida que les dejan, que no es la que les representa o ellos llegaron a soñar. A Ana María no le echan de menos en España como ella ansía, Max no recibe el reconocimiento que desea, Lázaro no logra ganarse la admiración de su madre, ni Manuela querer a quien ella quiere, ni Tomás a la inversa, y ni siquiera Juana tiene claro lo que desea. Paloma Negra es el grito en el desierto de los resignados, de los abandonados y del abandono al que nos sometemos cuando las señales que recibimos no hacen más que provocarnos cicatrices que mostrar en nuestra superficie. Detrás de la comedia y los momentos de respiro , se esconde un drama que Conejero, en un ejercicio de optimismo, ha preferido mantener bajo las dunas antes que dejarlo a la intemperie. Es el oasis con palmeras en el que los perdidos en el desierto pueden saciar su sed, siendo precisamente un espejismo el futuro que les espera.
Creo que Paloma Negra es necesario en el momento actual, porque sus personajes son principalmente vitales ante la adversidad, y actualmente estamos todos en un entorno muy adverso, y si sobre el escenario a ellos las cosas les van, aunque no sea bien, a nosotros nos irá igual, pero al menos nos irá.
Crítica realizada por Ismael Lomana