El Mercat de les Flors se convierte en hogar del espectáculo Carmen // Shakespeare: La Total dentro de la constelación dedicada a la Cia. Hors Champ / Fuera de Campo. La visita de Olga Mesa y Francisco Ruiz de Infante se convierte, sin duda, en una de las más necesarias y relevantes de las que podremos disfrutar esta temporada.
Nos encontramos ante un proyecto temático (2013-2019) que reúne tres piezas y asimila también para el público el largo recorrido de la propuesta, trascendiendo el ámbito de la creación y acercándolo hacia la recepción, concepción y aprehensión, entendiendo este último término desde su vertiente más filosófica y psicológica. Los creadores trabajan a partir del mito de Carmen de Bizet y los sonetos de amor de William Shakespeare y teorizan sobre la construcción de las relaciones (también artísticas) en un entorno (escénico y no) dominado por la tecnología. Un espectáculo «fuera de formato» que se convierte en una titánica y maravillosa muestra escénico-teórica de la danza y cómo se muestra desde la disciplina la relación/ vinculación/fusión entre el amor y la muerte, rompiendo o superponiendo las unidades de espacio, tiempo y lugar (físico y mental).
El desbarajuste anárquico de las relaciones humanas que es también una teorización a partir del cuerpo y la imagen vehiculada por una sorprendente y pluscuamperfecta adecuación dramatúrgica. La labor de Mesa y Ruiz Infante en este terreno es sobresaliente y francamente cuesta creer que tras el «verdadero» y totalmente verosímil pandemónium haya un orden y sobretodo una capacidad férrea e inquebrantable de trabajar y desarrollar ideas hasta las últimas consecuencias. Exprimiendo, probando y mostrando también las inseguridades que surgen a lo largo de todo el proceso de creación y ejecución, la concepción de la pieza sitúa a sus artífices en un lugar privilegiado en lo que se refiere a la relación consecución/aportación/contribución artística, siendo esta última una de las mayores y sustanciales vistas en mucho tiempo. La visión y consejo dramatúrgico de Roberto Fratini Serafide resulta colindante e imprescindible para que esto suceda.
Una lección magistral también de dramaturgia. Una sistematización a partir del cuerpo y la imagen. Con un virtuosismo equidistante entre el dominio, el conocimiento y el nivel ejecución/conversación, Mesa se descubre ante nosotros como una oradora privilegiada. Sucinta en palabras y generosa en movimiento. Eminentemente comunicativa, plasma a partir de tan implacable lenguaje interno la relación vinculante entre personaje/autoría, ficción/realidad, pasado/presente/futuro, tecnología/oficio siempre de un modo exponencial y dominando incluso el desconcierto. Cómo se aprovechan la iconografía de Carmen y las palabras del bardo para mostrar el conflicto es algo que experimentamos desde lo sensorial. Escucha a través de la mirada. Para todo aquel que quiera teoría de la danza y prefiera un formato diferente al libro, aquí tiene una oportunidad de valiosísima. El conflicto, decíamos, a partir de la interacción invasiva de cables y objetos con la posición cuerpo/cámara y el montaje audiovisual y sonoro. El uso de la repetición/consecución resulta un recurso inestimable y muy bien tramado.
El liderazgo de Mesa es crepuscular. Resulta envidiable su empuje e ímpetu para enfrentar la propuesta de principio a fin e incluir al resto de participantes, dentro y fuera de escena. Una dinamizadora excepcional completamente entregada a la visión que quiere mostrar. Domina el punto de vista a través de una interacción itinerante con y todo lo que ocupa la escena. Las dinámicas que establece junto a Ruiz Infante transitan por tan particular lenguaje artístico a la vez que (de)muestra y (re)valida tanto su experiencia como sus tribulaciones al respecto. Juntos escenifican a la perfección el pisarse y el no comprenderse con una capacidad increíble para incluirnos en su recorrido. Llevando lo ínter o, mejor, multidisciplinar hasta las últimas consecuencias nunca habrá redundancia entre lo que dice el texto y lo que expresan los cuerpos u ubjetos. Todo suma a partir de ejemplos para conseguir plasmar las ideas planteadas. La percepción y significación del círculo que comprende la alegoría de mundo que se cierra y otro que se abre, la utilización de imágenes desenfocadas que laten buscando y mostrando la existencia y subsistencia que supura de cada imprecisión. Fragmentos y superposiciones que reflexionan y crean a partir de la inconexión aparente. De un modo hiperestésico que descontextualiza para, de nuevo, (re)conexionar.
Las implicaciones diegéticas y extradiegéticas nos sitúan en un terreno en el que no hay aquí ni ahora y hacia el que nos vemos completamente arrastrados. Seducidos, entre absortos y expiados. La instalación y utilización de múltiples dispositivos y el engranaje audiovisual y sonoro son, probablemente, lo más y mejor elaborado (y alineado) que se ha visto en mucho tiempo. Imprescindibles para mostrar y plasmar la noción de conflicto y miedo y ese caos de las relaciones e implicaciones humanas. Invencible e insuperable la implicación e impacto en la propuesta de luces de David Benito y el sonido de Frédéric Apffel y la apabullante coordinación técnica del mismo Benito y David Colmenero. Completamente al servicio de lo que sucede en escena, la presencia técnica resulta totalmente en primera persona. Cada «ruido», cada «luz» y cada «fallo» están ahí en el momento preciso y en conjunción infalible con todo lo explicado hasta aquí. Un control imposible de imaginar hasta que asistimos a esta representación plagada de cables, en la que la percepción y la certeza también se entrelazan hasta conseguir un resultado único e indescriptible fuera de la gran capacidad y concepción del espectro abstracto que se demuestra, desarrolla y contagia.
Y, de repente, Mesa pisa con fuerza y nos invita a un casting de toreadores inolvidable. Coreografiando e interpretando(se) encima y bailando a modo de master class con una energía y exactitud clarividente, esconde una técnica excepcional dentro del lenguaje propio al que se nos invita durante la jornada. A nosotros y a unos cómplices y entregadísimos Sara Vaz, Félix Ramon, Élise Moreau, Kevin Antequera, Omar Puga, Marta Fernández Tusón, Andrea López y Francesco Sinopoli. Momento único dentro de una pieza que todavía lo es más y en los que se «escanea» literalmente cada movimiento. Una catarsis en toda regla que, posteriormente, también se alcanzará a partir de la mayor muestra escénica del sentimiento de vergüenza que hayamos podido contemplar sobre un escenario. Increíble e impagable lingote de oro puro.
Por si esto fuera poco, hay un cuarto acto, titulado «Acto reticente (Ese de la muerte)». Maravilloso cierre o culminación (si es que esta propuesta termina en algún momento) donde la instalación se vuelve completamente inmersiva y los espectadores se convierten de algún modo en el presente de la pieza. Transitando y uniendo, reconstruyendo su propia versión/visión. Se juega también con la (des)mitificación de los personajes manteniéndolos en esa mirada constante pasado-futuro para finalmente quedar en suspenso, algo que puede explicar (como el resto de la pieza) la disciplina completa a la que representa el espectáculo. Nuestro cuerpo ocupará el espacio (hasta ahora no atravesado) para contemplar sus restos y de nuevo transformará el mismo.
Una hermosísima forma de captar la esencia del canal comunicativo y recíproco emisor-receptor, posibilitándolo en el territorio de la danza y convirtiéndola también en un nuevo círculo que la vincula desde y como ambos factores de transmisión. También, la reafirmación del a priori de la propuesta ya que, finalmente, ni la misma ni su lenguaje ni mucho menos su percepción nos llegará como algo finito o que muere sino como el grandísimo acto de amor que es. Hacia la disciplina que defiende y el vocabulario que desarrolla y, por extensión, a todos los que de algún modo participamos en/de ella.
Crítica realizada por Fernando Solla