Faltan calificativos para describir la memorable noche que nos ha regalado Javier Camarena en el Teatro Real de Madrid. El que es ya considerado uno de los mejores tenores de la actualidad ha derrochado maestría ante un entregado público.
Javier Camarena está en ese olimpo al que llegan pocos tenores. Su impecable voz, perfección y arte están fuera de discusión. Pero además tiene Javier Camarena una cercanía envidiable. Serán sus raíces mejicanas, su sangre latina o simplemente su saber estar, los que transmiten una humildad y un agradecimiento nada impostados. Eso le engrandece aún más. Si ya los que le hemos podido disfrutar en alguna ópera lo hemos constatado, en un formato recital su talento queda fuera de discusión.
En una primera parte ha asombrado con “L’amour! L’amour!…Ah! Léve-toi, soleil!” de Romeo y Julieta. Ha seguido impecablemente con “Seul la terre” de Don Sebastián, Rey de Portugal. Después de unas emocionadas palabras en las que ha reconocido lo agradecido que se hallaba de estar en el Teatro Real en unas circunstancias tan complicadas, ha querido terminar el primer acto con la alegre y evocadora “Je suis joyeux comme un pinson”, en las que ha hecho gala de su parte más actoral.
Entrados en la segunda parte nos ha emocionado con Rossini y Donizetti. Con las arias de Roberto Devereux nos ha dejado gritando bravos.
Hay que mencionar la maestría de Iván López-Reynoso, director mejicano también, que ha ejercido una dirección enérgica y alegre. Un director al que seguirle la pista. La orquesta ha estado entregada a la causa y al momento. Ha sonado potente en los interludios, especialmente en la Obertura de Roberto Devereux.
No podía irse el gran tenor sin un bis. ¡Y menudo bis! Ha querido volver a insuflarnos esperanza en estos momentos difíciles, en los que muchos ya no están entre nosotros. Para ello ha querido recordar a Armando Manzanero, recientemente fallecido. Acompañado al piano nos ha dejado con un nudo en la garganta con “Esta tarde vi llover”.
Que la cultura y la música son balsámicos y necesarios para sanar el alma queda constatado en acontecimientos como este. No hay suficientes palabras de agradecimiento al Teatro Real por, contra viento y marea, decidirse a programar óperas y recitales, demostrando que necesitamos juntarnos, con distancia y seguridad, para el disfrute colectivo y único de la música en directo. Hoy, gracias a la música y al imponente hacer de Javier Camarena somos algo mejores entre la incertidumbre reinante. ¡Bravo! ¡Bravo!
Crítica realizada por Moisés C. Alabau