El Teatre Akadèmia normaliza la presencia en nuestros escenarios de Luigi Pirandello. Un autor referencial y al que no solemos recurrir de forma proporcional a su relevancia y que encuentra en Mario Gas un aliado y ferviente admirador/discípulo que convierte L’home de la flor als llavis i… en un inspirado y bien interpretado comentario de texto dramatizado.
La excepcionalidad del momento. Los dos extremos de un diálogo de un solo acto que culmina en un gran soliloquio del protagonista. Un fugaz encuentro entre un ser que vive intensamente el poco tiempo que le queda de vida y otro que tiene tiempo y posibles de sobra para matar (su tiempo) de brazos cruzados mientras esperan el próximo tren. Un lúcido análisis de las últimas sensaciones telúricas a partir de evocaciones de la vida cotidiana y su pérdida inminente a causa de una afección bucal con nombre de flor. Cómo esto se explica a través de una especie de análisis psicológico en formato dramático precursor del teatro del absurdo es algo marca de la casa y que no descubriremos aquí. Eso sería en líneas generales L’uomo dal fiore in bocca.
¿Qué hay del “i”? En esta ocasión, Gas cuenta con la complicidad de Montse Guallar, Àlex Casanovas y Xavier Ripoll también en el apartado de la dramaturgia. La entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial, el régimen fascista de Mussolini e, incluso, la ruina familiar y posterior pérdida de la aportación de la primera esposa del autor/personaje a causa de la quiebra de los negocios de su figura paterna… Sin duda, factores que influyeron en la visión vital y existencialista de Pirandello para con su obra. Aquí se ha trazado un dibujo aproximativo muy sentido y emotivo, ya que se genera la ilusión de la posibilidad de girar las tornas y que el propio autor tome las riendas de su vida y se explique ante nosotros convertido en personaje y protagonista de su propia historia una vez ya la ha vivido.
¿Cómo se consigue esto? A la muy destacable traducción de Pau Vidal se le une la creación de un itinerario compartido e inclusivo del formato epistolar y confesional. Ya desde la utilización del espacio y su protagonismo evocador y multidimensional de ambientes. A medida que las capas del texto se van descubriendo y superponiendo, también los espacios, tiempos, personajes y sus relaciones/vinculaciones. De este modo, el autor se convertirá en personaje protagonista y secundario, participante y oyente. Siendo testigo de sus creaciones y participando de ellas. Un desdoblamiento constante que se extiende también a la hermosísima escenificación de la correspondencia mantenida con la actriz Marta Abba. Musa y estrella que cumple la función de mostrar esa estima y admiración que trasciende del amor por la fascinación ante el talento mutuo, recíproco y totalmente compenetrado.
Todo gira sobre la idea de re-encuentro. Entre personas/personajes pero también entre el oficio, la obra y la trayectoria del artista/intérprete. Luces y sombras de una profesión que ha marcada la vida del acomodador de la sala, la que nosotros también visitamos y transitamos. También actor que no ha conocido tanta fortuna y que en esta miscelánea de recuerdo y ficción se convertirá en protagonista de la pieza central. Reencuentro decíamos también entre recintos y disciplinas. De este modo, acudimos a una proyección cinematográfica pero también al bar o al museo, incluso a la estación de tren donde se localiza la obra titular. Sensaciones perfectamente captadas por el espacio escénico de Sebastià Brosa y Paula Bosch. La introducción es pura orfebrería, así como la aparición del personaje de Abba. Junto al diseño de iluminación de Lluís Serra y el espacio sonoro de Orestes Gas se naturalizan no solo las transiciones sino esta múltiple presencia y asistencia. A este respecto, el figurinismo de Antonio Belart y la estupenda caracterización de Helena Fenoy y Marta Ferrer aportan varios enteros hasta redondear el resultado final de la propuesta, marcando el ritmo de los latidos evocados (y evocadores).
Y, por supuesto, un nuevo acercamiento entre el director y unos intérpretes totalmente adecuados y alineados con todos y cada uno de los requerimientos de la propuesta. De su trabajo conjunto surge algo muy valioso y digno de admirar. Ripoll se muestra especialmente acorde con el estado anímico e intrínseco del también protagonista además de «creador» de la función. Consigue transmitir esa dualidad entre personaje «real» e imaginado en todo momento. A su vez, Casanovas aprovecha la posibilidad que se ofrece de constante intercambio para personificar y dignificar de algún modo al gremio al que pertenece, consiguiendo un protágonico destacable. Por último una conmovedora Montse Guallar se entrega con una sensibilidad exquisita tanto para decir el texto como para corporeizar a través de sus silencios, movimientos, mirada y escucha todo el abanico sensorial e impresionable necesario en la función. Un trabajo realmente muy especial.
Finalmente, L’home de la flor als llavis i… capta y explora la naturaleza lírica e imaginativa del original gracias a la integración y estreno de la nueva disposición del público y de esta triple y entrelazada planificación dramatúrgica. Una puesta en escena en la que los personajes encuentran un lugar donde buscarse y refugiarse. Su caleidoscópica razón de ser a partir de una emotiva y sensible aproximación a la solemnidad de la soledad. La de un autor que se buscaba a través de sus personajes y la reciprocidad de hacia y sus intérpretes, especialmente de una Abba/Guallar espléndida y a la altura de las expectativas evocadoras de tan suculento material de partida.
Crítica realizada por Fernando Solla