La Calòrica ha vuelto a la Sala Beckett de Barcelona con su última obra: Els ocells. La compañía, que presentó este texto dentro de la programación de la Temporada 2018-19 de la misma sala, vuelve para hacernos llorar de risa a la par que nos hacer reflexionar sobre verdades candentes de la actualidad.
Puedo llegar a afirmar sin equivocarme un ápice que La Calòrica es, ahora mismo, una de las compañías teatrales más punteras en nuestros tiempos. Sus montajes, con harta mala baba intrínseca en sus textos, despiertan la curiosidad del público hasta el nivel de vender casi la totalidad de las entradas antes de sus estrenos. Y es que, disfrutar de un espectáculo de dicha compañía es un placer que todo el público debería aprovechar. Sus textos, llenos de verdades directas arropados por el velo translúcido de la comedia, hacen que queramos más y más.
Ahora, como el Almendro, la compañía vuelve a casa por Navidad para hacernos llegar de nuevo su última obra, Els ocells. Una crítica directa a la sociedad como ninguna otra que nos sorprende a cada minuto sin descanso. Cuando parece que en esta vida todo está inventado, llegan ellos y le dan una nueva vuelta de tuerca bajo un humor ácido que nos destroza por dentro (soltando verdades como puños) y nos llena de vida.
En la obra Els ocells (441 aC), Aristófanes explica la historia de un ateniense adinerado que, harto de la injerencia pública en sus asuntos particulares, abandona el mundo de los humanos y convence a los pájaros de crear una nueva civilización. La democracia ateniense no ha cumplido aún cincuenta años y Aristófanes ya denuncia aquellos que instrumentalizan los problemas del pueblo para perseguir sus objetivos particulares.
Joan Yago, dramaturgo y miembro de la compañía, nos presenta un texto sin parangón. Inteligente, lleno de comedia pura y duro con el concepto actual de democracia. Inspirado en la obra de Aristófanes, este no deja títere con cabeza en una obra que, desde el primer minuto, nos sorprende gratamente bajo el punto de vista de un mundo roto. En él, dos fugados de la justicia se encuentran con un Puput que, a cambio de vivir y no convertirse en el plato principal del menú del día, les acercará al no-tan-conocido mundo de las aves. Con la excusa de guiarlos para construir una ciudad en las nubes y ayudarlos a progresar, uno de ellos tratará de convertirse en su líder político.
Joan Yago repasa la sátira de Els ocells con la que Aristófanes denunciaba a los que se lucraban y conseguían sus propios fines mediante el populismo y la convierte en un texto re-imaginado que critica el sistema actual de democracia. Veremos que no es democracia todo lo que reluce y que, incluso, sus primos hermanos como el sistema comercial, judicial y religioso nos están exentos de culpa. Magníficos momentos en la asamblea de pájaros, la inspección sorpresa o la familia Palomo pasarán a convertirse en momentos míticos de la compañía que recordaremos en próximos años.
Otra genialidad en la obra es la dirección de Israel Solà; marca reconocible en cualquier montaje de La Calòrica. Ese ritmo frenético y empático al que nos tiene acostumbrados es más preciso que un reloj suizo. Su dirección escénica y su mano firme en una obra que lleva un ritmo vibrante e imparable hacen que la hora y media que dura la obra (sin descanso) pase más rápido de lo esperado. Su mano firme en el tempo, sobretodo en las interpretaciones atropelladas de los actores y actrices el montaje, hacen que Els ocells, presente una ejecución perfecta; manteniendo tu visión siempre en escena y preparado para esperarte lo inesperable.
Por otro lado, mención especial se merece la parte técnica de la obra. Empezando por el exquisito vestuario creado por Albert Pascual y la perfecta caracterización de Anna Rosillo, quienes trabajan en conjunto para crear desde las perfectas caracterizaciones de cada uno de los pájaros, hasta el colorido vestuario que luce Pisteter, el capitalismo o la «arreglada» democracia. Por otro lado, la escenografía (construida por La Forja del Vallès y La Calòrica) pero ideada por el mismo Albert Pascual, igual que la iluminación, se convierte en un perfecto escenario para la obra. Más versátil de lo que parece en sus inicios, mezclado con el espacio sonoro creado por Guillem Rodríguez con la colaboración de Arnau Vallvé, nos mostrará momentos que, días después, serán difíciles de olvidar (aka el momento discoteca o la casa de la familia Palomo).
Por último, pero no por ello menos importante, hemos de alabar el trabajo de Esther López, Pep Ambròs, Xavi Francés y Aitor Galisteo-Rocher; quienes defienden a capa y espada una obra con la que se les ve disfrutar sobre las tablas. Desde la convicción y falta de escrúpulos que demuestra Pep Ambròs como Pisteter quien, ahora mismo, podría vendernos cualquier mierda de la Teletienda sin pestañear (y se lo compraríamos, está claro); el trabajazo que se marca Esther López clavando sus momentos de canto (¡brava!) y, sobretodo, su divertida parte actoral en el inicio de la obra; y la bis cómica que Xavi Francés y Aitor Galisteo-Rocher imprimen en la compañía (quedan para el recuerdo los momentazos de Xavi Francés como el Puput o el mismo capitalismo «cantando» por Camilo Sexto; y la democracia, el flamenco o la justicia interpretados fantásticamente por Aitor Galisteo-Rocher).
La Calòrica fue una de las compañías residentes la Temporada 2018-19 en la Sala Beckett de Barcelona en la que estrenaron Els ocells. Ahora, la sala recupera esta fantástica obra para todo aquel que se la haya perdido o quiera repetir.
Tras haber disfrutado varios espectáculos de la compañía, solo puedo decir que un obra lleve su sello es sencilla y llanamente sinónimo de éxito. Actualmente, pocas compañías teatrales pueden convertir en oro todo lo que tocan y, ellos, lo consiguen. Disfrutar de sus comedias es garantía de satisfacción. Puedes reír, puedes llorar pero, sobretodo, te van a hacer pensar. Porque ellos saben exponerte un tema, hacértelo explotar en la cara, que lo disfrutes y que, camino a casa, le des vueltas para encontrarle un sentido más allá de la parodia.
Señoras y señores, La Calòrica sabe agitar sus alas para hacer agitar conciencias. Ahora, desplieguen las suyas y ocupen las butacas de la Sala Beckett.
Crítica realizada por Norman Marsà