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21.12.2020 Críticas  
Una gala histórica

La Ópera de Tenerife cerró un año más con la Gala lírica el pasado sábado 12 de Diciembre con un repertorio que estuvo compuesto por grandes arias de los compositores más relevantes del mundo de la ópera. Un espectáculo que contó con la dirección musical de Sesto Quatrini, la intervención del tenor José Bros, la soprano Raquel Lojendio y la mezzosoprano María José Montiel.

Destacó el tenor José Bros por su dinamismo y musicalidad en su primera intervención, con una interpretación de “Una furtiva lagrima” de L’elisir d’amore de Donizetti. Bros supo transmitir a la perfección los matices de la melancolía y ternura de un amor no correspondido. Hizo gala de una técnica nítida y depurada, fruto de su extensa experiencia en los escenarios y su dedicación a una profesión que ama. Su expresividad y calidad vocal nos envolvió en un mundo de melodias tristes pero que claramente quieren transmitir amor y afecto. Una intervención que marcó el inicio de una serie de intervenciones por parte de los artistas que nos dejaron boquiabiertos.

Conocemos a Raquel Lojendio de otras representaciones, tales como Die Zauberflöte como Pashmina, y como en veces pasadas, la vimos nuevamente arrebatadora en sus arias. En especial destacamos su intervención en «Ecco: respiro appena… Io son l’umile ancella” de Adriana Lecouvreur de Puccini. Mostró una amplia tesitura y un maravilloso control de la respiración. Unos legatos que se salen de este mundo, que derivaron en frágiles pianissimos y transmitieron una belleza e intimidad que parecían que se iban a romper en cualquier momento y sin embargo no, transmitiendo la vulnerabilidad del personaje al que dió vida.

Maria José Montiel tuvo especial relevancia en su actuación. Abordó sus intervenciones con gran precisión, haciendo gala de unos poderosos graves que aportaron riqueza y expresividad. Nos enamoró con su excelente “Mon cœur s’ouvre à ta voix” de Samson et Dalila de Saint-Saëns que hizo emerger su alma de mezzosoprano.

“Viens, Mallika… Sous le dôme épais” de Lakmé, de Delibes, conocida también esta partitura como el dueto de las flores, fue interpretada de forma virtuosa por las dos voces femeninas. Una impecable versión que nos transportó al lejano y exótico Oriente.

Bajo la batuta de Sesto Quatrini, la Sinfónica de Tenerife se deslizó mágica a lo largo de toda la gala. Destacamos la bellísima partitura del Preludio acto III de Edgar, de Puccini. Nos permitió valorar la calidad no solo de la Sinfónica, sino también la del director. Con un carisma que marcó todas y cada unas de las piezas que pudimos escuchar en la velada, Sesto se diferenció como un director que, con maestría, sacó todo el potencial de la orquesta.

Como broche final pudimos disfrutar dos veces de un brindis. Los artistas nos deleitaron con el “Libiam ne’ lieti calici” de La Traviata de Verdi, si bien una de las melodías más conocidas de la ópera, también es de las más alegres y divertidas. El trío armonizó no sólo entre ellos, sino también con el auditorio, cerrando una gala fantástica en todos sus aspectos.

Crítica realizada por Darnell González y Celia García

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