Teatro Lara. Sala Lola Membrives. Año 2020. Un señor va al teatro a presenciar un espectáculo llamado Fahrenheit 108, que intenta explicarnos una serie de realidades actuales, vistas desde el futuro, que parece más un pasado.
Una capitana (Arlette Torres) y una sargenta (Yara Puebla) mantienen una reunión tras una intervención disolviendo un Fahrenheit 108, nombre que se le da al delito de mantener relaciones sexuales en el 2070, penado con la muerte, y que es la temperatura que alcanza el cuerpo mientras mantiene relaciones sexuales. Y hasta aquí el argumento; voy a meterme en materia.
Fahrenheit 108 está dirigida por Cecilia Gessa sobre la dramaturgia de Javier San Román, cuya trayectoria anterior a esto desconozco, y no se si es proclive a meterse en jardines que mejor dejar cuidar por manos profesionales en la materia.
Que lo mejor de todo Fahrenheit 108 sea el arte y el maquillaje y peluquería de Exther S. Mazarías, creo que ya cuenta suficiente del resultado final donde la dirección podría calificarla como “Error 404 – Not found” siguiendo códigos tecnológicos, o si no no se explican las decisiones de movimiento escénico e interpretativo ante dos mujeres que se mueven como robots en una telenovela sobre robots pero no son robots y esto no es una telenovela.
Pero lo que considero muy grave es el discurso de Javier San Román en su texto, que se mueve en la ignorancia completa en estudios sobre identidad de género y sexualidad, o todo está orquestado para tener un altavoz en una sala de teatro desde el que lanzar un discurso TERF (Feminista Radical Trans-Excluyente), lo cual es inadmisible.
Que quieran camuflar este ideario que atenta sobre derechos fundamentales con veganismo, concienciación medioambiental, y “body positive” con dos actrices objetivamente guapas y delgadas, bueno, vale, no se puede tener un elenco ideal en todas las ocasiones; pero que el giro final, y en resumen, todo el argumentario feminista proclamado durante la (estirada) duración total del espectáculo, debería ser replanteado, reformulado y corregido, porque al igual que una obra teatral con apología fascista no tendría cabida en nuestra cartelera, Fahrenheit 108 no debería tenerlo tampoco transmitiendo un mensaje tan dañino, maquillado como golpe de efecto.
Desde aquí me gustaría invitar a la reflexión al equipo, que antes de estrenar algo como esto, hubiesen necesitado de un asesoramiento o hasta una mesa de trabajo, sobre identidad de género para no participar de un discurso tránsfobo. Que todas las ciudadanas tengan apariencia femenina, distinguidas únicamente por el emplazamiento de su genitalia, y que esta misma sea el quid de toda la función, crea un sombrío contexto que no da lugar a cuestionamiento.
Solo espero que en 2070 estos planteamientos erróneos hayan sido abolidos, y Fahrenheit 108 se representase en clave de comedia para que esa nueva sociedad viese un ejemplo de lo absurdo que era tener ese pensamiento retrógrado.
Crítica realizada por Ismael Lomana