Poco a poco van reapareciendo en la cartelera aquellos montajes que quedaron interrumpidos como nuestra “vida normal” desde el mes de marzo. Contracorrientes se reestrena en Nave 73 arropado por un lleno absoluto.
Un pueblo y sus habitantes al margen de lo correctamente aceptado establecen su propia red de cuidados y deciden poner en pie un musical okupando un teatro. Los días previos a ese gran paso en sus vidas es Contracorrientes, un musical original con el mismo espíritu que el de sus personajes, que busca hacerse un hueco en la batalla de los grandes musicales de la Gran Vía y estos ambiciosos proyectos con pequeña escala pero grandes expectativas.
La dramaturgia de Contracorrientes es de Fran Granada, con la producción musical de Juan Hernando, especialista ya en poblar el Off de perlas musicales con sus composiciones originales. Sorprende la versatilidad del espacio escénico de Francisco Sánchez aunque ciertas decisiones que se tomen con ella sean cuestionables y aparatosas.
Contracorrientes sigue la estela que ya han abierto pequeños musicales como «Pegados», «24 horas en la vida de una mujer», y el gran éxito y ejemplo a seguir que es «La Llamada», que de una reducidísima escala en el Hall del Teatro Lara, saltó a la principal, y hay película y merchandising y toda una legión de fans que llena todos los fines de semana el espacio. Lo mínimo que se le debe pedir a un musical es que la partitura y la voz sean buenas, y Contracorrientes lo tiene, por lo que uno abandona Nave 73 sin sentir que no haya merecido la pena salir de casa.
Una vez pasada la gran prueba armónica del musical, deberíamos pasar a juzgar la dramaturgia y el movimiento escénico y dirección musical, y aquí Contracorrientes se queda en el aprobado raspado, ya que existen grandes zonas en penumbra en el arco de los personajes, decisiones dramáticas estigmatizantes y fallidas, o movimientos coreográficos sacados de galas de Operación Triunfo, que lastran la fluidez y la frescura de la propuesta. Los continuos fallo de sonido o que el diseño de luces y la ejecución del mismo fuese igual de nefasto que si yo mismo fuese el operario encargado, “son cosas del directo” y fueron tan continuados y evidentes, que no hará mas que mejorar en un futuro.
Pero no me gustaría que todos esos aspectos en lo que considero justo ser crítico ensombrezca el hecho de que las voces de Elisabeth Joy y Leyre Aranda son excepcionales, que la de Uri Guillem sus personajes no le permitan lucirse como se intuye que podría o que Sergio Satanassa es todo un descubrimiento y quizás sea excesivo pedir un spin off musical de su vida, o simplemente un show propio en el que se dedique a contar las cruentas y desternillantes anécdotas sexuales como las felaciones con sonda o los bukkakes con octogenarios.
Contracorrientes está encaminado y predestinado a ser la sensación de esta extraña temporada teatral del 2020, a la que deseo mucho éxito de público que es lo importante al fin y al cabo, y que sirva para demostrar que, como dicen sus propios personajes, los sueños están ahí esperando para cumplirse y que teniendo el panorama actual una compañía ponga en pie un proyecto con tanta luz y buenos deseos, es algo que merece el apoyo de todes.
Crítica realizada por Ismael Lomana