Llevan escasamente una semana, y Fariña ha supuesto el comienzo de éxito que las Naves del Español estaban esperando. Tras el libro, llegó la serie, y ahora la investigación de Nacho Carretero es dirigida por Tito Asorey en un montaje donde se danza, se ríe, se llora; todo ello aderezado de la blanca colombiana.
Somos muchos lo que esperábamos con ansia el comienzo de temporada de un espacio denostado en los últimos años, como las Naves de Español, y hacerlo con este Fariña junto con Dosis de Paraíso en otra de las salas, agotando localidades en todas las citas programadas hasta el momento, es un alegría para los teatreros y para mi en particular.
Fariña es un espectáculo total accesible para el gran público ya que nos cuenta la historia que ya sabemos, pero con la libertad que proporciona una puesta en escena como la que entrega Tito Asorey, sobre la adaptación del texto de Nacho Carretero junto con José L. Prieto. Cris Iglesias, Marcos Pereiro, María Vazquez, Sergio Zearreta y Xosé A. Touriñán van desfilando por el escenario como el alcalde, los contrabandistas, las madre coraje, los adictos, o los propios estupefacientes haciendo una aparición estelar.
Lo que ha ocurrido con Fariña es el gran ejemplo de cuando se tiene algo tan bueno entre manos, y que cuenta con todos los ingredientes para ser un éxito, es muy difícil ver el horizonte hasta el que puede llegar, y la adaptación teatral es un éxito en la ejecución y el fondo: música en directo, bailes regionales, lluvias de billetes de quinientas pesetas y la presencia de Cocaína y Hachís en escena, que supone una de las escenas memorables del montaje.
El diseño del espacio escénico a cuenta de José Faro y Coti, ayudado por el diseño de iluminación de Laura Iturralde, ayuda a crear un ambiente que se adapta a todas los cuadros que componen este mosaico que es Fariña. Si debo ponerle un pero es que se espera mucho más de esos dos niveles y esas puertas giratorias que podrían haber desvelado muchos secretos y tramas que apuntalasen el montaje, pero únicamente cito esto porque está presente en el ambiente un halo de gran musical políticamente incorrecto que haría las delicias de la Gran Vía.
Todo el trabajo actoral es impecable, y la dirección de Tito Asorey no da tregua al espectador al que los 100 minutos de duración les sabe a poco. Cris Iglesias brilla en las partes narrativas, Marcos Pereiro lo borda como Hachís, María Vázquez como madre, Sergio Zearreta en todas sus intervenciones marginales, y Xosé A. Touriñán, comodísimo encarnando al benefactor del pueblo.
Fariña es una pieza en la trayectoria de todo este gran proyecto, que complementa a la serie de televisión al propio libro insuflándole el alma del “en vivo y en directo” y donde más se puede hacer para recalcar la labor de divulgación de una época oscura en la historia del país, que no se estudia como otras tantas “cosas negras” que han ocurrido en España y que hay un gran interés en dejar tras la cortina de humo del Winston de contrabando, y tras una brillante introducción espacio-temporal, el tono de Fariña vira hacia el testimonio de las víctimas del narcotráfico, y uno abandona la Nave con la sensación de que tiene perspectiva y conciencia de lo que allí ocurrió, como ha ocurrido ya y ocurrirá con el estreno de Patria.
Crítica realizada por Ismael Lomana