El Aquitània Teatre acoge La canción de Ipanema, musical que nos explica el origen de la segunda canción más escuchada del mundo. Rubén Yuste dirige una función que despliega un abanico bastante representativo de la Bossa Nova (en portugués y español) con una compañía que convierte el espectáculo también en punto de encuentro entre ambos idiomas y territorios.
Este sería el valor añadido de un espectáculo de factura sencilla y que no parece necesitar más para cumplir su cometido: un viaje a un género musical. Todo sucederá de frente al público, como una estampa o postal. Como si nos situáramos a pie de playa o en el mismo bar donde Tom Jobim y Vinícius de Moraes se inspiraron hasta componer la versión que hoy conocemos de Garota de Ipanema. El relato dramático lo firma José Luís Sánchez, que también interpreta a de Moraes. Entre lo anecdótico y lo trascendental su texto es sobretodo ilustrativo de un amor furtivo entre el músico y una joven de 19 años. En paralelo se reflexiona sobre la dicotomía entre una profesión «seria» y nuestra vertiente más artística, algo de lo que el poeta y compositor es buen ejemplo. También se explica cómo en el Río de Janeiro de 1962 las mujeres no podían elegir con quién casarse sin la aprobación del hombre y se incluye la voluntad reivindicativa de algunos de los protagonistas.
El tiempo narrativo nos lleva del ahora al entonces en una doble y coexistente línea temporal. Desde aquí, una emotiva Assumpta Serna, que sube a las tablas tras más de cuatro décadas tras su debut en Antaviana (1977) y un cómodo y cómplice Toni Sevilla. Desde allí, unos sobrios y contenidos Sánchez y Jordi Cadellans y unas espléndidas Lari Antunes y Adriana García. Esta última se mete en la piel de la protagonista con una espontaneidad y dulzura tan especial como hipnótica. Ambas destacan tanto en la interpretación del texto como de las canciones. Sin duda, lo más conseguido del espectáculo junto a la dirección musical de Menno Marien y la interacción de los músicos Bruno Butenas y Gabriel Fortunato, banda real y «ficticia» al mismo tiempo que se desempeña especialmente bien en sus intervenciones conjuntas al lado de Sánchez y Cadellans.
Se agradece que Yuste no apueste por el jukebox convencional. Resulta un acierto la conciencia de canciones en español y portugués, algo que sobretodo García naturaliza de un modo excelente. Intuimos la implicación e identificación personal del director en este proyecto y no deja de sorprendernos la inversión de la función de varios de los números musicales con respecto al texto en muchos momentos. Habitualmente, las canciones hacen avanzar la acción o a los personajes y aquí parece como que sirven para hacer un alto en el camino y detenerse. Un contraste curioso y necesario si nos fijamos en la naturaleza e intención de la pieza, ya que se requiere esta parada si de lo que se trata es de explicar las canciones y su origen.
Finalmente, La canción de Ipanema se disfruta por el entendimiento y presencia en escena de Fortunato y Butenas junto a las (una vez más) muy adecuadas Antunes y García. La evocación de las canciones se mezcla con esa mirada entre melancólica e idealista (defendida por Serna) que nos ofrece un mensaje con intención inspiradora: no tengamos miedo de salirnos de la norma y de perseguir un sueño, especialmente en su vertiente más romántica y artística, si es que ambas acepciones se pueden disociar.
Crítica realizada por Fernando Solla