El Teatro del Barrio de Madrid se convierte, por obra y gracia de la ficción escrita por José Ramón Fernández, en el foso de un circo en el que un genial Luis Bermejo vive El minuto del payaso. 75, en realidad, de un monólogo glorioso, hilarante, absurdo y paródico, pero también agrio, reflexivo e intimista.
Pocos momentos hay de tanta intensidad como los previos a la salida al escenario, da igual si lo tuyo es la interpretación, la canción o, simplemente, tener que hablar en público. Pasa de todo por tu cabeza, se te seca la garganta y se te retuerce la boca del estómago. ¿Hasta dónde te pueden llevar los nervios? A este payaso, profesional del clown, le sueltan la lengua en una verborrea sin fin y una retórica ingeniosa y aguda, constante, sin descanso, plenamente acompasada, casi coreografiada, con el torrente de su gestualidad y corporeidad.
Pero por mucho que nos pese, tras ese discurso festivo y esa agitación gestual que nos hace reír y sonreír, se encuentra también un hombre, con su biografía, su familia, sus sueños, sus metas y sus frustraciones. Alguien que conoce la otra cara del circo, la que nunca vemos y está tras las carcajadas que provocan los payasos, el asombro que transmiten los domadores y el sobrecogimiento que causan los malabaristas. Una personalidad endurecida por los golpes que le ha dado la vida, una mentalidad curtida por los avatares de una profesión tan exigente como la suya y, aun así, una disposición para ofrecer siempre lo mejor de sí mismo, de sus capacidades, habilidades y experiencia.
Un todo protagonizado por una apabullante Luis Bermejo que llena el escenario con su voz, su gesto, su presencia y su movimiento. Su papel requiere una intensidad elevada que él mantiene con total naturalidad, sin caer en el exceso ni bajar el ritmo de más cuando el texto así lo requiere. Su agilidad para pasar de lo narrativo a lo descriptivo, del recuerdo a la fantasía, del monólogo al soliloquio, del personaje del payaso al clown que engancha, involucra y enamora a su público es de una sagacidad, mano izquierda y efectividad digna de admiración.
Un trabajo que Producciones El Zurdo puso en pie hace ya unos años, pero que sigue transmitiendo frescura y espontaneidad. Resultado deducible de una perfecta sincronización entre intérprete, autor (José Ramón Fernández) y director (Fernando Soto) que hace que saquen el máximo partido de su personaje, su situación y su discurso, dándole a su vez la flexibilidad suficiente para que Bermejo pueda amoldarlo a lo que el patio de butacas le transmite y le responde cuando se dirige expresamente a él. Capacidad de adaptación que seguro que hace que cada función sea tan única y especial como a la que asistió yo mismo días atrás en el Teatro del Barrio.
Crítica realizada por Lucas Ferreira