El estreno de algo de Pablo Remón siempre es noticia, pero si además es su primer estreno de un texto no escrito por él, y tomando a Lorca y su Doña Rosita, entonces la noticia es de portada. La Sala Negra de los Teatros del Canal acoge el estreno absoluto de una obra que emociona, conmueve y confirma que Pablo Remón es un autor/director de los que no defrauda.
Doña Rosita, la soltera, la famosa novela de Lorca, se transforma aquí en Doña Rosita, anotada. Pablo Remón hace uso de las muchas anotaciones de Lorca sobre el texto original para llegar a la capa profunda de la historia de esa solterona que se quedó esperando el regreso de su novio durante años, solo para descubrir que este se había casado y formado familia allende los mares. Doña Rosita se queda sola, soltera. Pero en esa historia hay un tremendo homenaje a las mujeres de la infancia de Lorca, a su mundo, sus decisiones.
Pablo Remón cuenta en el montaje su experiencia personal al acercarse al texto de Lorca, un texto que en tiempos de Tinder y feminismo puede parecer caduco, pero al reflexionar sobre ello, indaga en sus recuerdos y en las mujeres de su vida, y ahí el texto cobra sentido y actualidad. La obra concebida como el proceso de adaptar Doña Rosita nos lleva del plano real al plano de la ficción de un modo magistral. Pablo desordena el texto original, empezando por el tercer acto de Doña Rosita, y terminando con el momento en que Rosa y su novio se despiden sin saber que jamás volverán a verse. Pero eso no es el final, Pablo se guarda un epílogo de los que hacen caer lágrimas contenidas durante minutos.
Tres maestros de la interpretación cargan con el peso de todos los personajes. Francesco Carril que a mí me sigue sorprendiendo y deslumbrando en cada actuación en la que le veo. Francesco tiene esa virtud de emocionar de verdad, la facilidad con la que pasa de la comedia al drama es pasmosa, sin perder el pulso en ningún momento. Es un lujo disfrutarle y sin duda Pablo Remón saber dirigirle de manera asombrosa. Fernanda Orazi es una de las grandes de nuestro teatro y aquí está inconmensurable. La Orazi (si, hay que llamarla como a las grandes), hace un recital interpretativo de altura, ojo a su monólogo, ojo a sus cambios de registro. El trinomio perfecto lo cierra Manuela Paso, que es la perfecta madre, criada rumana, tía. Manuela Paso llena cada palabra.
Escenografía de Mónica Boromello que sorprende por su magia, por ser una caja de sorpresas. La música que suena en los momentos más oportunos subraya la intensidad de los momentos sin resultar tramposa.
Doña Rosita, anotada es pura perfección teatral. La facilidad que tiene Remón para tocar los resortes de la nostalgia y pellizcar en el momento justo es digna de estudio. Si con El Tratamiento nos dejaba un final en el que era difícil contener las lágrimas, aquí lo vuelve a hacer pero con aún más intensidad. Desde el principio nos va dando píldoras de emoción, son muchos los momentos en que el nudo en la garganta se hace incontrolable. No puedo más que recomendar que se acerquen al universo Lorquiano pasado por el tamiz Remón, no se me ocurre mejor mezcla ni mejor plan.
Crítica realizada por Moisés C. Alabau