El pasado 6 de diciembre, Clara Peya presentaba en Barcelona su primer trabajo discográfico de piano solo; A-A (Analogia de l’A-mort). La sala Utopia 126 albergó este concierto cargado de grandes emociones que colgó el cartel de Sold Out una semana antes de la presentación.
Que Clara Peya es una artista revelación, está claro. Sus composiciones, su estilo propio, su marca, es hartamente reconocible cuando escuchas una de sus composiciones; ya sea en un álbum o en una sala de teatro. Su savoir faire es tan exquisito que sus fans se lanzan a comprar las entradas para sus conciertos antes, incluso, que el nuevo álbum salga a la venta.
Todo lo que hace La Peya es digno de admiración. Ella rebienta la burbuja, se expresa, se muestra como es, se emociona y nos emociona con cada nota de su piano (sea del estilo que sea). Sus composiciones son tan milimetradas y a un tempo tan exacto que, podríamos decir que Clara Peya compone en exclusiva para Clara Peya. Crea música que solo ella puede tocar. Su virtuosimo al piano es tan destacado entre compañeros de profesión que nos vuelve acérrimos. Adictos a su sonido. A su nuevo material. Y, ciertamente, esto es lo que ocurrió en la presentación del nuevo álbum.
Clara sabe darnos lo que nos gusta. Y lo que nos gusta es Clara. Ella. Su sentir. Su alma. Ella, de pocas palabras, de las justas y necesarias, expresa su ser cuando se sienta en la banqueta de su(s) piano(s) de una forma que nos obnubila.
Su nuevo trabajo discográfico, A-A (Analogia de l’A-mort), es un compendio de canciones que nos hacen soñar, volar, descansar, tranquilizarnos, animarnos… En definitiva, nos hace vivir. Dicen que es un álbum de piano solo pero, no solo es piano. Es un pedazo de alma de la artista, poesía musical que nos muestra sus inquietudes basadas en las dualidades del pensamiento de la artista marcadas en un título y una composición. Como los contrarios, de repente, se necesitan para ser.
Clara Peya juega, en este álbum, con los dobles sentidos en los títulos. Así disfrutamos de temas como Abs-tracte, Con-fusió, Im-perdible, Dis-culpa o In-tens; entre otros.
Pero aun ser un álbum de «piano solo», Clara Peya no ha jugado sola. Vic Moliner ha sido gran parte de este trabajo. En su único estreno, el artista y productor estuvo presente en todo momento como partner de Peya; a su vez, se hizo cargo de las percusiones y el bajo. No faltaron también colaboraciones usuales que Clara Peya tiene en cada una de sus creaciones que, obviamente, acudieron a poner su grano de arena en una noche única. Destacar la (siempre) fantástica la voz e interpretación de la cantante y actriz Mariona Castillo en el tema Des-angelar y la danza contemporánea entre pájaros al filo de una cuerda de Ariadna Peya en el tema Re-üll. Si con la primera emmudecimos, con la segunda sentimos.
Según indicaba Clara Peya: «Este disco es la sinopsis de un año lleno de vulnerabilidad, contradicciones, exposición y dolor. De reconocimientos que no reconozco y de saltos demasiado altos. De romperse los dientes y de muros que no se pueden cruzar. De poner alcohol en la herida y de aprender a levantarse. De marchar lejos para estar cerca y de empezar la casa por el tejado. Un año de pasar mucho frío y sentir que desde el otro lado hay gente que me canta».
El nuevo trabajo discográfico de Clara Peya es un punto de inflexión en su carrera; un pequeño paréntesis, ya que, de hecho, sigue con su gira de Estòmac, Índiga o Les Impuxibles. Como ella misma indica: «No es un disco pensado sino sentido, es un disco que tenía que nacer ahora o no nacer nunca». Y, por dios, ¡nos alegramos que naciera!
Crítica realizada por Norman Marsà