Entrando por el Festival de Otoño, pero quedándose en la programación del Teatro de La Abadía, llega Próximo, de Claudio Tolcachir, una historia de amor contemporánea y muy cercana y reconocible por gran parte de la audiencia que acuda a verla.
Elián y Pablo (Santi Marín y Lautaro Perotti) ya no recuerdan cuándo empezó su historia a través de mensajes y videollamadas. Quién contactó a quién primero, ha pasado a un segundo plano, y viviendo a tantos kilómetros uno de otro, ha llegado el momento de afrontar si, sea lo que sea lo que han construido, soportará una desvirtualización. Las expectativas, la realidad, el compromiso, y los vínculos digitales, son solo algunos de los puntos con los que empatizaremos con estos dos personajes.
Claudio Tolcachir comenta que Próximo nace de la necesidad de “reencontrarnos como equipo de trabajo, la de tener una razón para estar juntos en el mundo, compartiendo primero ensayos y luego funciones.” Próximo nace ya sabiéndose ganadora y jugando con toda la ventaja que proporciona un equipo de confianza, y la relación personal que haya en este trío Perotti-Tolcachir-Marín, que traspase el hecho escénico.
No concibo en estos momentos un actor distinto a Lautaro Perotti que interprete un Pablo tan entrañable, devoto, comprometido y férreo en su determinación de seguir adelante; ya sea a base de trabajos precarios, camas calientes, “presidiendo” la ONU, o soportando a un pelotudo a miles de kilómetros que es una de las dos únicas razones por las que despertar cada día. Santi Marín logra exasperarme, que le odie, que me apetezca mandarle un privado a Pablo por Instagram para decirle que no le merece; y en mi cabeza grité un “karma is a bitch” cuando su Elián recibe un revés en la vida. ¿Cómo dos personajes tan antagónicos y en las antípodas geográficas pueden llegar a ser compatibles? Solo puede ser gracias al genio de Claudio Tolcachir al teclado de un texto que puede traspasar las salas teatrales y ser todo lo que quiera.
Quizás la referencia del título de esta opinión pueda llegar a despistar, cuando es mi homenaje al Pablo de Perotti, leyendo inglés, que me arrancó más de una sonrisa y quise abrazar; y que además tiene en común el desequilibrio en sentimientos de aquella y esta historia de amor. Pocos en la audiencia reconocerán que son Elián. Que se han comportado como tal (y lo siguen haciendo); jaleando a su cohorte follower a través de sus redes. Pocos o ninguno. Yo soy Pablo, claramente: asomado a esa ventana táctil de un dispositivo electrónico, colmando de likes sinceros, y descubriéndome tal como soy al otro, sin pretensiones ni ocultas intenciones.
La escenografía de Sofía Vicini es estupenda pero la noto desconectada, en el segundo plano, de la propuesta de Tolcachir (bienvenidas sean explicaciones, por favor). Lautaro Perotti, se puede extraer por mis palabras ya, considero que está bárbaro y me hace estrechar aún más el lazo que me ata hacia “lo argentino”. Santi Marín, extraordinario: repulsivo como Elián endiosado, y vulnerable cuando recibe el mordisco de realidad.
Próximo es la colisión del amor en tiempos del Tinder. Es la realidad mensual de todo aquel ser activo en aplicaciones de ligue, buscando el amor desesperadamente, en pleno tsunami de relaciones líquidas. Próximo es la mano de Naomi Watts que sale del agua en ‘Lo Imposible’, representando precisamente eso, que ante todas las adversidades y vínculos interpersonales, hay algo a lo que agarrarse, y el final de este montaje, que nos deja un suspiro ahogado, es nuestra tabla de salvación. Amemos sin limitación kilométrica, pero amemos.
Crítica realizada por Ismael Lomana