Precedido por un rotundo éxito en Barcelona, llega el fenómeno A.K.A. (Also Known As) de Daniel J. Meyer al Teatro de La Abadía; texto sobre un adolescente, cuya existencia se complica aún más, tras un acontecimiento trastocado por un ente adulto, con una mirada oscura
Albert Salazar interpreta a un chaval de 15 que escucha el rap de Brock Ansiolitiko, la electrónica oscura de Skrillex, o el reggaeton añejo de los Calle 13, en su cuarto, controlando todo su mundo a golpe de pantalla táctil, deslizando hacia arriba, hacia abajo, tapping twice para expresar algo que le gusta, y acudiendo a la llamada de “la vieja” para cenar. El ritmo de toda esa música y su monopatín, le permiten moverse por esa rutina diaria de casa-instituto-reuniones de orientación semanales-casa y vuelta a empezar. Él no considera que le pase nada, ni tiene nada triste ni traumático que compartir con el público, sus compañeros de “terapia”, unos adolescentes más que solo compartimos todo lo malo que nos pasa en el día a día. Su mundo se trastoca tras conocer a un amor que cambiará no ya su rutina, sino todo su mundo a partir de aquello que ocurre una tarde de vino y velas, y es ahí donde quién es él, y qué es lo que quiere, definirán toda su vida.
Daniel J. Meyer tiene un gran mérito al haber escrito un texto sobre un joven, para ser escuchado por un amplio público, desde los propios adolescentes, hasta esos adultos entrometidos que trastocan el mundo del protagonista; sin que asome esa fácil digestión que achaco a todos esos textos de “teatro adolescente” que campan a sus anchas por las carteleras nacionales, y que siendo una loable labor la que desempeñan en sus funciones matinales para institutos, el tono de los mensajes de esos proyectos, y la forma de llevarlos a escena, adolecen de no dejar de ser charlitas de adultos para adolescentes díscolos y descerebrados, y todas parecen un nuevo volúmen de “Moraleja para Dummies”.
Cuando me recomendaron encarecidamente que viese este espectáculo de “teatro para adolescentes”, nunca una preposición tuvo tanto sentido y tanto valor, porque todo lo que lleva ese “para” no hace más que crearme rechazo, y yo con A.K.A. cambio ese “para” por un “de” que es lo más acertado y justo. Las palabras de Daniel J. Meyer, llevadas a la vida por Albert Salazar, con la atenta mirada y manejo de Montse Rodríguez Clusella a la fantástica dirección, son claves para que este montaje haya salido del peligroso mundo (para adultos) de las matinales, para ser un éxito de público sea la hora en la que se programe. Quizás hasta el momento no ha habido una unánime aceptación de la crítica adolescente y adulta, sobre un montaje teatral, porque A.K.A. no quiere, o al menos eso percibo yo, adoctrinar, o enseñar sobre nada, sino contar una historia que puede pasarte a ti, o escuchar que le ha pasado a un vecino de tu amigo Martí, o al sobrino de tu compañero de trabajo.
Montse Rodríguez Clusella logra que la interpretación de Albert Salazar sea completamente natural y libre. Que el público percibe que hay un adolescente en la sala, que te está contando sus movidas, como si fueses un colega más, en el parque, al calor de un porro que se comparte. Mérito también del que lleva el peso de toda la función, Albert Salazar, el cual, alejado ya (por poco) de la edad que interpreta, pero con la perspectiva de cierta proximidad que aún conserva, ofrece una interpretación que justifica y explica el buzz que desde la vecina Barcelona nos llegaba, y que no hacía más que aumentar las expectativas de que algo grande se acercaba a la capital, gracias al buen gusto y la apuesta de la actual dirección del Teatro de La Abadía, por regalarnos proyectos a los que solo tendríamos acceso yendo de excursión.
La adaptación del diseño de la escenografía de Anna Tantull, de la Sala Flyhard a esta Sala José Luis Alonso, ha sido muy inteligente, así como el diseño de iluminación de Xavi Gardés y Fernando Portillo, con su cúlmen en todo ese tramo que va desde esa tarde en el parque, hacia delante: pinceladas de genialidad lumínica que nos hacen ver y sentir, algo que no está, pero que gracias a ese cuidado estudio de la escena, hacen que un personaje “fantasma” cobre presencia en escena.
He sido vago al querer expresar de qué va A.K.A, porque de todo lo que había leído y sigo leyendo a colación de este estreno, ninguno encaja en la temática que para mi, desarrolla este texto de Daniel J. Meyer. Es todo lo que leo, y nada sobre eso, sino más próximo todo a la actual oleada del ascenso de la extrema derecha en nuestro país y el mundo, y las consecuencias que conlleva, envalentonando a todo ese clan cavernario, que estaba deseando asomar sus retorcidas fauces, después de años en las sombras, y que no piensan más que de alimentarse de todo aquel que pase por delante de ellos, buscando la desgracia, el revanchismo, y la venganza más cruel y absurda.
Crítica realizada por Ismael Lomana