Calificar el Ricardo III de Miguel del Arco y Antonio Rojano, de trallazo, se quedaría corto. El Pavón Teatro Kamikaze estrena la bomba atómica de la temporada teatral, para arrasar la platea a golpe de humor negro, sátira política, y mucha mala baba.
Esta versión libre de Del Arco y Rojano, sobre el original de William Shakespeare, mantiene la esencia de “a rey muerto, rey puesto” y relata todo el ascenso de Ricardo III hasta el trono de Inglaterra, tras llevarse por delante a toda su competencia. Y lo importante no es ya contra quién lo hace, sino cómo lo hace, y este nuevo dúo maravilla, que desde la unión de Los Faraones (Bezerra y Luque) no se había visto sobre las tablas.
Poco me quiero detener en relatar lo que sobre el escenario de la sala Principal del Pavón Teatro Kamikaze ocurre (ya habéis leído), porque prefiero que directamente saquéis vuestra entrada, os sentéis en vuestra butaca, y gocéis de lo que allí monta este contemporáneo Ricardo III que le sienta tan bien a Israel Elejalde, y que se disfruta tanto. Se nota que ha hecho suyo el personaje, y le resulta tan cercana la maldad que él destila, como lo hace leer un periódico online o asomarse al noticiero vespertino. Sus carcajadas, su actitud de castigador tullido, más próximo a Loquillo que al jorobado villano que interpreta; y cómo demuele la cuarta pared desde el primer minuto, es un goce, rozando el preliminar de una experiencia sexo-teatral.
Y si Israel Elejalde está rebosante sobre el escenario, las dos mujeres que le acompañan en escena están no solo magníficas, sino esplendorosas, radiantes, y bravas. De Verónica Ronda, no me esperaba menos, porque sobrada cuenta ha dado ya sobre las tablas de lo que vale, y su Lady Ana es tan humana, y está tan bien dibujada e interpretada, que su trayectoria del cementerio al altar, es comprensible y hasta justificada, así como su hilarante final, entre el patetismo, la crueldad y el suceso inevitable. Pero es que Manuela Velasco, a la que quien bien me conoce (hola M.!) sabe que tengo devoción, y a la ya elevo al título de diva: ¿se la ha visto alguna vez, en escena, más grande? Yo digo, no. ¿Podrá repetir esta interpretación que le viene tan como anillo al dedo y cuya influencia, la reina con nombre con zeta, es clara y a la que se llega a atisbar sobre el escenario? Lo dudo. Este es su Cinco Horas con Mario, y junto a la nominación que merece Rebeca Hernando por Las Canciones, Manuela Velasco merece la suya.
Cristobal Suárez como Buckingham y esa sorpresa vestida de negro con maleta Samsonite, que prefiero no desvelar, está como no le había desde La Función por Hacer, lo que no hace más que constatar lo bien que le viene la dirección de Miguel del Arco y la complicidad que entre ellos existe. Los otros tres hombres que completan el reparto (Álvaro Baguena, Chema del Barco y Alejandro Jato) están magníficos en todos los personajes en los que se desdoblan, y ahora mismo no podría pensar en mejor ensemble teatral para este Ricardo III.
Toda la concepción de este montaje es un lujo, se mire por donde se mire: sobria pero brillante escenografía de Amaya Cortaire, espléndido vestuario de Ana Garay, fascinante factura musical de Arnau Vilà y siempre maravillosa iluminación de David Picazo (AAII). Ya desde su anuncio, mas de uno tuvimos la carne de gallina al leer “Miguel del Arco dirigiendo un texto a con cuatro manos con Antonio Rojano” pero es que no era para menos, y el hype no ha muerto, sino que ha generado un efecto mariposa cuyas consecuencias en el panorama teatral, sufriremos con gusto, en el futuro: aquí está el listón, supérenlo, señoras.
Aquí podría ir un párrafo en el salivase sobre el nombre de Antonio Rojano, sus bondades, su sello, y todo lo que siento por mi crush teatral, pero me lo ahorro, Antonio, you already know.
A Miguel de Arco solo nos queda agradecerle que nos regale esta magistral Ricardo III, en este espacio que cada año cobra la relevancia que debería tener un espacio público en el terreno teatral, y que debe ser de las pocas cosas de gestión privada que me gustan.
Ricardo III es el Ricardo III que recordaré por los restos, y que acaba de desbancar al de Kevin Spacey, en el Old Vic, dirigido por Sam Mendes, cuyo programa conservo firmado en casa. Del Ricardo III de Del Arco y Rojano, quiero el poster, firmado, y fotos con todo el equipo. Carpetero forever. God save the Kings.
Crítica realizada por Ismael Lomana