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14.10.2019 Críticas  
La vida empieza en la Gran Vía

Después de una exitosa temporada en Barcelona llega a Madrid La Jaula de las Locas. En una Gran Vía abarrotada de musicales, entre éxitos consagrados, se abre paso en el Teatro Rialto un musical que destaca por la calidad de sus interpretaciones, por el buen gusto y por apostar por la calidad. Se nota que los que están detrás saben de lo que hablan cuando de hacer un musical se trata.

La Jaula de las Locas se estrenó en Broadway en 1983. Basado en la obra teatral del mismo nombre no tardó en ser un éxito. Su humor desenfadado, la trama de enredo y confusión, y unas canciones que se han convertido en himnos. “I am what I am”, versionado hasta la saciedad es el mejor ejemplo de hasta donde ha llegado la fama de este musical.

Al frente de este proyecto Àngel Llàcer y Manu Guix, que de otra cosa no sabrán, pero de lo que es un espectáculo para entretener lo saben a la perfección. Así que rodeados de un preciso equipo de producción han montado un show que recoge lo que un musical de Broadway debe ser. Hay un perfecto equilibrio entre la comedia y el drama. Se podía haber buscado el humor más grueso, la broma más picantona, pero se ha optado por una elegante sutilidad, huyendo de lo vulgar, cosa que se agradece desde la platea.

Evidentemente Llàcer guardándose el papel protagonista sabía lo que hacía. Un papel al que Àngel lleva por donde quiere. Se luce sin las estridencias a las que a veces nos tiene acostumbrados en sus intervenciones televisivas. Enorme trabajazo y digno de elogio. (Oriol Burés le sustituye en algunas funciones y me consta que el teatro se viene abajo también). Ivan Labanda, desconocido para el público madrileño se descubre aquí como la gran revelación del musical. Lo de Ivan es estratosférico. Quilates de saber hacer sobre unas tablas. Eso de los dos protagonistas, pero es que el resto del elenco está a la misma altura. Ricky Mata como Jacob no puede estar más descacharrante. José Luis Mosquera hace valer su experiencia consagrada en el mundo de los musicales. Y así pasando por todos los demás. Destacable es ese cuerpo de baile, las llamadas pajaritas de la jaula. Increíble trabajo de caracterización y de baile.

Con una factura sencilla. No esperen grandes decorados, ni despliegues tecnológicos, ni apabullantes coros, ni una orquesta filarmónica. Sin todo esto que suele ser marca de musical, La Jaula de las Locas consigue que todo parezca mucho más grande de lo que es. Diseño de luces y sonido que se agradecen por lo bien que funcionan y que consiguen que el show fluya. Todo es alegría en el musical, que se sigue entre la sonrisa y la emoción (el final del primer acto es apoteósico) . Se sale de la Jaula deseando quedarse a vivir para siempre en ella. La vida empieza allí, hoy y en cada función.

Crítica realizada por el equipo de EnPlatea

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