A Margarita, de Carlos Be, se representa los domingos en los Teatros Luchana de Madrid. El monólogo, interpretado por Sara Moros y dirigido por Sandra Dominique, involucra al espectador en los pensamientos y deseos, siempre en clave de humor, de esta encargada de supermercado, que se enfrenta a su soledad, a su familia, al tratamiento y a la enfermedad.
Margarita (Sara Moros) entra en un escenario a oscuras portando una pequeña vela, y se hace la luz. Nos cuenta la historia de su vida, la evolución del cáncer que padece desde el momento en que se lo diagnostican el día de su cumpleaños; hace chistes sobre la esperanza de vida, sobre sus propios hijos y su ex marido, y se plantea convertirse en cantante, “como María Dolores Pradera”, o en buceadora.
La protagonista nos cuenta sus sueños, o más bien, su anhelo de vivir. También confiesa su mayor arrepentimiento: fue esposa y madre de tres hijos y dice no haber vivido para ella, sino siempre para otros. Entre sus aventuras, peleas con su hijo mayor y su ex marido por la futura herencia, recuerdos de su madre, confidencias con una nuera con la que de veras se identifica, reconciliaciones con su hija mediana, “la aburrida”, y conversaciones descaradas con su hijo pequeño. Y, cómo no, una tarde de amor con un camarero al que también le marcó el cáncer.
Moros interpreta maravillosamente a todos y cada uno de los personajes y a una Margarita que se hace querer, que transmite alegría de vivir y mucha dulzura, pero nunca pena. No obstante, el sufrimiento de la paciente queda patente cuando se acurruca entre los cojines del escenario, cuando describe sus sesiones de quimioterapia y la quemazón en sus venas. Todo ello, aderezado con el alcohol, que alivia todo tipo de dolores, o los anestesia, e invita a retomar los vínculos con los seres queridos.
A Margarita comienza la cuenta atrás y nosotros, los espectadores, vislumbramos cachitos de su vida; aprendemos que todo puede cambiar en un segundo, que, según la protagonista, lo importante es saber querer y dejarse querer. Este unipersonal es un canto a la vida, a la esperanza, a las flores y a la valentía, una constante lucha entre los bienes materiales y el amor. Seguramente el público, además de maravillado con la actuación de Moros, salga preguntándose si realmente está haciendo lo que quiere con su vida.
Crítica realizada por Susana Inés Pérez