Pistoletazo de salida para la nueva temporada teatral, y el Pavón Teatro Kamikaze sienta las bases de lo que está por venir. Las Canciones, de Pablo Messiez, es una de esas joyas que uno se encuentra ya bien entrado el año, pero aquí pone un listón que pocos montajes podrán superar.
Es el cumpleaños de Irina (Mikele Urroz) y sus hermanas Olga (Rebeca Hernando), Iván (Íñigo Rodríguez-Claro) y sus respectivas parejas, Miguel (Jose Juan Rodríguez) y Natalia (Carlota Gaviño), están escuchando Las Canciones, mientras esperan la llegada de un coro, que no llega, y de unos músicos, Juan y Joan (Javier Ballesteros y Joan Solé) a quienes no se les espera. La “caja de música” que les acoge, marcará el ritmo de ese día, donde, como una canción, empieza y acaba, pero ninguno será el mismo.
Pablo Messiez vuelve al Kamikaze con la misteriosa historia de esta familia, marcada por la figura de un célebre y terrible figura paterna, cuya impronta les ha marcado y les condena a repetir la extraña disciplina de escucha activa y sensorial de Las Canciones. La caja de música es un Jardín de los Cerezos en los que Las Tres Hermanas e Ivánov, se mueven al ritmo de Leopoldo Mastelloni, Barbara, Nina Simone, y Liza Minelli. Messiez se apoya en el universo chekhoviano para este maravilloso texto, y dinamita la lógica interna de la obra dramática del ruso, para darle un fantástico giro donde lo imprevisible es ansiado, y los desenlaces son finales abiertos que yo hoy mismo, sigo desarrollando en mi cabeza.
Lo sencilla e imponente que es la escenografía de Alejandro Andújar (que también se ocupa del vestuario), desde el “telón de acero” que recibe al espectador, hasta cuando este se abre de par en par a la platea, y que se complementa a la perfección con el diseño de iluminación de la ya habitual en Messiez, Paloma Parra, son el marco perfecto para siete actores que siempre están estupendos, pero es que en Las Canciones están magníficos (y esto debería ir en mayúsculas, negrita, subrayado, y en formato Word Art con sombreado). Otra cosa no tendrá Pablo Messiez, pero lo que es la dirección de actores, lo controla al milímetro, y desde la butaca uno percibe la buena relación y el sentimiento de equipo entre ellos, hasta mencionando a compañeros ocupados en otros menesteres, como María Morales y Javier Lara.
Carlota Gaviño está deliciosa como madre canaria que vuelve a sentirse deseada, Mikele Urroz está etérea y parece que va a echar a volar de un momento a otro; Rebeca Hernando ha sembrado un papel que espero le reporte todos los premios teatrales de la temporada porque está inmensa. Íñigo Rodríguez-Claro, increíble como fatalista, deprimido y entregado a la autodestrucción; Jose Juan Rodríguez, una vez más, siendo memorable, carismático y un animal escénico al que no se puede perder de vista sobre el escenario. Joan Solé, dónde has estado todo este tiempo, que nunca te he visto, y ojalá te vea mucho a partir de ahora; Javier Ballesteros, hace rabiar a la audiencia por ser uno de nosotros el objeto de su seducción.
Qué maravilla (pecando, ahora sí de cursi, como me gritaría el Miguel de la obra) es ver la libertad de este proyecto de Pablo Messiez, con poderosísima coreografía de Lucas Condró, que hace que Las Canciones sea redonda, emocione, y se convierta en mi happy place, en el que refugiarme en semanas como esta, en la que, al igual que a sus personajes, Las Canciones me han salvado la vida.
Crítica realizada por Ismael Lomana