Jornada inaugural en FiraTàrrega 2019. Inicio de la 39ª edición y la primera dirección artística de Anna Giribet. Cuatro líneas transversales: Territorio, Identidad, Compromiso y Reflexión. No ha hecho falta más que una velada para comprobar la coherencia al respecto. Tanto de la estructura como de la programación de la acción de obertura.
Una conversación sobre los usos sociales y artísticos del espacio público. La politóloga, gestora y promotora cultura Judit Carrera ha moderado dos voces muy bien avenidas. Las de la bailarina, coreógrafa y pedagoga Àngels Margarit y del filósofo y profesor universitario Xavier Antich Una verdadera danza verbal y filosófica. Ideas desarrolladas con apasionamiento y convencimiento por ambos y que, puestas en común, han urdido un tejido que nos abriga y al mismo tiempo sacude. Un repulsivo contra la complejidad y el individualismo que protagonizamos en nuestro día a día.
Empalabrar la realidad y las inquietudes vitales e intrínsecas no es tarea fácil. Para los que conozcan la trayectoria y el skyline ideológico de los dos profesionales probablemente no haya habido especial novedad aunque tampoco se trataba de eso. Sino más bien de reforzar y asentar una realidad que la vorágine diaria sitúa fuera de la rotonda de nuestro movimiento intelectual. Una mirada mucho más allá de nuestras narices que, bien aplicada, nos puede liberar de miedos e inquietudes. Para eso están la escucha, el diálogo (verbal pero especialmente el corpóreo), la mirada y la interacción. Hacia lo conocido y sobretodo hacia lo desconocido.
La Plaça Major de Tàrrega abarrotada. De personas y de ideas. Ambos han convertido en tangible lo sensible y perceptivo. «Sin pensamiento no hay creación» se ha podido escuchar nada más empezar. La calle se ha recuperado asimilando el espacio público al espacio donde suceden las cosas y la gente piensa. Cada uno de los cuerpos que lo ocupan es un elemento pensante. El cerebro queda en segunda instancia, ya que por sí solo no podría actuar. El baile vendría a ser una fase previa al pensamiento que nos humaniza y nos explica asuntos complejos pero básicos y fundacionales de nuestra identidad y naturaleza antes de que seamos capaces de verbalizarlos. El espacio público, es por tanto, el lugar de la experiencia, la diversidad, la posibilidad y la transformación.
Espacios no verbales pero que sí son narrativos. La temporalidad entendida como cuerpo que se despliega en un lugar y une tiempo y espacio. «Una reflexión de cuerpos y trayectorias». Margarit ha definido el espacio público como una coreografía infinita. Pero, ¿qué es lo que convierte un espacio en público? Antich lo tiene claro: lo que hace la gente. Por tanto, algo imprevisible e ingobernable. Libre. En este contexto, entenderíamos el baile como una celebración de la vida. Así mismo, durante la práctica de la danza siempre se trabaja con la verdad, herramienta indispensable para un conocimiento real del otro.
Hemos hablado de la escucha, pero aquí necesitaremos de la mirada como instrumento indispensable de posición. Su experiencia es la de la vulnerabilidad, la mejor escuela para el enriquecimiento de la diversidad. La posibilidad de cambio y transformación nos llega con lo que viene de fuera, del exterior. Llegados a este punto, ya podemos unir y redefinir escucha y mirada como las formas mas primarias de apertura. Esto es algo cuya lógica se ve superada en una actualidad mediatizada al máximo. También nuestra relación con el mundo. Interactuamos a través de pantallas. Incluso parece como que nos queremos introducir dentro de las mismas. Un espacio y ámbito de actuación y movimiento escaso y reduccionista. Y esto no es asunto de pulgadas.
Todo el mundo nos parece accesible pero, en realidad, estamos creando (o ya lo hemos hecho) un efecto burbuja a nuestro alrededor. Una ilusión óptica que niega la calidad de la experiencia de las relaciones directas. Solo allí sucede lo imprevisto. Lo que nos modifica y nos explica como seres humanos. Margarit y Antich lo tienen claro. Nosotros también y, lo más importante, ahora disponemos de más y mejores herramientas para lanzarnos a tan particular y enorme aventura. Cada uno de los espectáculos y lugares de representación, fijos o itinerantes, de FiraTàrrega se convierten en una oportunidad.
En la misma ubicación pero girando nuestra posición y mirada hacia la fachada de la iglesia que la delimita se ha desarrollado el Finale del acto inaugural. Danza aérea a cargo de la compañía delRevés. Oído y mirada unidos como nueva forma de escucha. Tutús y polvos de talco en perfecta combinación con poleas, cable y cuerdas. Dos bailarinas ejecutando una coreografía aérea y vertical sobre el frontispicio. Desde los portillos hasta tocar con los pies en el suelo. La coreografía consiste en desarrollar las premisas básicas de la danza clásica. Lo nuevo, ahora sí, es nuestra mirada y cómo sus (y nuestros) cuerpos se escuchan en este espacio público, la calle, que compartimos. Un camino que desafía la gravedad y que marca y relee piezas musicales de Giselle, El cascanueces o El lago de los cisnes. El trabajo de ambas es finísimo al alcanzar los pasos y movimientos más delicados en combinación con la espectacularidad (bien entendida) de las acrobacias. Muy aplaudido ejemplo práctico de todo lo compartido en el primer tramo de la charla.
Por último, nos trasladamos a la colindante y vecina Plaça del Àlbers y nos reunimos con Júlia Farrero i Puig y su propuesta circense Teia. Un solo en el que la intimidad y el carisma han copado el protagonismo. Lenguaje eminentemente visual en el que predomina el uso del trapecio, del que la protagonista demuestra un dominio impoluto. Los equilibrios más impensables se ejecutan ante nosotros con pasmosa y aparente facilidad. Cuerpo, madera y recuerdos. Con una limpieza y pulcritud admirables se construye, delimita y modifica el escenario y, por tanto, el espacio donde sucede la representación. La realidad explicada y, finalmente, compartida. Un contexto rústico y una manifestación y expresividad completamente contemporáneas.
Una especie de ritual para discernir la complejidad del ser humano. Formalmente impecable y una pieza que, todavía más desarrollada, puede alcanzar un gran nivel artístico. A destacar, en gancho y proximidad de Farrero y sorprendente el uso de música cercana al chill out. Este tipo de música, sumado al trabajo de la artista, es formalmente relajado, tranquilo y armonioso. Algo que favorece, el ahondamiento y la reflexión.
Crítica realizada por Fernando Solla