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01.07.2019 Críticas  
Onanismo post mortem

Tras llevar meses siguiendo el estreno (real) de El Placer de la Provocación, ha llegado a Nave 73 dentro de su magnífico ciclo Iguales, con fecha única en esta sala, pero tranquilos, que aún podréis verla en este próximo mes.

El Placer de la Provocación de Pedro Martín Cedillo es una aproximación libre a la vida del actor porno gay Erik Rhodes (aquí Erik Rodas), el que se convirtió en todo un referente de la erótica homosexual, desde que en 2004 fichase por la productora Falcon Studios, convirtiéndose en el paradigma del empotrador modelo. Claudio Gómez y Joan Daròs le interpretan en escena, acompañados por Pedro Rubio, interpretando al amante heterosexual del actor, dirigidos todos por Jesús Sanz-Sebastián.

El porno ha ido evolucionando con los años, y en tiempos de redes sociales, uno puede hacerse una idea de cómo es la persona detrás del actor, aparte de la paja que este protagoniza. Erik Rhodes pasó a ser objeto del autoplacer a un porno profeta, por sus confesiones vertidas a través de su perfil en Tumblr. No es el único que abanderó toda una corriente “psico-sociológica” de la erótica, la industria pornográfica, y la imagen de ellos mismos en la sociedad, siendo, actualmente el actor porno, retirado del fornicio frente a las cámaras, Conner Habib, el máximo exponente, con sus conferencias, clubs del libro, y seminarios online.

Sorprende la lírica del texto de Pedro Martín Cedillo, contrapuesto a la sordidez del ambiente que describe, y en el que se mueve el protagonista, desde sex-shops, castings de sofá, y escorting. Claudio Gómez es el Erik muerto, la fantasía homosexual del “aquí te pillo, aquí te mato”, que se entrelaza con el James Naughtin de Joan Daròs, el Erik “persona”, en un ciclo interpretativo según evoluciona el proyecto. Cualquiera que haya seguido a la Escuela Nave 73, se habrá encontrado ya con Claudio Gómez, y yo mismo vaticinaba un protagonista súbito, y El Placer de la Provocación ha sido esa oportunidad. Erik Rodas es todo un reto interpretativo, no solo por la poética del texto, sino por la exposición plena y literal del actor ante el público. Los monólogos con un “full frontal” comienzan a ser un género en si mismo, y si tras el de Raúl Tejón dirigido por Javi Giner, con texto de María Velasco, lo dejaba difícil para los venideros, Claudio aprueba con nota este lance.

Pedro Rubio tiene la labor del personaje contenido, Daniel, aunque sea él el único que se desdoble en varios personajes. La química de Daniel y James/Erik, es palpable, y funciona el tiempo que esta línea se mantiene en el montaje.

Toda la curiosidad que me despertaba el montaje, por la temática y el enfoque, me ha convertido en víctima de un “expectativa versus realidad”, y la poesía del texto, se vuelve artificial y poco fluida. Sospecho que me di de bruces con una mala función, acusada por los nervios y la falta de rodaje, que indudablemente irá subsanándose en posteriores funciones, ya en su futura casa, El Umbral de Primavera, donde espero que esté en plena forma y muchos se acerquen a celebrar el Orgullo de la mejor forma, como es, yendo al teatro a apoyar textos y proyectos que hablen de una parte de nosotros.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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