Tras un arrollador éxito de público y crítica, en Barcelona, llega Hábitat (Doble Penetración) a la sala Intemperie Teatro, que está recuperando, con fuerza, gemas del Off actual.
Tres mujeres y dos hombres (Laura Daza, Georgina Latre, María Hernández, Jaume Viñas, Rafa Delacroix) living la vida millenial, a través de las pantallas táctiles de sus dispositivos portátiles, cuentan a la audiencia, en formato “stories”, sus problemas e inquietudes en una sociedad que no reconocen como propia, que no comprende su problemática superficial con profundas ramificaciones emocionales, ni encuentran la forma apropiada para relacionarse en carne y hueso. Estas barreras comunicativas, son las que utilizaran para comunicar a la audiencia, el porqué de todos sus males.
Hábitat (Doble Penetración), ya atrae solo por el morbo que produce una práctica sexual con la que muchos/as fantasean, mas allá de estar más extendida de lo que parece o se comenta. Osadía es lo que transmite el título de este texto de Roger Torns, que cuenta con el aliciente de poder seguir a sus protagonistas a través de sus perfiles de Instagram, antes de entrar en la función, y durante, puesto que los directos que realizan en escena, pueden ser seguidos in situ, y uno es animado a ello, a la interacción con los actores, grabándoles, fotografiándoles y taggeando sus usuarios, o escribiéndoles, esperando ser respondidos. Desubica y desconcierta a la vez que la liturgia del teatro se vea rota por estos dispositivos y pantallas luminosas en uso durante la función, y sorprende que se use menos esta posibilidad siendo instados a hacer uso de ella, que cuando está terminantemente prohibido.
Entiendo la intención del texto y de la dirección de Torns pero esta se pierde durante el desarrollo de la obra, y crea una cierta confusión con respecto a las relaciones que mantienen, quién está con quién, quién conoce a cuál o porqué actúan como lo hacen. Pura filosofía instagramer en la que los límites son difusos, y uno se encuentra con los crossovers relacionales más impredecibles a golpe de scroll down. Pero aún así, esta ruptura de reglas carece de cohesión y motiva que el espectador desconecte, literal y figuradamente de la vida de estas cinco almas, que ni siquiera hacen suyo el “exhibirse para existir” que corean en el principio y el final. Se drogan, beben, se enseñan la polla como quien se descalza, utilizando un código claramente certero y rudo, como la relación por aplicaciones de ligoteo y sexo; pero todo es vacuo, y no logra siquiera que levante sorprendido, ni una ceja, ante la mención de la DP del título.
No estoy muy seguro si la intención de este proyecto es innovar y aportar un estilo poco usado en la actualidad teatral; no se si esto es una denuncia de a lo que nos abocan las relaciones líquidas, potenciadas por el (mal) uso de las redes sociales. Mi interés choca dramáticamente contra esa pantalla táctil que nos separa del elenco, ese plástico de invernadero que recuece sus cabezas y les ahoga, aún teniendo una clara salida. Ciertamente innovador es el hecho de poder conocer a los personajes, antes de desvirtualizarles, pero esta información no aporta nada clarificador a la trama, y aún hoy, días después de la representación, sigo sin entenderles. ¿Seré muy mayor? ¿No me importará el FOMO?
Crítica realizada por Ismael Lomana