novedades
 SEARCH   
 
 

06.05.2019 Críticas  
Y así nos va

En plenas festividades del 2 de mayo, la sala vecina, Intemperie Teatro, celebra la programación en solo seis funciones de El Percebeiro y otros relatos sobre la filosofía del no me voy a caer, de David Menéndez, un montaje inusual, sorprendente, y más motivacional que una sesión de esos «so called» coaches vitales.

El Percebeiro enfrenta al público a presenciar lo que el personaje puede o no puede hacer. David Menéndez crea, dirige e interpreta a un impedido que a base del relato central de la recolección del percebe, crea toda una base teórica en torno al pensamiento de que el ser humano resiste contra la ley natural de estar preparado para afrontar ciertos golpes, los cuales evita recibir con miedo al qué pasará después, a las secuelas de ese impacto, a las consecuencias de caer y no saber levantarse, o no poder hacerlo.

La atmósfera que crea El Percebeiro al entrar en la sala, es tan enigmática como el propio cartel: uno no sabe cuál es el cometido de esa instalación colgante, soportada por Lua Anaya, y diseñada por Judit Colomer Mascaró, al cargo de la escenografía y vestuario; ni quién es aquel que, en la oscuridad, y con paso equino, se dirige a nosotros. David Menéndez construye su Percebeiro en torno a este «humano tullido», con un trabajo físico extraordinario y evocador.

El Percebeiro provoca, golpea, mueve y obliga al espectador a ser partícipe de toda la madeja filosófica del no caerse, y es que ni nos caemos lo suficiente, ni cantamos lo suficiente, ni disfrutamos de todo ello lo suficiente. Esta filosofía y estos relatos que David Menéndez recita, inciden en el miedo del ser humano a todo lo que le es ajeno o imprevisto, a lo que no tiene controlado precisamente por  su carácter excepcional. Hay un momento de El Percebeiro en el que se cuenta que lo mal que le viene a alguien caerse en un momento determinado, y así somos todos en nuestro devenir diario, en el que se nos llena la boca ansiando golpes de suerte, sucesos que nos saquen de la rutina, o conseguir cuerpos que nos otorguen super poderes sexuales y atractivos, sin caer (si, caer) en que todo esto exige de una gran responsabilidad a cambio,la cual, una vez más, nos viene fatal. La filosofía del no me voy a caer podría enlazar perfectamente con la ley del mínimo esfuerzo, sin que entre ellas encontremos un ápice de contrariedad.

David Menéndez regala un montaje inclasificable, e indescriptible, altamente recomendable, tanto por presenciar el dificil trabajo de un actor, a un paso de distancia, levantando un breve texto cimentado sobre el magnífico trabajo físico de Menéndez, sin menoscabo de la parte oral, que es todo un reto interpretativo. El espectador no se da cuenta, pero según avanza la obra, todos nos terminamos identificando o con los percebeiros o con esos «moluscos con forma de patita de dinosaurio» que se agarran a las rocas, puntiagudas y de difícil acceso, con la única defensa de verter sobre el mar lágrimas por la separación de su familia, por el qué vendrá después. Y es que, lloramos poco. Y yo, no lloro lo suficiente.

Crítica realizada por Ismael Lomana

Volver


CONCURSO

  • COMENTARIOS RECIENTES