Se llena el Teatro Real del Verdi más cómico. Llega Falstaff con la primavera, a revolucionar el panorama. Un soplo de comedia, de desenfado, que funciona con un perfecto engranaje de voces, música, historia y escenografía. Un obeso burlón que se ríe de nosotros. El que ríe último ríe mejor.
¡Qué gustazo es sentarse en el Real a disfrutar de una comedia! Basada en Las alegres comadres de Windsor de William Shakespeare, Falstaff es puro divertimento. Verdi se lo pasó en grande componiendo esta ópera de enredo vodevilesco. Un conquistador obeso, que se cree irresistible ante las damas. Un Casanova bribón que se engaña a sí mismo. Un feliz de la vida que contagia ganas de vivir por donde pasa. Ese es Falstaff. El problema vendrá cuando sus argucias serán descubiertas por las mujeres a las que van destinadas idénticas cartas de amor. Entonces ellas (las verdaderas protagonistas) querrán vengarse, y al más puro estilo Shakespeare, enredos y confusiones se darán la mano para disfrute de la audiencia. Lo dicho, una gozada.
No tiene Falstaff grandes arias conocidas. Verdi hizo casi un musical aquí. El ritmo y la temperatura del conjunto nada tienen que envidiar a Broadway. Personajes endiabladamente cómicos, en situaciones enrevesadas, divertidas, alocadas. Un ritmo que no decae en ningún momento.
En el papel de Falstaff destaca Roberto de Candia. Borda el barítono su papel, añadiéndole la comicidad que el papel requiere. Joel Prieto, al que ya vimos en Street Scene la pasada temporada encaja a la perfección en el papel de Fendon. Joven, enamorado hasta las trancas de la bella Nannetta. Ruth Iniesta se lleva una buena ovación precisamente en su interpretación de Nannetta. Ruth se maneja alegre, con virtuosismo vocal, gran descubrimiento en el Real. Rebecca Evans encarnando a Alice Ford tiene algunos de los momentos más hilarantes del conjunto. Divertida como pocos, pero sin perder potencia. Y como no, el maravilloso Coro del Teatro Real, que si bien no interviene hasta el tercer acto, cuando lo hace deslumbra por su versatilidad y calidad no solo vocal sino actoral.
La escenografía firmada por Laurent Pelly y Barbara de Limburg nos lleva del realismo de la minúscula taberna La Jarretera, donde Falstaff pasa las horas a la magia del bosque que rodea Windsor, y donde los supuestos demonios del bosque harán de las suyas para escarmentar a Falstaff. Gran acierto situar la acción en unos años cincuenta. El virtuoso juego de escaleras, puertas secretas, subidas y bajadas, dan al conjunto el desenfado que requiere.
Gran dirección de Daniele Rustioni que hace que la orquesta vuele alto. Falstaff es una de los mejores ejemplos de opera buffa. Una ópera que se disfruta de principio a fin, con una gran sonrisa, que llega a carcajada en varios momentos. Al final, todo es burla, no hay que tomarse demasiado en serio. Falstaff engaña y es engañado, pero no es el único. Al final todos ríen. Pero quien ríe más es el público, reflejado en ese gran bosque. ¿Quién no he engañado alguna vez? ¿Quién no ha caído en su propio engaño? ¿Quién no se ha reído de sí mismo?
Crítica realizada por Moisés C. Alabau