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30.04.2019 Críticas  
Excitación literaria

Fruto de la colaboración del Pavón Kamikaze y la Sala Beckett nos llega esta Andrea Pixelada. Un sugerente título que esconde una historia de una millenial de éxito con más claroscuros que luces. El poder de las redes y el engañoso mensaje que transmiten. Adultos intentando hacerse con los mandos y jóvenes inexpertos.

Andrea Pixelada es una jovencísima booktuber con más de 300.000 seguidores en su canal. Ella recomienda libros a sus seguidores. En un lenguaje moderno, excitado, sobreactuado. Un idioma ajeno para esos escritores adultos que recurren a ella para una especie de coaching de escritura. En esas clases afloran la verdad tras la fachada de Andrea. Un choque generacional y emocional. Confuso en muchas partes, interesante en otras y excesivamente actuado en otras.

Cristina Clemente no ha escrito una historia lineal. Saltos en el tiempo y el espacio van descolocando al espectador. No es de difícil seguimiento, si bien en muchos momentos dudamos entre la ficción y la realidad. Trazos de comedia y drama en algunas de las tramas que no terminan de encajar o de desarrollarse dejan demasiados interrogantes en el aire. El plot twist final se agradece y sorprende.

La dirección del texto recae en Marianella Morena. Una realista escenografía de Paula Bosch, con alguna que otra sorpresa, es una buena herramienta para el conjunto. En escena Roser Vilajosana como Andrea. Lleva el peso de la función. Su excitado personaje se entiende en el papel de la booktuber, pero no se entiende en su cotidianeidad. Es cuando nos damos cuenta de que lo que publica en sus redes no es impostado. Ella es así. Ahora bien, su sobreactuado personaje, que gesticula enmarcando cada palabra provoca cierto rechazo y agotamiento en el espectador. Es harto difícil empatizar. Desde luego, no soy millenial, desconozco si el rechazo al personaje habría sido igual si me encontrara en la misma franja generacional. Un poco de sosiego se agradecería. Àssun Planas aporta solidez al reparto. Su papel de escritora madura en busca de consejo está lleno de contradicciones. Recurre a Andrea Pixelada en busca de ayuda. Descubrimos que se ha inspirado en la vida de la misma Andrea para una de sus últimas novelas. Ahí empieza el ir y venir entre el pasado y el presente, entre la ficción y la realidad.

Borja Espinosa tiene un papel más agradecido, el que navega en la comedia y el desparpajo. Suyos son algunos de los mejores momentos del montaje. Cierra el reparto Mima Riera en un difícil equilibrio entre el personaje de hermana postrada en silla de ruedas y pareja de Borja Espinosa.

Se pierde en el viaje de Andrea la intención. Al ya mencionado necesario sosiego del personaje principal se le une un mensaje a veces confuso. Se pueden ver pullas a la generación del influencer. A la impostación tras la cámara de un móvil. Hay un querer aunar diferentes generaciones que comparten espacio pero no ideales. Estridencia y catarsis, bola de luces de discoteca, músicote y demasiado grito. Excitación literaria que necesita de cierto control para llegar y no repeler. A lo mejor es simplemente una cuestión de edad. Ahora bien, lo que se agradece es ese puente entre el teatro de Barcelona y el de Madrid. Un frágil puente que hay que empezar a construir para que lo de allí nos llegue y lo de aquí cruce el Ebro. Solo por eso Andrea Pixelada es ya un logro.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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