Tímidamente, Marc Rius nos recibe en el camerino de la Sala Beckett de Barcelona. Le están acabando de recortar el pelo para interpretar su nuevo personaje. Queremos hablar con él para que nos cuente un poco más sobre ese inminente proyecto y conocer de cerca a un gran actor de múltiples registros quien, además, tiene cara (y espíritu) de buena persona.
Formado en Arte Dramático en el Institut del Teatre ha actuado en los escenarios del Teatre Nacional de Catalunya, el Teatre Lliure, La Perla 29, el Teatre Romea y el Teatre Grec y ha trabajado con directores como Sergio Belbel, Pau Carrió, Oriol Broggi o Jordi Casanovas. Pertenece a la compañía de teatro La Calòrica, que se fundó ya hace casi diez años y que estrena el próximo día 2 de mayo Els Ocells, una comedia loca y transgresora con la que denuncian el sistema político actual y donde Marc interpreta a Pisteter, el protagonista de la historia.
Ya le han hecho los últimos retoques a su cabello y después de enseñarme el curioso y particular estilismo que va a aparecer en la obra, se sienta conmigo para hablar. Sonriendo, me pide que no le haga preguntas muy difíciles. Lo que él no sabe es que solo hablando de sus vivencias sobre las tablas y contando su opinión sobre las cosas ya hay mucho que escuchar.
¿Qué le da Marc Rius al teatro y que recibe de vuelta de él?
En casi todas las oportunidades que he tenido de hacer teatro últimamente, desde que lo hago a nivel profesional, se me da la posibilidad de contar historias. Es como una necesidad. Y, sobretodo, de aprender de la historia. Del ser humano, de sus relaciones y de como ha ido evolucionando a lo largo de toda esa historia. Además, como estamos viviendo momentos en los que la humanidad está pasando por ciertos baches, nosotros hemos crecido y entrado en el mundo laboral con una de las peores crisis desde hace muchos años, por lo que la sociedad está cambiando, y pasan cosas. Y cuando son trabajos individuales, es distinto, pero como compañía, tenemos la posibilidad de investigar qué nos está pasando a nosotros como sociedad y más concretamente como generación, la parte de la sociedad de los que tienen ahora alrededor de 30 años, y darle al público respuestas, o bueno, no respuestas porque es muy osado, pero sí como una especie de radiografías de cuales son nuestros puntos de vista y de cómo podemos hacer un mundo mejor. Explorar todo esto, nos hace aprender mucho, crecer y supongo que hacernos un poco mejores personas.
¿Qué se siente siendo un actor relativamente joven que ha compartido escenario con actores como Clara Segura, Julio Manrique o Marisa Jossa? ¿Qué has aprendido de ellos?
Primeramente, me siento afortunadísimo. Porque siempre, siempre me hago la misma reflexión cuando estoy en el escenario al lado de estos nombres que has dicho o de todos los actores con los que he trabajado que son mayores que yo: “Hace tan solo 5 años estaba en casa o yendo al teatro como espectador y pensando: ¡Guau, tío! Ojalá algún día pudiera tener la oportunidad de conversar con ellos…” Y de repente, te encuentras haciendo un proceso de ensayo, con la complejidad que esto significa, o estrenando, que también es un momento muy frágil para un actor, o haciendo una temporada y luego las giras y piensas que qué guay poder aprender de ellos, ver cómo trabajan. Y, sobretodo, te das cuenta de la humildad de todos ellos. He tenido la gran suerte de que con toda la gente con la que he podido trabajar a lo largo de estos años siempre he estado rodeado de buenas personas y grandes actores, grandes maestros.
En tu último trabajo, has estado en la Sala Gran del TNC, con un aforo de 847 localidades (una de las grandes de Barcelona) y ahora vas a estar en una sala de 199, en ambas ante un público de marcadas diferencias. ¿Qué sensaciones te ofrece como actor tal diversidad?
Pues en cualquier trabajo, te lo tienes que currar siempre, a tope. Estés donde estés. En una sala grande tienes una responsabilidad, y más si es una sala pública. Porque además de la gente que viene habiendo pagado su entrada, se está usando dinero público. Aparte de lo que supone actuar ante 800 personas, junto a 14 o 15 actores, más un equipo técnico detrás que están allí cada día y que lo están dando todo, por lo que tú tienes que dar la talla. Pero también es verdad que hay un poco más de distancia con el público, por lo tanto estás como protegido. Impacta mucho cuando están las luces abiertas, pero cuando no, es lo mismo que hayan 10 personas que 800. Entonces, de repente, te encuentras en una sala como la Beckett, que es una sala más pequeña, un aforo más pequeño, más cercano, con un público quizá más de tu edad, de tu generación. Ahí también hay una responsabilidad total, muy grande. Y aparte, en este caso concreto, es con tu compañía. Sientes una necesidad de dar el callo y dar la talla siempre, en cada función, cada día.
Formas parte de la compañía de teatro La Calórica junto a Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher, Esther López, Albert Pascual, Marc Rius, Israel Solà, Júlia Truyol y Joan Yago, que proyecto tras proyecto demuestra cada vez más solidez y que trabaja sobre ideas que denuncian, con el humor como bandera, diferentes facetas sociales. ¿Cuál es vuestro objetivo?
En La Calórica nos hemos reunido un grupo de gente que tenemos una sensibilidad y una manera de entender el teatro muy similar. Cada uno con sus perfiles, pero con una sensibilidad muy cercana; y una necesidad de denunciar muchas cosas que sufrimos, siempre con una sonrisa. Porque, a veces, estas cosas riendo calan mejor, ¡o yo tengo esa sensación! De momento, lo hemos hecho así y no nos ha ido mal. Evidentemente, ya han pasado casi 10 años y nos encontramos delante de una primera década y con la sensación de que, poco a poco es como se hace el buen caldo. Y haciéndolo así, tampoco nos ha ido mal. Eso no significa que no tengamos que continuar estudiando e investigando a cada momento, porque las cosas cambian, las sociedades cambian. Y, por tanto, nosotros nos tenemos que adaptar. Pero siempre con humor. De momento no nos hemos planteado hacer una tragedia muy profunda, aunque los temas que tocamos son unos dramas… ¡pero siempre con humor! (Risas).
Els Ocells, vuestro próximo trabajo, es una sátira sobre el sistema político democrático, que roza algo el teatro del absurdo. ¿Qué atractivos destacarías de la obra para que todo tipo de público pueda sentirse interesado en ir a verla?
¡Pues que todos estamos hartos de ir constantemente a votar, últimamente! (Risas). No, en serio… porque venimos de un momento de crisis y cuando hay crisis hay la sensación de que pueden cambiar las cosas para bien, pero muchas veces también para mal. En un momento de crisis, salen como unos monstruitos que se aprovechan y se cuelan por las grietas y, de repente, nos encontramos ante discursos extraños que empiezan a calar en la población. Pues nosotros hemos ido hasta ahí. Con Els ocells, planteamos como se ha debilitado el término “democracia” sin relacionarlo específicamente con ningún partido. Y esto de que estemos en plena época de elecciones nos ha ido perfecto. No lo decidimos nosotros, pero va a venir perfecto. Porque la función va a servir para que la gente se de cuenta de que tiene que escuchar un poco mejor. Que tenemos que aprender a escuchar mejor qué nos están diciendo y cómo nos lo están diciendo. Porque a veces, estamos rodeados de barbaridades. Y esto, afecta a todos los públicos. No nos enfocamos en ninguna ideología en concreto, sino en todo el sistema político actual. La idea es que tenemos que ser más conscientes de todo ello.
¿Con quién identificarías en la actualidad a Pisteter, tu personaje en Els Ocells?.
Pisteter es un rockero; una diva del pop salida de la peor escuela política del mundo. Es como un coctelero que tiene un poco de todo y en él puedes ver a un líder político de cierta tendencia y, al cabo de 10 minutos, está diciendo algo que te suena a otro líder supuestamente de otra tendencia. Reúne lo peor de cada uno. Desde el fascismo hasta el neoliberalismo pasando por el materialismo, que son términos que están totalmente opuestos. Pero Pisteter aprovecha todo siempre por un beneficio propio: llegar al poder máximo. Diría que todos los personajes que hay a día de hoy en el espectro político tienen algo de Pisteter.
Y, como actor y como miembro de una compañía de teatro, ¿cómo definirías el panorama actual del sector?
Una de las primeras que cosas que tengo la sensación de que ya es urgente revisar es todo el tema del patriarcado en el teatro. Es ridículo y patético que en esta época aún estemos viendo tan pocas dramaturgas, tan pocas directoras y tan pocas actrices. Con la cantidad de actrices que hay, con la cantidad de directoras y dramaturgas que hay y que tengan tan poca presencia en el teatro público y en el teatro privado. Sí que se están intentando hacer las cosas mejor. Pero esta es una de las cosas urgentes. Luego está todo el tema económico o el del tapón generacional. Bueno, el de los tapones, porque hay varios… Hay que ir, poco a poco, mejorando todo. ¿Qué se están haciendo cosas? Sí. ¿Qué hay mucha gente que está luchando? Sí. ¿Qué compañías como nosotros también estamos intentando aportar nuestro granito de arena? Seguro. Pero se tiene que hacer mucho más; también la responsabilidad es nuestra.
Foto: Clara de Ramón
Entrevista realizada por Diana Limones