Por fin ha conseguido Josep Maria Mestres, después de tres intentos, llevar a escena Com els grecs (Greek originalmente) de Steven Berkoff. Lo estrenó el pasado 11 de abril en el Teatre Lliure de Gràcia y estará en programación hasta el próximo día 12 de mayo.
Este es un texto duro y golpeador, como la buena tragedia griega en las que se inspira. Y aunque está situado en el Londres de los 80, en plena era Thatcher, las actitudes y los valores morales que se van mostrando a medida que avanza el montaje no tienen nada que envidiarle (por desgracia) a los del sistema actual, lleno de seres violentos y egoístas y donde cada vez más se pierde la comunicación. En medio de esta situación, se erige un Edipo moderno, Eddy, que lucha por permanecer diferente y este es el personaje protagonista que Berkoff crea en plena era punk.
Este montaje tiene muchas cosas excelentes, pero dejad que me regodee en la que es para mí la más sobresaliente de todas: Pablo Derqui. El Eddy que ha seleccionado Mestres es apuesta segura para atraer a un público que necesita de buen teatro. Y, sin duda alguna, también para asegurarse de que el público salga del teatro más que satisfecho de su interpretación. Si bien es cierto que lo acabamos de ver recientemente en La Villarroel en la obra de Jordi Casanovas La dansa de la venjança saldándose con una interpretación apoteósica, Derqui en Com els grecs se despoja de vergüenzas y se entrega al público en una nueva interpretación inolvidable. Haciendo desaparecer la mayor parte de las veces la cuarta pared, Derqui habla, Derqui canta, Derqui nos hace reír y Derqui consigue el clímax dramático de forma impecable. Derqui, encima de las tablas, enamora. Y eso, Mestres lo sabe muy bien.
Y junto a él, tres tremendos actores que no se quedan atrás: Pep Cruz, Mercè Aránega y Sílvia Bel. A los dos primeros los pudimos ver en ese mismo escenario no hace mucho en Davant la jubilació, y junto a esta ocasión se posicionan esta temporada como los actores estrella de su generación. Si van a ver esta obra, estén atentos, por favor, al momento Esfinge de la Arànega. Ya solo por esos minutos (sin contar todo lo que ya llevamos explicado), vale la pena que se compren la entrada. Y luego está la Bel, quien tiene dos momentos interpretativos gloriosos también (y no destripo más).
El espació escénico de Clara Notari se ciñe a la estética punk londinense con todo lujo de detalles: ladrillo, cárteles en las paredes, grafittis y luces de neón. Todo eso, junto al vestuario de Marian García Milla y la caracterización de Àngels Palomar nos transporta con gran facilidad a unos 80’s no tan desconocidos para la mayoría de nosotros. Culmina esa estética una iluminación muy bien traída para dar dureza a esas noches inglesas y a la vez evocar el teatro griego, a cargo de Ignasi Camprodon. Jordi Bonet ha sido el responsable del sonido, que en esta ocasión era indispensable que funcionara a la perfección, como así ha sido. Golpes de efecto musicales y algo de rock que ayudan a que la función no decaiga en ningún momento.
Com els grecs es dura, pero es necesaria. Nos recuerda la decadencia del ser humano que a tristes topetazos empeora cada vez más y la falta de valores morales y espirituales a los que se enfrentaron los griegos (y otros antes que ellos), la gente de los 80 de Berkoff y, sí, también nosotros hoy. Una función de la que es imposible salir indiferente. Este es teatro del que sacude. Supongo que era la intención de Berkoff en su momento y supongo que ha sido la de Mestres hoy. Si es así, sin duda alguna lo han conseguido.
Crítica realizada por Diana Limones