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23.04.2019 Teatro  
No Day But Today

Rent ha vuelto. Esta vez, sí. El Onyric Teatre Condal acoge una enérgica y llamativa puesta en escena del musical de Jonathan Larson. Intérpretes entregados y un gran nivel vocal, musical y sonoro definen esta propuesta que despierta el entusiasmo tanto de los que ya conocen la pieza como de los que se acercan a ella por primera vez.

Aquí un servidor admite que en un primer visionado no encontró lo que esperaba. Quizá la batalla contra el recuerdo de la primera vez, magnificado a lo largo de los años, no jugó a favor. La intuición y las ganas de compartir, precisamente, la ilusión del retorno al estallido vivido dos décadas atrás me hizo volver a ver este montaje, con la mente abierta y mucho más receptivo. La segunda visita resultó un gran acierto y la conexión y emoción una muy feliz realidad. Gracias, especialmente, al trabajo coral de todo el elenco. Es distinto despertar gracias a este musical a los 15 años, cuando se descubren experiencias que todavía están por vivir, que echar la vista atrás a los casi 35. Sensaciones encontradas y un juicio que muchas veces es más hacia uno mismo que hacia el material de partida.

En una temporada en la que también hemos podido retomar el díptico Àngels a Amèrica (donde sucedía algo parecido), resulta muy saludable poder encontrar montajes que no solo nos cuestionen a nosotros mismos sino nuestra manera de aproximarnos a una pieza teatral, así como hacia su temática (en este caso parcialmente compartida). Daniel Anglès conoce muy bien Rent (todavía recordamos su potentísima interpretación de Mark Cohen) y realmente pasa el testigo de un modo provechoso y enriquecedor. Algunas decisiones pueden extrañar a los más canónicos («Adiós, mi amor» / «Goodbye Love», por ejemplo), así como las traducciones que ha firmado junto a Marc Gómez. Si bien es cierto que en algunas ocasiones (por ejemplo «Contacto» / «Contact» o «La vaca que ríe» / «Over The Moon») se simplifica, incluso modifica, lo que dice el original, no lo es menos que la voluntad por ofrecer una nueva aproximación merece tanto el respeto como la escucha atenta y sin suspicacias.

A día de hoy, puede ser que Rent haya atenuado levemente su capacidad de sorpresa. Lo que no ha perdido es ni su efusividad ni su emotividad, algo que este montaje mantiene y defiende de principio a fin. Sigue asombrando (dentro del gran formato) su renuncia a entretener solo a partir de grandes mamotretos escenográficos, historias prototítipas y apoteósicos cambios de vestuario. Se aleja de los estándares del musical de Broadway y, en ocasiones y en manos poco diestras, podríamos acercarnos más al formato concierto que al teatral.

Esto no sucede aquí y, siguiendo este mismo orden, destacamos la escenografía y vestuario de Laura Galofré y Raquel Ibort. Se consigue acercar al público todo lo que sucede en escena. En un espacio escénico relativamente reducido (más teniendo en cuenta que veremos a más de veinte personas en el escenario, entre intérpretes y musicos) todo sucede con dinamismo y a distintos niveles. Se mantienen las señas del original sin renunciar a cambios que lo alejan de la fotocopia (véase el andamiaje para «Aún hay más» / «Out Tonight»), detalles que lo acercan a un código reconocible para el público actual. Las piezas que visten ayudan a definir la singularidad de los personajes, así como su estilo y situación. La iluminación de Xavi Costas y Anglès es la que más innova en cuanto al cromatismo y al uso del neón, maximizando el impacto de algunos de los números musicales más icónicos. Estéticamente, todo el conjunto resulta muy atractivo y responde al afán y búsqueda de creatividad de la mayoría de los protagonistas. También embellece su realidad, como hizo la cariñosa mirada con la que Larson los abrazó.

El sonido de Jordi Ballbé consigue que la labor en la dirección musical de Miquel Tejada, así como el trabajo de toda la banda, brille. Lo mismo sucede con el desempeño vocal de los intérpretes y su empaste con la partitura. No todos tienen el mismo rango (en este sentido, se adecúan a los requerimientos de los personajes). Además, Rent no tiene una estructura sencilla ni se adscribe a un solo género. Denominada desde sus orígenes como una ópera-rock, la heterogeneidad es una de sus principales características. La banda incluye teclado, sintetizadores, batería, bajo y guitarra eléctrica. Todo lo necesario dentro del estilo. En oposición, el rango de las canciones (así el de los vocalistas) va del soul al techno, al ritmo latino, el funk o el gospel. La convivencia se muestra presenta de principio a fin y, en este sentido, el resultado es excelente. Mención también para la coreografía de Óscar Reyes, muy bien defendida por todos.

Y llegamos a los intérpretes, que aquí se enfrentan a unos personajes icónicos y con los que los espectadores se sentirán identificados (antes con uno que con otro) de un modo parecido a como puede suceder con la preferencia por un superhéroe determinado. Juega mucho la personalidad, sensibilidad, reconocimiento y afinidad de cada cual. Dicho esto, y destacando el excelente nivel global y la compenetración de protagonistas y ensemble, todos consiguen despertar nuestra empatía y, en la mayoría de casos, afecto. También la distensión en los momentos «contestador», algo muy necesario para permitirnos respirar de tanto en tanto entre emoción y exaltación.

Iñaki Mur ofrece un Mark algo más aniñado de lo habitual aunque mantiene su capacidad de observación e ingenuidad, incluyendo las tres disciplinas del musical en su interpretación. Víctor Arbelo desarrolla a Roger mayoritariamente a partir de su potencia vocal, algo que a este personaje le viene como anillo al dedo. Albert Bolea es un Angel efervescente y totalmente alineado con el Collins de Xavier Navarro. Sus momentos conjuntos son de los más emotivos de la función y los que consiguen arrancar las lágrimas más sinceras (ahí quedan «Te abrigaré / «I’ll Cover You» y su reprise). Peter Vives es un Benjamin Coffin III tan conciso y sobrio como su personaje. África Alonso juega muy bien con su capacidad vocal y se muestra especialmente compenetrada y solaz con Mur y una excelente Anna Herebia que hace suya a Maureen y consigue que la sigamos y nos entreguemos tanto en su apoteósica performance (muy bien en la coreografía también) como en todas sus apariciones, especialmente «O me aceptas o vete» / Take Me or Leave Me». Por último, Júlia Bonjoch se convierte en la mejor Mimi (personaje favorito del que esto escribe) que podíamos imaginar. Consigue que nos olvidemos de todas las anteriores y aprovecha los espectaculares detalles escenográficos, de vestuario y caracterización que le reserva esta puesta en escena. Enérgica, luminosa y conmovedora aprovecha sus aptitudes físicas y sus dotes vocales y dramáticas para dibujar a su personaje de un modo engatusador, matizado y eminentemente expresivo. Completamente empapada e imbuida de su protagonista, consigue encender ese fuego y contagiar esas lágrimas que tanto busca y desprende Mimi (especialmente vibrante en «Aún hay más» / «Out Tonight» y «Adiós, mi amor» / «Goodbye Love»).

Finalmente, y aunque el formato de la crítica lo permita, al hablar de Rent no siempre se puede lograr la imparcialidad deseada. Cuando uno se acerca a un material tan preciado, las predilecciones y pasiones (así las debilidades) afloran. También lo hace el apasionamiento exacerbado. Y aquí, comulgamos totalmente con la ilusión y el talento de todos los convocados en esta propuesta. Podemos afirmar que la presencia de este Rent cobra sentido por su defensa de las virtudes del original a día de hoy. Si Larson levantara la cabeza, creemos se sentiría orgulloso. Por lo demás, no nos queda más que compartir y recomendar estos tiempos de amor en los que se convierten todos y cada uno de los minutos que dura la representación. No Day But Today.

Crítica realizada por Fernando Solla

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