El Teatro Real nos brinda otro recital barroco. Dido & Aeneas de Henry Purcell. Una ópera, danza coreografiada por Sasha Waltz. Montaje estrenado y aclamado en 2005, visto ahora con el paso de los años, mantiene fuerza escénica, la escuela Pina Bausch está presente y juega en contra. Demasiado visto ya.
Vendida como una ópera, este Dido & Aeneas es pura danza operística. La historia de estos héroes troyanos es casi lo de menos. Dido, reina de Cartago, que cae rendida a los encantos de Eneas. Las brujas del lugar enfurecen ante la llama del amor y el deseo. Ellas, las brujas. ¿Quién si no? Desatan la tormenta y obligan a los amantes a separarse. Finalmente y como debe ser, Dido, desconsolada, se deja morir.
Lo dicho, la historia es casi lo de menos, ya que es harto complicado el seguimiento de la misma. Aquí la atención está en la danza y en la música. La orquesta hace un trabajo excepcional. Belleza absoluta de una pieza barroca sublime. Brillante trabajo de Christopher Moulds. Los cantantes están en un equilibrio de talento. Díficil destacar a uno por encima de otro. Marie-Claude Chappuis como Dido, Nikolav Borchev como Eneas, Aphrodite Patoulidou como Belinda. Todos excelentes. Esta ópera tan coral requiere evitar individualismos. Gran trabajo de todo el coro, en su trabajo recitativo.
La escena inicial de la ópera es de esas que se quedan clavadas en la mente del espectador. Ese tanque de agua donde los bailarines se sumergen y se convierten en tritones, sirenas y semidioses. Un arranque así deja boquiabierto. Hay momento en los que parpadear es delito. El arranque es tan bueno, que todo lo que viene después es difícil que se mantenga a la altura, y ahí es donde flaquea el montaje. Dido & Aeneas es una ópera corta, de apenas una hora de duración. Aquí el montaje se alarga hasta la hora y cuarenta, y claro, hay que meter mucho relleno que a veces aletarga el montaje.
Hay momentos de belleza sublime. El ya mencionado tanque de agua, la despedida de los amantes, la muerte de Dido. Pero hay otros que se alargan innecesariamente y juegan en contra de todo el montaje. Además el tiempo ha hecho flaco favor. En 2005, a rebufo de la corriente de Pina Bausch esto era, sin duda, maravilloso. Ahora, tantos años después no sorprende y todo suena a muy visto. Sin quitarle belleza ni merito, pero no sorprende. Todo se espera.
La noche se salda con algunas deserciones durante la presentación. Algún que otro ronquido en las zonas valle del montaje y no pocos abucheos, que pronto son sofocados por la ovación a la tremenda orquesta. Dido & Aeneas solo por cuatro noches en el Real, acontecimiento que hay que ver, tiene ese sabor de histórico, aunque sea muy visto ya.
Crítica realizada por Moisés C. Alabau