La compañía de teatro Yllana trae La loca, loca historia de Ben-Hur al Teatro La Latina de Madrid, una comedia original y divertida que aborda desde el humor temas tan actuales como el feminismo y la homosexualidad.
Esta versión de Nancho Novo mantiene la esencia de la mítica novela escrita por Lew Wallace y publicada en 1880 que fue llevada a la gran pantalla de la mano del cineasta William Wyler en la que se narra la historia de un judío traicionado por su mejor amigo que regresa buscando venganza, pero en esta ocasión apuesta por una visión mucho más cómica, desenfadada, feminista y homosexual de esta película. La compañía teatral Yllana se toma a cachondeo – no olvidemos que el humor irreverente es su sello de identidad- esta historia para demostrarnos que sabe combinar, y de qué manera, la gracia con un importante mensaje social.
Me encanta cuando no se usa el humor únicamente para hacer reír sino que también se utiliza para hacer pensar, y es que La loca, loca historia de Ben-Hur tiene la capacidad de observar la sociedad en la que vivimos, ver lo que ocurre a nuestro alrededor y denunciarlo desde las tablas.
Los 110 minutos que dura la obra son un ir de chiste en chiste, avanzando por un camino con trasfondo religioso donde el contenido se encuentra tanto en el texto como en la maravillosa interpretación de todo el elenco.
El público puede disfrutar del humor de Agustín Jiménez y Fael García, ambos demuestran un gran desparpajo que se traduce en numerosas interacciones con los espectadores que se encuentran completamente entregados. Por su parte, Víctor Massán derrocha energía mostrando un gran trabajo físico e incluso enseña lo bien que canta. Richard Collins-Moore se multiplica en varios personajes y en todos ellos está más que correcto. Por último, completan el elenco dos mujeres, Elena Lombao y María Lanau, que resuelven con mucha frescura y naturalidad su reivindicación de mayor espacio en la función y en la sociedad. ¡El humor como arma feminista!
Me ha sorprendido muy gratamente la capacidad de cambiar de un personaje a otro, brillando en todos ellos, de Elena Lombao; qué bien lo hace y cómo sabe meterse al público en el bolsillo. En definitiva, admirable versatilidad de todos ellos que profundizan sin reparos en su vis cómica.
Lo que tiene lugar sobre las tablas de La Latina es una original mezcla de cine y teatro, una combinación de actores y actrices con un fondo en movimiento procedente de una pantalla gigante. La escenografía de Carlos Brayda combina a la perfección con el planteamiento audiovisual de Javier Prado y nos deja momentos tan memorables como la carrera de cuadrigas. Proyecciones, coreografías y una gran interpretación gestual forman parte de una de las escenas más redondas de la obra.
Un espectáculo lleno de gags con maravillosos intérpretes donde la interacción con el público es constante. Eso sí, recomiendo insistentemente que dejen los prejuicios en casa para no ir condicionados.
Crítica realizada por Patricia Moreno