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18.03.2019 Críticas  
¡Bienvenida a casa, Iréne!

Iréne Theorin ha vuelto a casa. El Gran Teatre del Liceu ha programado un único recital de la soprano, acompañada al piano por Matti Hirvonen. Dentro del marco del Barcelona Obertura Spring Festival, hemos podido disfrutar de un repertorio poco habitual por estos lares, servido con la exquisitez lírica y dramática que caracteriza a la cantante.

El idilio de Theorin con el público de esta casa es inquebrantable. Ya en 2012, pero sobretodo a partir de su invicta Brünnhilde en Götterdämmerung (2015/16) y de su incendiaria protagonista de Tristan und Isolde (2017/18), algo sublime sucede en cada una de sus visitas. Y es que todo aquello que suponíamos debíamos sentir cuando nos acercamos a la ópera, por lo menos desde el punto de vista interpretativo, se convierte en una realidad.

Con Wagner la conocimos y con Wagner nos saludó. «Dich teure Halle» («Te saludo, sala querida») sirvió de introducción de un programa que se dividió en dos partes. Franz Schubert y Richard Strauss en la primera y Gösta Nystroem, Jean Sibelius y True Rangström en la segunda. A modo de bis, se sustituyó «In puesta reggia» de Turandot por «Jeg elsker dig» de Edvard Grieg y una canción sueca, que la soprano defendió a «cappella» silenciando la enardecida ovación con la que la mayor parte del público se rindió a la artista.

No es para menos. Theorin sirve a la música pero también a los libretos. Al mismo tiempo. Su capacidad para transmitir toda la carga significativa y emocional de las palabras y su aparente facilidad para contextualizarlas dentro de la naturaleza de los personajes que canta e interpreta es algo heroico. Su voz y su rostro se confabulan para suspendernos y mantenernos en un estado hipnótico en el que las máximas defendidas se experimentan de forma intelectual y física al mismo tiempo. Sabe cómo dosificar la potencia vocal en favor de la interpretación y viceversa. Algo único que merece disfrutarse en primera persona. Una y otra vez.

Su entendimiento con Hirvonen se mantuvo durante toda la velada y se aprovechó la intimidad que promovía el piano como único instrumento. Compositores afines y autóctonos que la acompañan y compartió con el público. La soprano supo combinar su potencia expresiva y dramática con momentos prácticamente susurrados y medias voces. Su interpretación de las cinco piezas de Sibelius se convirtió en el mayor de un cúmulo de momentos álgidos en los que Theorin destacó por esencializar todo el sentido poético y dramático de cada uno de los fragmentos que interpretó. Para el recuerdo quedan «Flickan kom ifrån sin älsklings möte» («La chica vuelve de encontrarse con el amado») (op.37 No. 5) de Sibelius y «Önskan» («Un deseo») de Nystroem.

Finalmente, este recital ha servido de gustoso aperitivo para el estreno, el próximo 1 de abril, de La Gioconda de Amilcare Ponchielli, con el que Theorin debuta en el rol titular. La sueca es además la imagen de la próxima temporada, la del 20º aniversario de la reapertura. Para ello, también se la ha convocado para interpretar a Turandot de Giacomo Puccini, en una nueva producción del vídeo-creador Franc Aleu. Sin duda, «la fuerza de la ópera» tiene nombre propio, y se llama Iréne.

Crítica realizada por Fernando Solla

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