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13.03.2019 Entrevistas  
“Los espectáculos que recuerdo son sensaciones vinculadas al actor“

Ha interpretado personajes de Kafka y Lorca, pasando por Ibsen y Koltès. Ha trabajado con directores de la talla de Joan Ollé, Oriol Broggi y Julio Manrique. Ha participado en montajes como Informe per a una Acadèmia, L’ànec salvatge, Desig sota els Oms y Bodas de sangre. Ha pisado los escenarios del TNC, el Teatre Lliure y la Biblioteca de Catalunya.

Es uno de los actores de referencia en el panorama barcelonés e ir a ver sus interpretaciones es siempre una apuesta segura. A pesar de su continua actividad, nos ha concedido un rato de su tiempo para hablarnos de su ‘ópera prima’ como autor y director en solitario. Nos sentamos en un bar del barrio de Gràcia de Barcelona, él a tomar un café y yo un té, para hablar con Ivan Benet de La lleugeresa i altres cançons, la obra que ha escrito junto a Víctor Borràs. La produce Teatre Nu, se estrenó en el Temporada Alta de Girona hace pocos meses y se reestrena el 25 de abril en la Sala Beckett de Barcelona. Y, ya que tengo delante a un actor a quien admiro por su trabajo y que tiene a bien de contestarme, aprovecho para preguntarle alguna cosa más para conocerle mejor.

¿Qué siente Ivan Benet encima de un escenario? ¿Qué significa para ti la profesión de actor?
Siento muchas cosas. Depende de lo que estoy haciendo. Pero básicamente es una combinación de buenas sensaciones. Hay una reminiscencia de mi pasado, una sensación de cuando era pequeño, de niño, cuando empecé a actuar en la compañía de teatro amateur que tenían mis padres; las ganas que tenía de estar en el escenario siendo consciente de que la gente te está mirando y de que puedes ser gracioso o de que puedes hacer emocionar a la gente. Esta sensación de retrospectiva me aparece muchas veces. Y, por otro lado, con el paso del tiempo hay también una sensación de responsabilidad y de querer afinar cada día más en mi trabajo de representación. Aunque, estas dos sensaciones no siempre van juntas y no siempre son agradables.

Has representado multitud de personajes; ¿te has encontrado con alguno, algún papel en particular, al que te haya sido más difícil cogerle el pulso y alguno con el que te hayas encariñado especialmente?
Para mí, todos son difíciles. Pero tengo la sensación, y no es vanidad, que todos se me resisten pero que a todos acabo ‘hincándole el diente’, aunque según el resultado la gente pueda pensar “ahí estuviste fatal” o lo que sea… Yo tengo la sensación de luchar todos los personajes porque, de entrada, nunca me son fáciles. Y, curiosamente, el que más se me resistió es, creo, el que más buenos recuerdos me trae y que para mí fue como una eclosión, donde yo pude mostrar más cosas, que es cuando hice el monólogo Informe per a una Acadèmia. Nos costó mucho, no entender el texto porque lo traduje yo, pero sí entrar en el alma de este personaje, de este simio que se convierte en hombre y saber qué tono le teníamos que dar, si lo hacíamos actuar como un animal o un ser humano. A mí me costó muchísimo. Pero al final, el resultado o la sensación que yo tuve encima de las tablas fue una de las más potentes que he tenido.

Dinos un actor de referencia y un director de cabecera
(Sin pensárselo) Director de cabecera: Julio Manrique, sin duda. Porque aparte es mi amigo y para mí es un referente. Lo admiro mucho como profesional. Siempre te pide más, siempre va más allá. Y, por otro lado, cada vez es más cómodo trabajar con él. Son como dos caminos que acaban juntándose. Y actores de referencia, tengo muchos. Me viene a la cabeza Philip Seymour Hoffman. No lo vi nunca haciendo teatro pero haciendo cine me encanta, por esta cosa del riesgo interpretativo. Ahora mismo te digo este, pero a lo mejor de aquí a dos días te digo otro, porque me gusta mucho observar actores y, no copiar pero sí ver cómo respiran, hacia donde van y qué decisiones toman en el momento de resolver una escena porque soy bastante obsesivo en intentar estudiar qué es lo que hacen.

Los últimos meses han sido agitados dentro del sector del teatro en Barcelona con la dimisión de Pasqual en el Lliure, sometido a acusaciones de abuso laboral y tapón generacional, o las quejas de algún colectivo sobre la elección de Quim Ávila interpretando a Belize en Àngels a Amèrica; ¿quieres compartir tu opinión al respecto? ¿Piensas que estas situaciones son positivas para la profesión o que hay algo de oportunismo en todo ello?
Pienso que los cambios siempre son positivos. Seguí de cerca toda la polémica de Lluís Pasqual en el Lliure desde que Andrea Ros publicó el post en Facebook, que yo respaldé, hasta su dimisión. Yo creo que con el tiempo se está viendo, sobretodo al ver los sueldos que cobra un cargo público que para mí son desorbitados y exagerados, que este saneamiento público era necesario. Me he leído el proyecto de Martel y me parece brutal, la verdad. También leí otros que se publicaron y no me parecieron igual. Creo que hay un cambio generacional en el poder y es súper importante para mí, y en el mundo del teatro aún más. Soy de la opinión de que las nuevas generaciones son las que tendrían que estar mandando y las que tendrían que estar manejando presupuestos. Porque sino, estamos encorsetando el poder a una lucha de años para poder llegar a él y quedarte ahí dentro. Aún y así, cuando se eligió a Martel, que me pareció muy bien, por otro lado tuve la sensación de que se había perdido una oportunidad de que una mujer llevara un barco como el del Lliure. Pero reconozco que al leer los proyectos, el trabajo que propuso Martel era buenísimo, así que imagino que el Comité, los que se encargaron de elegir, tuvieron sus dudas entre qué es lo que toca o qué es lo mejor para el Lliure en estos momentos. En relación a lo que pasó con Quim Ávila y mis amigos de La Brutal creo que es un debate que, en realidad, está bien que aparezca. Es evidente que todo lo que sea reivindicar más visibilidad de actores racializados, para mí es súper positivo. Yo, viendo el espectáculo, personalmente pensé que no era necesario que apareciera esa proyección. Creo que la polémica saltó a la opinión pública a través de esta proyección y se convirtió en un debate que no entendí muy bien hacía donde iba en relación al montaje. Supongo que fue fruto de la inquietud del actor y de la incomodidad al interpretar este personaje. Pero también pienso que podía haber quedado en un ámbito más íntimo el decidir hacer o no ese papel si no se sentía cómodo. También es verdad que yo soy de una generación que vive inmerso en las redes sociales y me interesan pero reconozco que a mí me costaría mucho dar una opinión tan íntima y personal sobre una cuestión profesional, como el decidir hacer o no un personaje, a través de las redes o pidiendo opinión a otros actores y que fueran estos a hablar con el director. Yo lo hablaría directamente con el director como me ha pasado muchas veces, que he estado trabajando con directores con los que no me he entendido y he comentado con ellos cosas que creía que estaban pasando que teníamos que manejar entre él y yo o con el equipo.

La lleugeresa es tu primer trabajo como director en solitario y en el que firmas autoría propia; ¿qué necesidad puede sentir un actor reconocido y con una constante de trabajo que le lleve a escribir y dirigir un proyecto propio?
Es una combinación de necesidades. En mi caso, tengo una profesión que para mí es una vocación. Pero también tengo una inquietud literaria; me gusta mucho leer y también escribir. En muchos momentos he pensado que esto se podría cruzar, que mi formación como actor podría aportar algo en un proceso creativo desde cero y he intentado mezclarlo. Creo que hay muchos creadores que lo hacen, actores que acaban escribiendo. Desde siempre, me ha gustado mucho escribir; tonterías que guardo para mí. En este caso, apareció la necesidad de escribir esta historia y se lo planteé a Víctor y a la gente del Teatre Nu, quienes tenían ganas también de hacer algo para adultos, porque su compañía siempre había hecho teatro infantil y familiar, y a él le interesó ponerse también en la parte creativa e intentar escribir algo a cuatro manos, probar a ver que pasaba. Si no nos entendíamos, ya lo veríamos. Y fue todo lo contrario; nos unimos muy bien escribiendo y, bueno, aquí estamos.

Has dicho que mediante este proyecto pretendías dar voz al pensamiento filosófico contemporáneo y has elegido a Gilles Lipovetsky como representación del mismo. ¿Qué te ha atraído de Lipovetsky?
Hace muchos años leí una entrevista que le hacían a Lipovetsky sobre el concepto de los tiempos hipermodernos, término que él mismo acuñó, y me interesó mucho su persona. Es un filósofo francés que pone en duda muchas cosas, y entre sus textos aparecía este concepto de la ligereza. Luego vi que escribió un libro que se llamaba De la ligereza que hablaba de los tiempos en los que nos ha tocado vivir, sobretodo desde los años 70, que es la época en la que yo nací, hasta ahora y los analizaba desde esta palabra, la ligereza. Viene a decir que estamos en una época ligera y que esto puede ser muy negativo y muy positivo. El pensamiento es menos profundo, es más superficial. Por otro lado, el concepto de la comida ‘light’ también empezó en los años 70-80 y ahora ponemos en duda el negocio de la alimentación. Habla mucho de la ‘aldea global’ y ahora ya de las redes sociales. Todo esto me pareció teatral. Cómo lo analizaba, los casos que plantea en este texto… de algún modo yo veía algún personaje y veía que hablaba de cosas que me estaban pasando a mí y de contradicciones que yo tenía, sobretodo en relación a si esta época ligera o si el mundo de las redes sociales era tan corrosivo y negativo para el ser humano. Él dice que no, que hasta puede ser estimulante. Pone como ejemplo la moda, que sirvió de mucho aunque sea muy criticada y hayan muchos estereotipos que se tendrían que romper en relación a la mujer, pero él lo defiende porque ha estimulado y ha servido de motor para muchas cosas. Estas contradicciones me gustaban. También me pasó que cuando traduje el texto de Kafka, me fascinó su profundidad pero, de repente, me encuentro con un autor que es contrario a esta profundidad y que es aparentemente más ligero pero que también es filósofo y de algún modo he vinculado estos dos conceptos y he querido trabajar con algo que se me escapara de las manos; porque las ideas de este filósofo aún se me escapan de las manos.

¿Qué quieres contar en La lleugeresa?
Ese fue el punto de partida. Pero acabamos explicando una historia que yo tenía en la cabeza. Yo quería hacer un homenaje al mundo de la medicina, al mundo de los hospitales, por un problema de salud que tuve hace unos años y donde en el Hospital Clínic de Barcelona me salvaron la vida. Y ahí me dije que tenía que escribir algo de lo que me había pasado. Evidentemente, no exactamente lo que me había pasado, porque esto no es una biografía, pero las sensaciones que tuve allí sí las quería transmitir a modo de homenaje. Y ahí fue cuando empezamos a plantear la idea de hacer un monólogo sobre la vida de una enfermera a la que le había pasado algo dentro del Hospital y que tenía que solucionar ese problema. Todo esto, a mí, se me vinculaba con Lipovetsky y con esta idea de que la época ligera es una época intermedia. Las enfermeras son personajes intermedios. No son ni el enfermo ni el médico. Son personas que están en medio y tienen que sortear situaciones y hacer que todo vaya bien hasta que hay un error y entonces, ellas son las protagonistas. Pero si ellas hacen bien su trabajo, ese trabajo no se nota. Ese fue el punto de partida y hemos acabado escribiendo un monólogo, una suerte de thriller musical un poco ‘lynchiano’ sobre la vida de una enfermera dentro de una atmósfera ligera, porque aunque estos parezcan conceptos pesados en escena son incluso divertidos, pero que creo que puede hacer que el espectador se sienta tocado; que haya disfrutado, pero que el planteamiento final le genere algunas preguntas.

¿Por qué Aida Oset?
Aida es mi pareja y es una artista multidisciplinar. Hablando un día, ella veía que esa multidisciplinariedad era su handicap. Como que la gente no la veía ni como cantante, ni como músico, ni como actriz, cuando yo sí veía todo eso en ella. Así que le dije que por qué no intentábamos subrayarlo todo y hacer un espectáculo en el que ella pudiera cantar, que pudiera ser la compositora de la banda sonora y que pudiera interpretar un personaje potente, fuerte, una mujer a la que le habían pasado muchas cosas. Ella también tenía la sensación como actriz que no le aparecían proyectos en los que pudiera pesar y ese fue el punto de partida. Un proyecto fruto de la amistad y del amor. Para mí también ha sido una aventura, porque ponerse a trabajar con la pareja no es fácil, sobretodo si no has trabajado antes, como es nuestro caso. Pero a medida que íbamos ensayando, la cosa iba en aumento, porque yo veía que efectivamente, ella es una gran actriz en potencia y aquí hace un trabajo muy fuerte. Todo esto también acaba teniendo mucho sentido, porque tiene algo que ver con Lipovetsky, que habla de que ahora somos especialistas en todo, pero en nada. Y, creo que Aida tenía esta sensación muy ‘lipovetskyana’ de que no había nada en lo que fuera especialista. Que había tocado muchas teclas, pero qué hacía en realidad en este mundo.

¿Qué te gustaría que la gente guardara para siempre después de ver La lleugeresa i altres cançons?
El recuerdo de haber visto a una gran actriz. Hay muchas palabras que hemos escrito y que me encantaría que quedasen grabadas en el cerebro, porque son palabras que a mí me parecen bonitas de decir, de explicar, de contar porque son muy potentes. Pero pienso que el teatro es una cosa efímera y si se graba, para mí, es una mierda. Los espectáculos que yo recuerdo son sensaciones, sobretodo vinculadas al actor o a la actriz que lo interpreta. Y, en este caso, me gustaría que la gente dijera: “¡Ostia! Que cosa más especial, más peculiar, más potente que ha hecho Aida”.

¿En qué nuevos proyectos estás trabajando a día de hoy?
En marzo, por lo pronto, voy a rodar una TV movie para TV3 que se llama Éxode en el que interpreto a un cabrón muy cabrón. Me gusta mucho el personaje. Pero estoy en un período de transición, porque quiero ahondar en el mundo audiovisual. Siempre he estado muy comprometido en proyectos de teatro que me han mantenido un poco alejado de ese mundo, por los compromisos, porque no me gusta dejar proyectos que tengo apalabrados. Y ahora estoy en un momento de riesgo, de haber dejado algunas ofertas de teatro que tenía, sin tener nada en audiovisuales excepto esta grabación que tengo en marzo. Pero me encantaría meterme en el mundo del cine y la televisión y es lo que estoy intentando. Estoy en una edad en la que, aunque no quiero dejar de hacer teatro nunca, sí necesito un espacio para que pasen otras cosas. Soy un actor súper afortunado porque siempre me han ido apareciendo proyectos a los que era muy difícil decir que no, pero ahora quiero darme un poco de margen. Estoy trabajando con una agencia de Madrid en los que confío mucho, Kuranda. Y ahora estoy en el mundo del casting, pruebas, etc. La verdad es que este mundo del teatro sí me ha venido todo un poco más encadenado pero aunque en televisión he hecho cosas, no he podido comprometerme en otras, por los compromisos teatrales. Además, el trabajo de actor de teatro, si tienes la suerte de que tenga continuidad, es extenuante. Exige mucho. Aparte, hay otro problema. La crisis bajó mucho los sueldos y el presupuesto de cultura y esto, parece que no acaba de mejorar. Pero esta situación de actor afortunado, como me siento yo, que siempre necesita estar trabajando para tener una continuidad, hace que te agotes mucho. No quiero decir que haciendo cine no te desgastes, pero quizá haya más margen para descanso. Y aunque esta situación de miedo, porque estoy acostumbrado a trabajar mucho pero, por otro lado, ahora tendré algo más de tiempo para el reestreno de La lleugeresa, para vivirlo como director pero (sonrisa) sin incordiar mucho a la actriz.

Foto: Alex Rademakers

Entrevista realizada por Diana Limones

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