Projecte Ingenu provoca una auténtica conmoción con La dona pantera. El Escenari Joan Brossa acoge de nuevo a esta compañía y estrena por primera vez en catalán el Teatre de Don Joan de Josep Palau i Fabre. Una coyuntura necesaria y que nos sumerge en una manera de hacer y entender las artes escénicas tan entusiástica como avenida con su fuente de inspiración.
«Visca la llibertat! Però ben entesa!» ¿Casan las palabras de Palau con la visión cinematográfica de Jacques Tourneur? No se trata tanto de eso, como de hallar una serie de fantásticas coincidencias entre la obra del autor y la trayectoria de la compañía. De algún modo, parecerá como si Joan y Joana fueran convocados tras Romeu i Julieta e inFAUST. Personajes que Palau incluyó en sus piezas sobre el personaje que nos ocupa y que los artífices de esta función han trabajado con el rigor que les caracteriza. Lo del cineasta es una casualidad titular que sirve de punto de partida para la sorprendente visión y aproximación que Chornet ha hilvanado junto a este gran equipo. No se me ocurre mejor manera para celebrar los cinco años y siete espectáculos de Projecte Ingenu que La dona Pantera.
La adaptación de Anna Maria Ricart combina momentos clave de «La tragèdia de Don Joan», «Don Joan als inferns», «Esquelet de Don Joan», «Príncep de les tenebres» y «L’excés o Don Joan foll». No se trata de un greatest hits al uso, sino que se respeta el texto escrupulosamente, incluso cuando se cambia el género del protagonista. Entonces el respeto no es solo hacia las palabras sino hacia la intención del autor. La que quería dinamitar cualquier corsé estructural de la sociedad y que, de paso, evidencia todo el sentido y relevancia de estas piezas (a nivel individual y en su conjunto) a día de hoy. No se sigue una cronología narrativa al uso y sí que se utilizan fragmentos de una y de otra en función de los requerimientos de la nueva y magnífica dramaturgia. Ahí volveremos a la infancia, a la relación materno-filial como cuna del cuestionamiento de las relaciones, contratos y vínculos afectivos del protagonista. Se mantiene al personaje como un ser profundamente trastornado, más allá de su capacidad de seducción. Una búsqueda de lo absoluto, del amor absoluto. Una lectura de los originales nos descubre ya en sus páginas la idea multidisciplinar del yo. Que ese mismo yo sea mujer y sea hombre se revela como una idea brillante y tan persuasiva en su desarrollo escénico que, ahora mismo, no se nos ocurre otra posible.
La dirección de Chornet incide fuertemente en la idea de transformación y en las connotaciones del disfraz. El diseño de vestuario de Marta Rafa y Adriana Parra brilla por la combinación de piezas, materiales y cromatismo. El plano auditivo también se nutre y desarrolla a partir de este constante cambio propiciado en gran parte por la banda sonora, que combina la música de Gerard Marsal con piezas de la ópera de W.A. Mozart. La idea de espacio vacío que propone Laura Clos «Closca» convierte el escenario en una pasarela y al mismo tiempo en plató cinematográfico, combinado con el excelente diseño de iluminación de Albert Julve, que naturaliza la presencia de los cuerpos dentro y fuera de escena con sus figuras proyectadas a tiempo real. El asesoramiento videográfico de Alfonso Ferri apoya a los intérpretes y su función de grandes manipuladores de objetos y realizadores y editores de imágenes y videos, incluso desde sus teléfonos móviles. Una labor de todos los implicados tan loable como conseguida y exitosa que la dirección sabe unificar. Una visión cada vez más completa y sistemática que incluye el trabajo con los actores, el equipo técnico y el propio texto dramático para generar un apasionante lenguaje escénico propio.
Los intérpretes sobresalen en su faceta técnica y en su capacidad para combinar y difuminar su dominio del lenguaje dramático con el audiovisual o cinematográfico. Incluyen su labor de «realizadores» en su excelente trabajo físico. Un movimiento corporal que es una auténtica y deliciosa filigrana y nos llevará incluso a contemplar los cuerpos e imágenes mediante la filmación a través del cristal de unas gafas. Sin impostura ni supeditación de la carga poética de las palabras y siempre manteniendo un equilibro espectacular. Han asimilado los objetivos de la función y la visión de la dirección. El trabajo como compañía es sólido y siempre juega a favor del resultado final. Esto no implica que cada uno de los intérpretes haga brillar a los personajes que defiende. De este modo, Cristina López se convertirá en varias de las «conquistas», aportando siempre algo propio para cada una y captando la intención de todas y cada una de las réplicas. Neus Pàmies se acerca a la figura materna del protagonista de un modo sensible, adecuado y dinamizador de la dualidad niña-niño en las conversaciones que mantienen. Martí Salvat acomete con éxito la difícil tarea de superar las barreras iracundas del celoso y es el encargado de introducir (con piadosa delicadeza) el tema de la paternidad/maternidad del personaje titular. A su vez, resulta muy emocionante esa vuelta Toni Guillemat a Fausto. De la asertividad del psicólogo/realizador cinematográfico a ese atormentado ser que propicia un encuentro final con Joana (que también fue Margarita) que se convierte en uno de los momentos álgidos de la función.
La transición del Don Joan de Xavier Torra a la Joana de Roser Tapias es brillante. Él consigue explorar el texto en toda su profundidad, llegando a hacer lo mismo con el resto de disciplinas, captando y engrandeciendo todo su sentido. No ejecuta las palabras como algo fijo y, de algún modo, con su actitud y su elocución, nos muestra todas las resonancias intrínsecas que las fundamentan y las generan, relacionando tanto el espacio como el tiempo que marca la función, así como las intenciones, motivaciones y circunstancias del personaje protagonista. Un vómito figurado (y seductor) de congoja y desazón. Ella logra interpretar a Joana y no ser una actriz interpretando un personaje masculino. Las palabras serán las mismas pero era imprescindible para que la propuesta lograra el éxito que la actitud y la asimilación del destino del protagonista se nos transmitiera en femenino y manteniendo toda su fortaleza. Tapias no solo lo hace sino que se convierte en portadora de la poética de Palau gracias a una preciosa aproximación al texto. Su renuncia al jurado infernal es hermosísima y podría resumir toda la propuesta. Un trabajo conjunto francamente emocionante. Ambos, así como el resto de sus compañeros, consiguen mostrar también ese apasionamiento y fisicidad que nos suspende y nos embelesa de principio a fin.
De la visita al psicólogo al descenso a los infiernos. El cuestionamiento será también hacia nosotros mismos ya que será nuestra mirada la que juzgará a tiempo real mientras asiste a la representación, convertida al mismo tiempo en potente y certero revulsivo. Sin polarizar (ya llevamos siglos haciéndolo) y persuadiendo a través de la elección del género del personaje en cada situación concreta. Excepcional.
Finalmente, La dona pantera define un nuevo capítulo en la trayectoria de la compañía. Con Vaig ser pròsper traspasamos el hecho teatral al conjunto total de la puesta en escena y con inFAUST conseguimos retornar a la palabra e incluirla como un elemento más del conjunto, a partir tanto de la esencialización del contenido como de su carga poética. En esta ocasión, la incluimos y nos adscribimos con ella al estilo, carga ideológica y enjundia moral de un autor que se representa por primera vez en su idioma (en formato dramático). Capítulos que, aunque delimitan una continuidad hasta el momento inquebrantable, constituyen y siempre (absolutamente siempre), sirven y dinamizan el material original del que se parte, debatiendo y elevando su valía a día de hoy.
Piezas que nos hacen partícipes del particular desarrollo, recorrido y aprendizaje de estos artistas y, sin duda, marcan e inciden en nuestro itinerario como espectador y fijan nuestra mirada crítica, inquieta y activa. Algo que sacia nuestra zozobra y desasosiego vital porque lo refleja y, al mismo tiempo, lo incentiva, jalea y alimenta hasta conseguir que esperemos expectantes la próxima propuesta como una deliciosa, terapéutica y generada (nueva) necesidad.
Y, una vez más… – «Visca la libertat!» – «Però ben entesa!» ¿Que qué entendemos nosotros por libertad (bien entendida)? La respuesta la tenemos clara y surge en forma de nombre propio, colectivo y en dos palabras: Projecte Ingenu.
Crítica realizada por Fernando Solla