Con el aval del Teatro Pavón Kamikaze, llega a los Teatros del Canal, La Resistencia, texto de Lucía Carballal, una de las ganadoras de la I Beca de Dramaturgia Contemporánea de los Kamikaze.
Mónica (Mar Sodupe) termina el día en el restaurante que regenta. David (Francesc Garrido), le espera. Hoy ha llegado su escritorio a la casa en la que van a cohabitar, después de 10 años de relación. Él parece ilusionado; ella necesita saber algo antes de dar el paso final.
Pocos “productos” teatrales tienen creado un sello de identidad y calidad como el que han logrado en el Teatro Pavón Kamikaze. Si a esto sumamos que uno de los fundadores, que es Israel Elejalde, se pone tras la dirección y anuncia un descanso en su intensa actividad laboral, uno espera que este sea uno de los estrenos más sonados de la temporada. Y eso esperaba, y aún lo espero, porque el día del estreno me crucé con una propuesta con la que no conecté en absoluto.
Excelente escenografía de Mónica Borromello, excelente iluminación (sobresaliente en el tramo final) de Paloma Parra, y una férrea dirección de Israel Elejalde, que hace que estos dos personajes se comporten mas como soldados acatando órdenes, que como una pareja sufriendo un bache en su relación. Es tan gélido su trato, y tan adusto su gesto durante todo el montaje, que uno se plantea cómo se han soportado durante todos esos años, si el amor parece ausente, no ahora, sino desde siempre.
Con el paso de los días uno lee reacciones y comentarios con respecto al estreno, y me cuesta pensar que lo que yo vi fue una “mala función”, coincidiendo con el estreno. No voy a negar que La Resistencia, en mi, fue luchar contra el sueño, porque nada de la propuesta despertaba en mi (y nunca mejor dicho) ni empatía, ni interés, ni exasperación por ese acento que calificaré como extraño, de Francesc Garrido. Días previos, documentándome para aproximarme al montaje desde el conocimiento, pude leer en una entrevista prestada por Lucía Carballal, que un referente claro de este texto, podría ser Pascal Rambert, para lo que yo me preparé para vivir una La Clausura del Amor (por proximidad argumental) à la Carballal, y dirigiendo Elejalde, me esperaba un choque de trenes, pero lo que presencié fue un diálogo lánguido, de dos personas sin interés mutuo, conversando sobre unas vivencias en común anecdóticas e irrelevantes.
Que “el conflicto” que se plantea, y se averigua, es la necesidad tan egoísta y superflua de tener al lado alguien que te admire, y que sin este sentimiento hacia el otro, sea imposible la convivencia y un proyecto futuro en común, me cuestiona que mi mentalidad millenial no capte la profundidad de ese sentir, por diferencia generacional; aunque a su vez también me cuestiono que quizás no soy yo, sino el traslado a la escena de ese texto, o el texto en si. Mi conflicto es real, y me culparé a mi mismo por no haber sabido apreciar un montaje con tan buenos avales. Quizás estoy yendo a contracorriente. Quizás esto no es lo mío. ¿Qué opinaría Mónica de que no admire a su personaje? ¿Y el resto de la crítica?, ¿qué opinan sobre mi mala percepción? ¿Me admirarán?
Crítica realizada por Ismael Lomana