Combate actoral colaborativo, se presentó este pasado fin de semana en El Umbral de Primavera de Madrid como parte del IV Ciclo de Teatro Rioplatense. Según Miguel Israilevich, su director, este proyecto surgió con la intención de superar el tiempo y el espacio y establecer una comunicación y un proceso creativo entre París, Madrid y Buenos Aires.
Las actrices argentinas Daiana Arce, Lucia Collini, Majo Cordonet, Marina Fantini, Analía Juan y Eliana Murgia, que actualmente residen en Madrid, son las protagonistas del montaje de la Compañía Inestable Colaborativa. Cada una de ellas, se ha aprendido un medio diálogo que ha escrito para ellas la dramaturga Sol Rodríguez Seoane desde Buenos Aires.
Como espectadores de teatro, uno de los aspectos que nos atrae de esta forma artística es su calidad efímera, el hecho de que cada representación es diferente y cambiante. Y, sin embargo, asumimos una seriedad cercana a la rigidez en nuestro encuentro con el teatro, a pesar de basarse este, en realidad, en el juego, la experimentación y los procesos. El teatro es, al fin y al cabo, una fiesta, que no prescinde en ningún caso del rigor, la dedicación y el trabajo duro. Esta es la idea que quiere transmitir, a mi ver, Combate actoral colaborativo.
La obra tiene lugar en un pequeño cuadrado en el centro del escenario y se compone de tres rondas o niveles. A ambos lados del escenario, fuera del cuadrado, se sitúan las seis actrices, tres en cada lado, divididas en dos equipos: el cálido y el frío. A cada actriz, le corresponde un color. Israilevich sacará al azar un color por equipo y, acto seguido, las dos actrices correspondientes deberán entrar en el cuadrado y comenzar su escena.
La situación se complica en la segunda y tercera ronda, en que, además de representar su parte, deberán compenetrarse aún más con la compañera que les toque en escena, ya que deberán elegir también al azar unas tarjetas en que se les indica una acción verbal y física a realizar durante dicha escena. Sin duda, todo un ejercicio de improvisación sobre texto, que fomenta la imaginación, la capacidad de respuesta y la atención de la actriz y el espectador. Discretamente, en determinados momentos de las escenas, Israilevich dirige mínimamente a las actrices, acercándose a ellas y susurrándoles indicaciones al oído. Nadie sabe lo que va a suceder.
A todo ello, cabe destacar que las actrices pueden elegir su vestuario y útiles antes de representar su papel, por lo que son también creadoras, aportando sus recursos más personales. La caracterización del personaje determinará en gran manera la construcción del mismo, las maneras de decir un mismo texto y la dirección que toma la escena. Aparecen acentos cubanos y americanos, personajes excéntricos, extravagantes y extraños y situaciones surrealistas, situaciones inesperadas, desternillantes y surrealistas, combinaciones e historias en espacios indeterminados, de amor y de herencias, especialmente entre Ingrid y Pipi, las dos figuras o nombres principales en los textos de Rodríguez Seoane, que las actrices moldean a su gusto. No importa tanto el sentido, sino el desarrollo mismo de la escena.
Combate actoral colaborativo es una invitación a participar del hecho teatral; una propuesta en que el espectador es parte y testigo del proceso y el esqueleto creativo; un experimento interesante y diferente que se ha concebido a un ritmo trepidante, en que el único protagonista, objetivo y ganador es la escena; un montaje que elimina por completo la competición y que se sostiene con naturalidad y profesionalidad, en nueve escenas, tres por nivel, y una escena final sorpresa; una visión panorámica de los componentes del hecho teatral y su funcionamiento, sobre todo de la profesión y el entrenamiento del actor.
Crítica realizada por Susana Inés Pérez