La Badabadoc abre sus puertas de nuevo a Estima’m que tinc pressa. Una propuesta de creación colectiva con la que Xucrut Teatre, Montse Bonet y Fraggel parecen sentirse como pez en el agua. Deseo, amor y pareja. Texto, teatro físico y música. Combinaciones y colaboraciones sorprendentes y bien hilvanadas que esperan ser descubiertas en el interior de la sala.
Historias que explican (o lo intentan) la crisis de pareja hay muchas. Incontables. Lo que no es habitual es que, aunque se mantenga un tono más o menos tierno y humorístico, forma y contenido acaben por hermanarse y convertirse en una de las señas de identidad de la propuesta. En una obra en la que la indagación sexual (y sentimental) tiene un peso importante, que se trabaje tanto a partir de los cuerpos y su movimiento es algo que sorprende. La entrega física y el dominio o no de un cuerpo sobre otro se convierte casi en una coreografía en la que, de repente, nos topamos con los ojos indagadores de los protagonistas.
Esta dualidad la ha trabajado muy bien la dirección de Montse Bonet. Unas réplicas más o menos realistas (sin caer en lo excesivamente trillado) y una aproximación con fuerte carga expresiva. En la puesta en escena tiene mucho peso la iluminación de Natàlia Ramos y la presencia y participación de Fraggel. Tanto por la aportación musical como por el uso que se hace de esta disciplina. Una directora de la orquesta invisible de los vínculos emocionales y afectivos que es al mismo tiempo titiritera y que mueve los hilos a placer. Una aportación e interpretación que marca la diferencia.
Así lo han entendido también las interpretaciones de Ainhoa Roca y Albert Requena. Como sus personajes, ambos se entregan en cuerpo y alma, nunca mejor dicho. Los dos saben captar ese sentimiento de saberse en la cuerda floja y plasman con sensibilidad la incertidumbre de sus personajes. La aproximación física sorprende, sobretodo por la combinación del lenguaje corporal y el oral. A destacar la fuerza expresiva de la mirada de ella y la complicidad que mantienen mientras dura la representación. Cuerpos (e intérpretes) que se escuchan y respiran vívidamente en la corta distancia.
La concepción del espacio escénico permite el constante cambio de rumbo de la trayectoria que delimitan los intérpretes, en constante movimiento. De nuevo, se consigue mostrar lo cotidiano de un modo nada convencional. Se crea un ambiente curioso que es capaz de dirigir nuestras percepciones desde el extrañamiento inicial a una cierta sensación de familiaridad hacia lo que se está contando de un modo totalmente insólito y que, progresivamente, nos introduce en el mismo estado de cuestionamiento (formal y de contenido) en el que se encuentran los protagonistas.
Finalmente, nos gusta descubrir mientras avanza el desarrollo (narrativo y dramático) de la pieza cómo los tópicos con los que topan los protagonistas se transmiten de un modo escénico en el que el lugar común no tiene cabida. Estima’m que tinc pressa va calando de un modo suave, casi como una leve pero persistente inhalación. En este contexto, la disyuntiva entre el amor y el sexo está muy bien plasmada tanto por el texto como por las interpretaciones y, por supuesto, a través del lenguaje (interno y externo) desarrollado para la ocasión.
Crítica realizada por Fernando Solla