La dama del suspense, Agatha Christie consiguió celebridad mundial gracias a relatos como el que llega ahora a las tablas del Teatro Amaya. Historias de ricos, en los estilosos años 30. En un crucero por el Nilo, el asesinato de una rica heredera desatará el suspense entre los viajeros. Víctor Conde dirige con su acostumbrada elegancia Muerte en el Nilo.
La sola mención del título evoca intriga, glamour, nuevos ricos, aventura, elegancia, alcohol y música. Todo eso ofrece Muerte en el Nilo. Una puesta en escena que se aleja del realismo que quizá se le podía intuir. Grata sorpresa para muchos esta vuelta de tuerca. Es fácil acercarse a este montaje con ideas preconcebidas, y ese es el mayor obstáculo al que tiene que hacer frente la propuesta, pues puede descolocar al respetable que quizá espera simplemente entretenerse con una historia de asesinatos y sus posibles sospechosos.
En primer lugar un amplio elenco, lo cual es ya de por si un lujo en los tiempos que corren. Destacando a Pablo Puyol, que luce como nadie el smoking, y hace gala de una elegancia envidiable. Didac Flores al piano y con un papel entre divertido y socarrón. Paula Moncada que pone voz a muchos de los acertadísimos temas musicales de Gershwin y Porter que ayudan a crear la atmosfera de tiempos pasados.
El reparto se completa entre otros con Adriana Torrebejano, Cisco Lara, Ana Rujas, Ana Escribano, Miquel García Borda, Sergio Blanco y Lorena de Orte. Todos bastante equilibrados, estoy convencido que el rodaje de las funciones les irá dando más empaque y ritmo, que quizá en la función del estreno aun no estaban del todo engrasados. El desarrollo de la historia se entretiene en la presentación de los personajes, para entender las relaciones que hay entre ellos y las posibles intenciones de cada uno de ellos. Evidentemente hay un asesinato que resolver, aunque todo eso llega bien entrada la función.
Víctor ha querido darle ese aire de nostalgia que tan bien se le da (recordemos su Venus, que dejaba la platea llena de lágrimas y emoción). Mueve a los actores entre maletas que recrean las estancias del barco. Mucho alcohol, pitilleras, trajes de noche. Movimientos coreografiados llenos de sensualidad a los que el público del Teatro Amaya deduzco no está muy acostumbrado. Público que por edad podía haber estado en ese viaje por el Nilo. ¡Qué maravilla son las señoras de edad que sostienen el teatro de este país!
No esperen un suspense irrespirable, ni un desenlace inesperado. Todo es bastante más pausado, más sutil. Al final Muerte en el Nilo es una historia de amor llevada a sus más trágicas consecuencias. Casi un Romeo y Julieta entre esfinges y calor insoportable, en vez de las calles de Verona. Un entretenimiento para dejarse llevar por una época en la que asesinar era un elegante acto de amor.
Crítica realizada por Moisés C. Alabau