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05.01.2019 Críticas  
Journeys end in lovers meeting…

Algo extraordinario está sucediendo en el Teatre Akadèmia. Els Pirates Teatre retoma Nit de reis (o el que vulgueu) y consigue un gran y rotundo triunfo. Apuestas de dirección acertadas, interpretaciones alineadas con las contradicciones internas de los personajes y un constante replanteamiento actual del qué, cómo y porqué de la obra configuran una función arrebatadora.

Cuando Tom Stoppard escribió el guión de la película Shakespeare in Love junto a Marc Norman en 1998, escogió la obra que nos ocupa para culminar su hermoso y meticuloso juego intertextual. Esta decisión no es casual. Un naufragio como principio. El final de un amor, truncado por la diferencia de rango y clase social. Cuestión de género sobre las tablas. Los complicados esponsales entre romance, ilusión y figuración… Cuando Adrià Aubert ha revisado la dramaturgia de Nit de reis (o el que vulgueu) ha conseguido algo tan mágico como inusual. La verdadera filigrana es su capacidad para explicar el deseo que rige a cada personaje. También el vacío tras el estallido de su momento más álgido. Por encima incluso del amor romántico o el notable grado de ambigüedad genérica y sexual de la pieza que Shakespeare escribió entonces y que aquí se muestra con total y actual adecuación temporal y sentimental. Todo esto utilizando como base la resplandeciente traducción de Salvador Oliva pero sin reducir el trabajo de cada intérprete al de un orador aventajado (que lo son). Situando a cada uno en un estado anímico muy particular. Un hito que no está al alcance de todo el mundo. Apostando fuerte por el acto único consigue lo imposible. Y es precisamente que captemos todas las connotaciones e implicaciones no dichas. Las pulsaciones y las pasiones silenciadas a las que el deseo inconmensurable no siempre juega buenas pasadas.

Aubert logra de cada interpretación (y especialmente de la suma de todas) un fastuoso comentario de texto del manuscrito original y un fantástico careo tanto con su validez actual como con su impacto coetáneo a nuestras inquietudes vitales y sentimentales. Persiste y logra abrazarnos y mecernos de un modo absorbente y envolvente como si de una experiencia en 360º se tratase pero manteniendo nuestros instintos activos y alerta. Absortos pero entregados y despiertos. Atónitos ante la perfección que se torna corpórea ante nosotros y a la vez captando y aprehendiendo hasta el más mínimo suspiro u oscilación. Convierte la puesta en escena en la actualización de la tradición que en época del bardo se llevaba a cabo durante la noche titular y que consistía en cambiar la indumentaria y el rol entre mujeres y hombres, nobles y sirvientes. Ilumina las palabras y los personajes con el mismo talento que el espacio escénico. Un lugar tan físico como intrínseco. Un espacio mental y espiritual. Irracional o por lo menos poco razonado. Deseo, decíamos en todas sus acepciones, idealizadas y no. Intenciones y objetivos del amor convertido en proyecto. Veremos en escena todos los colores del ansia, afán, aspiración y anhelo. También las pretensiones y apetito del empeño y el antojo y, por supuesto, la ambición e interés de la pasión.

Esto sucede gracias a unas interpretaciones maravillosas que captan todo lo explicado y lo catapultan hacia un lugar con el que siempre soñamos y que en escasas ocasiones (las mejores) alcanzamos. Xavi Frau es un Orsino infeliz y enamorado. Le basta una réplica para instalarnos en este complicado y doloroso estado alterado y compartido. Increíble. A su vez, Lluna Pindado es la consternación de Viola. Entre la tribulación, la aflicción, la alegría y la esperanza de una situación a la que su personaje se ve arrojado sin muchas más opciones que sobrevenirse y continuar. Su abatimiento final es verdaderamente descorazonador. Eduard Autonell establece un juego escénico precioso junto a su hermana de sangre y también junto a el portentoso Antoni de Josep Sobrebals. De la primera va recuperando las características propias a medida que ella se desprende para mostrarse a sí misma. Del segundo recibe, entre sorprendido y emocionado, un amor que en la mirada de Sobrevals es transmitido en toda su efusividad y calvario. Emocionante.

La elocuencia de Ariadna Pastor consigue que la sigamos en todas y cada una de sus intervenciones con una atención que engatusa, halaga y adula nuestros oídos. Tanto como la de Mònica Portillo que nos muestra la doble cara del personaje del bufón con una asertividad y sentimiento de pertenencia que no renuncian al apasionamiento más enardecido cuando así se requiere. Los soliloquios de Mònica Barrio convierten a Olívia en una mujer cuya poderosa imaginación es capaz de superar la realidad de cualquiera de los convocados en escena. El juego de miradas y sonrisas cómplices que establece con el público conforma un deleite apoteósico. Tanto como la brutal vis cómica (no exenta de amargura) del espectacular y doliente Malvolio de Carles Gilabert (que capta todos y cada uno de los infinitos matices y dobleces del personaje), de un fulgurante Ricard Farré (que se supera función a función sin repetir nunca personaje) y de una efusiva, centelleante y pletórica Vanessa Segura que, aquí, hace historia con su Senyora Tobies. Ver para creer.

Juntos alcanzan algo grandioso y extraordinario. Y es mostrarnos el amor como algo no deseado, inesperado e inevitable. Complicado y abrumador. Que tiene tanto o más que ver con la imaginación del amante que con la realidad de la persona amada (¡por fin esto se consigue plasmar en escena!). La velocidad y el ritmo con el que dicen el verso es proporcional al vértigo que nos transmiten ante esta sacudida emocional que compartimos con ellos. La habilidad para ocupar todo el espacio escénico y el patio de butacas cuando corresponde, asumiendo además una espectacular habilidad en el movimiento y en lo musical (asistencia de la pirata Núria Cuyàs), inaudita. Interpretaciones que no buscan identificar a un personaje protagonista ya que, con la complicidad de la dramaturgia, todos lo son. Algo muy hermoso y que engrandece el resultado final es la participación de todas las disciplinas que intervienen en la creación de un lenguaje interno y propio para la propuesta. A las ya descritas, hay que añadir el vestuario de Maria Albadalejo, tan contemporáneo como fiel al juego que da título a la propuesta en el que el intercambio es clave. También la hermosa labor en la música de Llorenç Gonzàlez y la escenografía de Enric Romaní, que aprovecha las posibilidades e idiosincrasia del recinto hasta conseguir imágenes que prácticamente configuran un retablo. Un lienzo sobre el que estos locos apasionados entran y salen a placer y dan rienda suelta a toda su desbocada y urgente humanidad. Journeys end in lovers meeting…

Finalmente, con Nit de reis (o el que vulgueu) ha llegado el momento. Algo que hace tiempo que se venía perfilando y que con esta propuesta se convierte en una realidad incontestable. La presencia de Els Pirates Teatre en nuestra parrilla escénica supone un acontecimiento privilegiado capaz de definir y engrandecer la presente (y cualquier) temporada teatral. Por la aproximación, dirección, concepción, creación e interpretación de un texto descomunal al que, aquí, no solo se le hace justicia sino que es comprendido en toda su profundidad. Algo que se transmite y se percibe de principio a fin de un modo penetrante y seductor. Asistir a esta representación es el mayor obsequio que se le puede ofrecer a un espectador. Un halago engatusador y hechicero. Un logro mayúsculo que experimentamos como Viola, a partir del naufragio de cualquier idea preconcebida con la que nos podamos subir al buque de estos corsarios maravillosos por los que sentimos una vastísima admiración.

Stoppard, Bloom y demás, mirad hacia aquí. National Theatre y Globe Theatre, levantad los aranceles a una flota que debería surcar el Támesis hacia la orilla de vuestros teatros. Royal Shakespeare Theatre y Swan Theatre, Stratford-upon-Avon agradecerá el día en que os fijéis en el trabajo de estos comediantes que crecen con (y al mismo tiempo engrandecen) los espacios donde representan sus propuestas. Un gran titular abandera la cartelera teatral de nuestra ciudad estos días: Els Pirates Teatre (o el que vulgueu)!

Crítica realizada por Fernando Solla

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