Los dramaturgos Marc Angelet y Alejo Levis han escrito una pequeña maravilla: #LIFESPOILER, que dirigen estos días en la Sala Flyhard de Barcelona.
En apenas hora y cuarto, cogen las tragedias de Sófocles sobre el destino inevitable y los meten en la conciencia, agitadas pero no batidas, con series de televisión como Fringe, Flashforward o Doctor Who. ¿Y si todos pudiéramos conocer lo que nos deparan los próximos años?
Aplicando las estructuras narrativas complejas de la pequeña pantalla moderna, con sus elisiones y su montaje desordenado, y los temas de la ciencia ficción de viajes en el tiempo y paradojas, consiguen actualizar de forma fresca, dinámica y relevante las viejas historias sobre los hados y la inevitabilidad de los oráculos que flotaba por toda Antígona o Edipo Rey.
Y son tan sabios que han sido capaces de vestir esa complejidad temática con una aparente simplicidad escénica: solo dos actrices (Bruna Cusí y Vicky Luengo hasta el 6 de enero; luego Cintia Ballbé y Alba Ribas) y un actor (Sergio Matamala), que van pasando de la comedia al drama con la misma facilidad que en M*A*S*H. Un único decorado: el interior de una casa en construcción donde, al empezar la historia, se estampa el coche en el que viajan ellas.
Pero tras cada decisión sencilla se esconde un cúmulo de detalles que aumentan la complejidad: directores e intérpretes usan el humor y la tragedia, la seducción y la extrañeza para controlar nuestra atención y llevarla paso a paso por una senda que es más compleja de lo que solemos encontrar sobre los escenarios. Y viceversa: por intrincada que pueda resultar la historia, en el fondo nos está hablando de cosas con las que podemos identificarnos. No solo del destino y lo inevitable, sino de la vida, la muerte, el amor y nuestras frustraciones, miedos y esperanzas.
Si alguien decidiera llevar #LIFESPOILER al cine, resultaría sin duda una gran película. Pero la fuerza de su esencia tiene su raíz en el escenario. La posibilidad de digerir lo eterno a dos metros de ti, de ver cara a cara cómo se manifiesta lo imposible de manera tan inefable, cómo se marida lo divino (o lo cuántico) y lo humano, está en la misma esencia del teatro. Entre Sófocles y Steven Moffat: ahí están Angelet y Levis.
Crítica realizada por Marcos Muñoz