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03.12.2018 Críticas  
El lodazal europeo

Europa es una idea, dice uno de los jóvenes personajes nacidos del imaginario de Nando López y Guillem Clua. Han escrito conjuntamente la primera parte de esta tetralogía sobre Europa. Un encargo para La Joven Compañía que se estrena en los Teatros del Canal. Un relato bélico y romántico. Un trepidante viaje a las embarradas trincheras de la gran guerra.

Vuelve La Joven Compañía a dar una vuelta de tuerca a su intenso repertorio. Después de las contemporáneas La Edad de la Ira y Playoff, salta ahora a 1914. En el verano del estallido de la I Guerra Mundial. Jóvenes de Colonia y París. Jóvenes con ilusiones, con toda la vida por delante. Disfrutando de sus pulsiones juveniles. Todo eso cambia de rumbo inesperadamente con el atentado que acabaría con la vida del Archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo. Ese fue el detonador de la gran guerra europea, la que sepultó a millones de personas en el barro y dejó la idea europea malherida de por vida. Nuestros jóvenes personajes serán llamados a filas y de ahí al campo de batalla. Veremos los dos bandos, veremos a las mujeres en la retaguardia, veremos la tregua del día de Navidad, respiraremos el gas, utilizado por primera vez en una confrontación. Ideales e ilusiones que se mezclan en el barro de la guerra.

Silvia de Marta se luce con una escenografía dura y potente. Pocas veces visto algo así en la Sala Negra del Canal. Cinco enormes y potentes ventiladores industriales. Un mural de acero suspendido, en el que se refleja la frontera entre Alemania y Francia. Proyecciones de Elvira Ruiz sobre ese muro aportarán datos históricos sobre la contienda.La luz de Paloma Parra hará el resto. José Luis Arellano, que ya dirigió a los jóvenes en las batallas de Proyecto Homero, vuelve a la guerra, con su inquieto sello personal, consigue sacar las tripas, desgarro y verdad. A la vez que consigue escenas de gran belleza poética. Toda la escena de la Nochebuena es de un romanticismo casi cinematográfico.

El texto de Nando López y Guillem Clua no destaca a un personaje por encima de otro. Por quedarme con alguno de ellos, destacaría a Ingrid, tremendamente interpretada por esa bestia que es María Romero, y a André, en la piel de Víctor de la Fuente. La química que desprenden estos dos personajes enamorados y de bandos contrarios es conmovedora. Un elenco coral y potente. De los mejores que ha desplegado La Joven Compañía recientemente. Klaus es Alejandro Chaparro, que ya nos tiene acostumbrados a excelentes y trabajadas interpretaciones. Álvaro Quintana y Mateo Rubistein que alternan el papel de Marcel. Cuanto agrada ver a Álvaro Quintana en las tablas de nuevo. Pierre es Jota Haya. Jota es uno de esos actores de raza, con mirada que traspasa, un diez. Helmut recae en José Cobertera y Samy Khalil. Lo de Samy es interplanetario. Cristina Varona como la enfermera Erika tiene ese look de película en blanco y negro, maravillosa. ¿Y qué decir de María Valero? ¿Hay algo que no se atreva a hacer? Su papel de Masha, la prostituta rusa, es de largo de los más complejos de todo el montaje.

Por poner un pero al montaje, quizá en el tramo final, cuando se introduce una trama de espionaje entre los dos bandos, se crea algo de confusión y el desenlace se intuye. Pero es este un mal menor. Componen un cuadro descompuesto de juventudes e ideales truncados. No estamos acostumbrados a ver teatro bélico, no es común ver una guerra en escena. Gran apuesta de La Joven Compañía por hacernos mirar a algo que ocurrió hace apenas cien años y que marcó el rumbo de lo que conocemos como Europa. El germen de los nacionalismos, y del odio siguen latentes en muchas partes de la idea que es la vieja y desvalida Europa. Solo se necesita un desencadenante suficientemente poderoso para truncar los sueños.

Barro es otro de esos montajes de calidad a los que La Joven nos tiene acostumbrados. Una lección de historia y de atacar a la platea con un vendaval (literal). Vayan y sientan el barro en las pesadas botas, huelan el gas, dibujen el honor.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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