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14.11.2018 Críticas  
Colorida crónica de un feminicidio anunciado

La directora todoterreno que toca todos los palos, aka Carlota Ferrer, aborda esta nueva temporada otra historia de mujeres (no menos funesta que la anterior Esta no es la casa de Bernarda Alba) en el Teatro Español de Madrid. Música, color y violencia machista son las señas de identidad de Los Cuerpos Perdidos, de José Manuel Mora.

Todo ello para ofrecer una visión de los terribles asesinatos ocurridos en los noventa en la mexicana Ciudad Juárez. Una cálida atmósfera recibe a la audiencia, con colores crema en el escenario, y unos cálidos focos sobre la platea, que con el ligero humo en el ambiente, parece que nos engulle la calima del desierto mexicano, y los colores de un chido anochecer. Cristóbal Suárez nos prologa esta historia donde un científico decide saltar el charco tras una sencilla ruptura matrimonial, y se zambulle de lleno en la ola de amoralidad, crimen y parafilias sexuales de la ciudad mexicana. El resto del elenco va entrando y saliendo de estas historias cruzadas donde todos tienen algo que ocultar, algo que padecer y algo que compartir.

Parece ser que las inspiraciones principales del autor, José Manuel Mora, vienen tanto de los informes de Amnistía Internacional sobre los terribles crímenes de Ciudad Juárez como del libro del difunto periodista Sergio González Rodríguez, «Huesos en el desierto», obviando la más evidente y referencial durante todo el proyecto que es el «2666» de Bolaño. Quizás esta elipsis sea accidental, o quizás para evitar la obviedad o dándose por implícita, pues hasta Bolaño contó con el libro de González como cimiento de su cruda novela. Aún no estamos tan desmemoriados los amantes del teatro como para haber olvidado el montaje de cinco horas de Álex Rigola en Matadero, adaptando el texto de Bolaño, para obviar, al menos yo, que este Los Cuerpos Perdidos en una adaptación de la adaptación de Rigola de «2666«.

Todo lo que en aquel era crudo, directo, descarnado, aquí ha sido pasado por el tamiz de Carlota Ferrer para presentarnos un pulido montaje, apto para todos los estómagos. Los colores pastel del escenario, el magistral y cálido diseño de iluminación de David Picazo; y el magno trabajo de diseño de vestuario de Leandro Cano, son la baza más fuerte de este homenaje a Rigola, junto a un cuadro artístico con una química y un nivel interpretativo para el que no estamos acostumbrados ultimamente en el Teatro Español. Ferrer ha convertido en familia a los 10 intérpretes, como bien se puede comprobar en su relaciòn por redes sociales, y eso ha repercutido en que el resultado final de esta velada adaptación roce lo redondo.

Comenzando por la frescura de la mirada, voz e interpretación de Conchi Espejo, a la que auguro un gran futuro por delante; el buen hacer de Carlos Beluga, la versatilidad, enigma y magnetismo de Julia de Castro. El guest starring de Verónica Forqué, un suspiro escénico que insufla paz y emoción a la dureza del contexto de Los Cuerpos Perdidos; David Picazo, el increíble hombre orquesta que te lo ilumina, te lo baila y te lo interpreta, y todo lo hace bien. La satisfacción de ver a Cristóbal Suárez bien dirigido, cómodo y seguro sobre las tablas; lo camaleónico de José Luis Torrijos, lo breve de Jorque Suquet, lo extraordinario una vez más de ver a Guillermo Weickert, y la candidez de Paula Ruiz.

Las dos horas de Los Cuerpos Perdidos, no se resienten apenas por los elegidos acentos de las intervenciones musicales en directo, o los geniales segmentos de danza. Todo reluce: la escena, los actores y actrices, la música, y excelso vestuario; pero la falta de frescura es lo que impide que el resultado general brille, más allá de haber sido una sorpresa de la cartelera y muy posiblemente de la temporada. Quizás el fallo es mio por no haber olvidado aún después de 11 años una experiencia teatral con tal poderío visual como la del Matadero, pero aquel que acuda sin memoria y con la mirada nueva, disfrutará de una propuesta original y tan fresca como las espinacas congeladas.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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